La persona del terapeuta. Ana María Daskal. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Ana María Daskal
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9789561425392
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autenticidad” (42).

      Rogers llama a esto congruencia, lo cual significa que los sentimientos que el terapeuta experimenta son accesibles a él, que los puede asumir, integrar y comunicar. En otras palabras, cuando el terapeuta logra SER sin temores, transmite una coherencia que generalmente lleva a lograr una psicoterapia exitosa.

      Ningún enfoque basado en el conocimiento, el entrenamiento o la aceptación incondicional de algo que se enseña tiene utilidad alguna [ ya que] el cambio solo puede surgir de la experiencia adquirida en una relación […]. Esto significa que debo tener en cuenta mis propios sentimientos y no ofrecer una fachada externa. […]. Si puedo crear un cierto tipo de relación, la otra persona descubrirá en sí mismo su capacidad de utilizarla para su propia maduración y de esa manera se producirán el cambio y el desarrollo individual. (40-42)

      En los 90, el terapeuta belga Elkaïm (cf. 1998) introdujo el concepto de resonancia como una serie de voces internas, vivencias y sentimientos del terapeuta detonados isomórficamente en relación con su historia.Y estas implicaciones, consideró,debían ser corregidas en los espacios de supervisión y de terapia personal.

      El feminismo de los años 70 y su impulso para revisar cómo la variable género está incluida y sesga mucha de la teoría y de la práctica psicológica, significó un aporte ineludible a la revisión de una mirada que, lejos de ser neutral, representaba mucho de la mirada masculina sobre la salud, la enfermedad, los vínculos y la sexualidad. Puso luz al hecho de comprender que los opuestos racionalidademocionalidad reproducía la dicotomía masculino-femenino: la concepción de ciencia circulante desde una mirada que pretendió ignorar la importancia del observador en lo observado fue coherente con el papel invisibilizado de las mujeres y su trascendente importancia en la vida cotidiana de las personas. Concebir lo racional “por sobre” lo emocional no solo significó años de una dicotomía falsa, sino que además dio fruto a una complicidad teórica y técnica con el prejuicio que sostiene que las mujeres son emocionales y, por lo tanto, menos creíbles, y los hombres son los racionales y confiables:

      La variable género no es un detalle más a ser tenido en cuenta por los terapeutas, sino que su inclusión o exclusión va a producir efectos diferentes en los procesos terapéuticos. […] Desde esta perspectiva no hay terapia que no incluya la variable género: la diferencia radica en el grado de conciencia que como terapeutas tengamos acerca de cómo ella está interviniendo en la problemática por la que nos consultan y en la relación que se crea entre terapeuta y paciente. (Daskal, 1993: 18)

      Las investigaciones que pusieron el foco en este tema (cf. Broverman et al., 1972; Hamerman y Josefowitz., 1985; Bernstein,A. y Marmar, G., 1984; Rieker y Carmen, 1984; Reale y Sardelli., 1986;Walters et al., 1991) pudieron encontrar entre los terapeutas hombres y las terapeutas mujeres diferencias de interacción entre cada uno de ellos con sus pacientes hombres y sus pacientes mujeres.Además, estos estudios revelaron:

      • diferentes formas de manejo de la hostilidad por parte de terapeutas varones o mujeres;

      • diferentes formas de preguntar a las mujeres y a los varones por su trabajo;

      • diferentes maneras de manejar las emociones con pacientes mujeres u hombres;

      • diferentes concepciones de salud y enfermedad presentes en los terapeutas, según los pacientes fueran varones o mujeres;

      • el entender que la propia historia genérica del terapeuta va a estar presente en su manera de entender la problemática de sus pacientes;

      • el descubrimiento de sintomatologías más características de las mujeres o de los varones y su interrelación con la socialización de género;

      • que los psiquiatras medican más a las mujeres que a los varones;

      • mayor proporción de abuso sexual por parte de terapeutas varones que de terapeutas mujeres;

      • evidencia de que las terapeutas mujeres tienen más dificultades de cobranza que los terapeutas hombres…

      …y muchos otros temas que invitaron a la reflexión sobre viejos paradigmas en salud mental, teorías y abordajes.

      Jean Baker Miller y un grupo de terapeutas del Stone Center (cf. 2000) enfatizaron la importancia de la autenticidad terapéutica en el ejercicio de la psicoterapia, entendiéndola como una calidad de la presencia emocional de los terapeutas. Esto permite que el paciente cuente con una fuente de información acerca de quién es su terapeuta, además de ser relevante para el progreso y los logros de la psicoterapia. Desarrollan en profundidad una concepción de la autenticidad vinculada al respeto, la sensibilidad, el establecimiento (no imposición) de límites, la conexión en lugar de la desconexión como manera de fortalecer la propia identidad y también la idea de los terapeutas como personas que se puedan expresar plenos en sus relaciones. Otros temas abordados proponen que los terapeutas deberían sentirse cómodos (no a la defensiva) y que tampoco debiesen sentir que lo tienen queentregar todo, o que laprofesión es unconstante sacrificio.

      Y dentro de los terapeutas familiares, algunas terapeutas mujeres empezaron a incluir la mirada sobre las emociones de los terapeutas, produciendo aportes muy significativos a las terapias de pareja y de familia (cf. Walters et al., 1991 y Goodrich et al., 1989).

      Si bien este es un terreno en el que todavía resta mucho por hacer, la presencia de terapeutas mujeres cuestionando el paradigma racional de la terapia en Congresos, Seminarios, cursos, supervisiones, etc.,y dándole valor a la emocionalidad del terapeuta como forma de trabajar también la emocionalidad de los pacientes, constituye un hito en el camino hacia el logro de un espacio terapéutico, en el que pacientes y terapeutas se sientan verdaderos compañeros de viaje, al decir de Yalom (cf. 2002).

      Algunos terapeutas sistémicos, imbuidos de la segunda cibernética, comenzaron a instalar el concepto de la persona del terapeuta. Entre ellos está Harry Aponte (1985: 9), quien acentúa además la importancia del sistema de valores del terapeuta en sus intervenciones, el cual define como:

      El complejo internalizado de normas que derivan de las estructuras culturales,raciales,étnicas,políticas,filosóficas,religiosas,etc.,de la sociedad.Esta estructura internalizada determina los patrones que definen bueno-malo, útil o inútil, deseable o indeseable, hermoso o feo y las otras perspectivas de valor a través de las cuales nosotros visualizamos y juzgamos a nosotros mismos y a los demás.

      Dado que este sistema valórico es constituyente de nuestras personas, es necesario que los terapeutas sean conscientes de estos aspectos de sí mismos y no traten de evitarlos, ocultarlos o controlarlos, sino de incluirlos como parte de la relativización de su mirada y del rechazo a la idea de una única concepción del problema:“mucho de lo que el terapeuta llega a conocer debe ser deducido de aquello que experimenta a medida que interactúa con sus pacientes” (Aponte, 1985: 8).

      Esta manera de plantear el tema se deriva, sin duda, de la mirada de Rogers, de las terapeutas feministas, de Yalom, y de los constructivistas, pues son todos sostenedores de la importancia de que los terapeutas sean congruentes, auténticos y coherentes consigo mismos en su accionar.

      Los cambios que introdujo la segunda cibernética permitieron que,al decir de Cavagnis (2000: s/n):“El terapeuta se [preguntara] sobre su quehacer, [abandonara] el lugar de experto, [dejara] de pensarse neutral, [empezara] a tomar en cuenta sus resonancias, apareciendo los modelos conversacionales, las terapias narrativas, las colaborativas y otras”.

      Sin embargo, las exigencias, prescripciones y demás deberes seres para los terapeutas (en términos del silenciamiento de su emocionalidad en el contexto de las psicoterapias) perduran. Sigue existiendo el pensar las emociones como algo del mundo privado de cada persona y no como sucediendo dentro del espacio de la relación., y que aquellas que sientan los terapeutas son obstáculos que deben ser trabajados en los espacios de supervisión, terapia personal, y en el equipo.

      De esta forma, y pese a estar usando otro paradigma, se continuó proponiendo la disociación afectiva y emocional como la única forma de interacción deseable por parte de los terapeutas con sus pacientes:

      La