La teoría de la comunicación viene a sumarse a estas nuevas propuestas. El foco en el “quién le dice qué a quién y con qué efecto” surge y se instala en matemáticos, ingenieros electrónicos, físicos, sociólogos y psicólogos interesados en los modos y procesos de la comunicación.
En 1950, Bateson se propone introducir la cibernética en las ciencias sociales. A él se unen Don Jackson, paul Watslawick, John Weakland, Jay Haley,Virginia Satir, Jules Riskin y William Fry, interesados en la integración de conceptos como homestasis, familia y comunicación. Su visión se basa en que los seres vivos no pueden ser explicados desde la física newtoniana, desde una causalidad lineal que implica fuerzas que actúan unidireccionalmente. Hacía falta la creación de otro lenguaje que permitiera describir la recursividad de los elementos que se mueven conjuntamente en un proceso.
Se organiza el grupo de Palo Alto, formado por Weakland, Haley, Satir, Riskin, Fry,Watzlawick y Jackson, quienes fundan el Mental Research Institute en 1959, convirtiéndose este en un referente fundamental de la formación, investigación y asistencia en el campo de la terapia familiar. En artículos que siguen siendo clásicos en la terapia sistémica, los autores (cf. Watzlawick et al., 1971) plantean que la comunicación es un comportamiento o conducta que afecta a todas las personas en su interacción.Algunos conceptos fundamentales y fundantes de su postura son:
a) Es imposible no comunicarse.
b) Información e instrucción son conceptos diferentes.
c) Hay dos niveles componentes de la comunicación: el contenido del mensaje y la definición de la relación.
d) La organización de los hechos se hace de acuerdo a la secuencia que organiza cada participante.
e) Existe una diferenciación entre comunicación digital y analógica, verbal y no verbal.
f) La relación debe ser simétrica y complementaria entre los participantes.
g) Hay distintas lecturas de una situación de acuerdo a las distinciones que traza cada participante.
h) La comunicación es un ballet bailado según papeles complementarios o paralelos en función de una partitura invisible.
Estos conceptos, en la bullente creatividad de este grupo, les permiten desarrollar la noción de comunicación patológica que incluye también la lectura de la corporalidad dentro de la comunicación.
Los desarrollos teóricos en este período se intensifican.Es la etapa de la cibernética de primer orden. En 1932, el biólogo Bernard desarrolla la idea de que es imposible pensar un organismo vivo con partes separadas unas de las otras, ya que todas son interdependientes en una dinámica que no es causa-efecto. Se suma a esta idea la noción de homeostasis (introducido por Walter Cannon), descrita como “una red de interacciones recíprocas en las que los distintos componentes del medio interior están en equilibrio dinámico” (Jutoran, 1994: 10).
Durante el período de la primera cibernética, el concepto de neutralidad fue privilegiado. Y tal neutralidad traía implícita, para los psicoterapeutas, una cierta noción de la distancia que debía existir entre terapeuta y paciente. Los estudios sobre la proxemia existían solo entre animales, pero poco a poco fueron incorporados por la antropología y otras disciplinas como una manera de entender las formas de delimitación y de uso de un espacio propio.Así, resulta claro que no es lo mismo nacer, por ejemplo, en Japón que en un país latino, ya que en cada región las prácticas interaccionales en términos de tocar, sostener, abrazar o besar son muy distintas. ¿Cómo podríamos entonces generalizar una distancia “adecuada” entre pacientes y terapeutas?
¿No habría que pensar más bien que, en función de los contextos, de las subjetividades involucradas y de las emocionalidades presentes, se establecen distancias que facilitan la interacción?
Wiener utiliza el concepto de retroalimentación o feedback para referirse al mecanismo que reintroduce en el sistema los resultados de su desempeño:“la información sobre los efectos retroactúa sobre las causas convirtiendo el proceso de lineal en circular”(Jutoran, 1994: 10).Y la homeostasis fue vista como un proceso autocorrectivo que impedía el caos,la desorganización y destrucción del sistema.
Más adelante, los aportes de la física cuántica, de Prigogine, de Foerster, Maturana y Varela, entre otros, sientan las bases de la cibernética de segundo orden. Mientras que la epistemología que reinaba hasta ese entonces consideraba a la realidad independiente de quien la observa y que las propiedades del observador no deben estar incluidas en la descripción de lo observado, Foerster plantea que “la reintroducción del observador, la pérdida de la neutralidad y de la objetividad, son requisitos fundamentales para una epistemología de los sistemas vivientes” (Jutoran, 1994: 11).
La cibernética de segundo orden postula la observación del observador: el objeto de estudio pasa a constituirse en el observador observando su propia observación: “la reintroducción del observador, la pérdida de la neutralidad y de la objetividad, son requisitos fundamentales para una epistemología de los sistemas vivientes” (Jutoran, 1994: 12).
Hay un continuo proceso circular y repetitivo en el que la epistemología determina lo que vemos; esto establece lo que hacemos; a la vez nuestras acciones organizan lo que sucede en nuestro mundo, que luego determina nuestra epistemología. […] La cibernética de segundo orden abre un espacio para la reflexión sobre el propio comportamiento y entra directamente en el territorio de la responsabilidad y la ética. Dado que se fundamenta en la premisa de que no somos descubridores de un mundo exterior a nosotros, sino inventores o constructores de la propia realidad, todos y cada uno de nosotros, somos fundamentalmente responsables de nuestras propias invenciones. (Jutoran, 1994: 12-13)
Fue este nuevo paradigma el que abrió un espacio inmenso de cuestionamiento, reflexión y producción de nuevas conceptualizaciones, y gracias a eso los terapeutas pudieron empezar a sentirse menos presionados a ser distantes y neutrales sabelotodos para transformarse en seres que van descubriendo junto a sus pacientes en qué consiste su malestar y cómo poder abordarlo.
En 1993, se realizó en Buenos Aires un encuentro que se llamó “Nuevos paradigmas en Cultura y Subjetividad” durante dos días. Organizado por la Fundación Interfaz, nucleó a invitados sobresalientes: Ilya prigogine, Edgar Morin, Ernst von Glasersfeld, Evelyn Fox Keller, Mario Castagnino, Felix Guattari y otros. Era increíble verlos a todos juntos. No solamente hicieron exposiciones individuales de sus posturas personales, sino que además cada uno tuvo un interlocutor con el cual después dialogó. El libro que reproduce estos intercambios (cf. Fried Schnitman, 1994) es una síntesis imperdible del pensamiento de grandes creadores de esos tiempos, en una etapa en la que nadie se proponía ser categórico.
Recuerdo el impacto que sentí al escuchar a Evelyn Fox Keller, científica “dura”, pedir perdón en nombre de la ciencia por la cantidad de errores cometidos al excluir una visión “femenina” en lo científico, por haber creído durante tanto tiempo que solo la racionalidad aportaba conocimiento.
Este momento de cambios conceptuales tan potente sentó las bases de lo que vendría después. El terapeuta y el paciente comenzaron a ser vistos como protagonistas de un proceso que co-construyen. Al decir de Duncan y Miller (Norcross, Levant y Beutler, 2005: 14), muchos años después:
La psicoterapia no es un terreno deshabitado de procedimientos técnicos. No es el esterilizado proceso gradual de la cirugía, ni la trayectoria previsible de diagnóstico, prescripción y cura. No se puede describir sin el cliente y el terapeuta, compañeros aventureros en un viaje a través de un territorio en gran parte desconocido. El paisaje de la psicoterapia es intensamente interpersonal y en última instancia, ideográfico.
La terapia humanista también marcó un rumbo distinto al del psicoanálisis en lo que a la relación terapeuta-paciente se refiere.Ya a principios de los 60, Rogers (1961: 40) plantea que había “descubierto que cuanto más auténtico puedo ser en la relación, tanto más útil resultará esta última”. Concibe la terapia como un espacio para ser lo que uno es, libre de máscaras, y formula que el logro del cambio personal