Enseñar a leer y escribir en educación inicial. María Cristina Solís Zañartu. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: María Cristina Solís Zañartu
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9789561426139
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necesita desarrollar un lenguaje más complejo que le permita comprender y participar en las experiencias de aprendizaje plenamente.

      Además del lenguaje receptivo y expresivo, tenemos un último aspecto del desarrollo del lenguaje, este es el llamado lenguaje articulado, considerado como la habilidad para emitir sonidos, fusionarlos y producir sílabas, palabras, frases y oraciones que expresan ideas. Así mismo, la articulación se relaciona con el adecuado funcionamiento de los órganos del aparato fono articulador. Algunos indicadores del lenguaje articulado son: la pronunciación correcta de los fonemas, la capacidad articulatoria para unir y enlazar fonemas para formar sílabas y palabras, y la capacidad para agrupar los fonemas en palabras, frases u oraciones que expresan ideas.

      Un tercer componente del lenguaje oral es la producción de textos orales, entendida como aquellas habilidades relacionadas con la creación de textos emitidos en situaciones orales específicas. Estos van aumentando en su nivel de complejidad a medida que los niños van desarrollando estas habilidades, las que comienzan con la narración de un texto para más adelante llegar a producir textos de carácter argumentativo.

      Ante todo, habría que decir que si bien el lenguaje oral está presente en las diversas actividades de la vida, requiere ser enseñando en forma explícita. Saber expresarse en forma correcta es una necesidad fundamental para poder desenvolverse en el medio social.

      Camps, A. (2004) señala diferentes usos y funciones del lenguaje oral en el aula, como son:

      • Hablar para regular la vida social: en la escuela el niño establece relaciones con personas diferentes a las de su medio familiar lo que le exige adecuar su conversación a nuevas situaciones, lo cual implica aprender nuevas formas de hablar.

      • Hablar para aprender y para aprender a pensar: en la escuela también se establecen diálogos para compartir y construir contenidos escolares, actitudinales y valóricos.

      • Hablar para leer y escribir: es evidente que las interacciones orales son indispensables para construir significado a partir de los textos. “Discutir para comprender, hablar para leer, hablar para escribir, escribir en colaboración…” (p. 42) esto refleja la importancia del lenguaje oral para la comprensión y producción escrita.

      • Hablar para aprender a hablar: los usos orales formales necesitan ser aprendidos, son tareas complejas que demandan preparación y que incluyen hablar y discutir con el profesor u otras personas (por ejemplo, hacer una exposición oral, presentar un trabajo, hacer una entrevista, etc.).

      Por último, menciona el lenguaje literario oral: es decir, la narración oral, recitación, lectura oral, audición de cuentos y poemas, canciones, presentaciones teatrales, entre otras. Lo anterior ayuda a construir esquemas mentales de géneros narrativos; favorece la pronunciación, el ritmo, el gusto por las imágenes y por los juegos verbales.

      Para extender el repertorio de lenguaje oral de los estudiantes, los profesores necesitan planificar para enseñar explícitamente diferentes formas y funciones del lenguaje. Cuando el habla está conectada al hacer, esto es, conectada a resolver un problema, diseñar algo, desarrollar un experimento, entre otros, involucra necesariamente pensar en voz alta, razonar, especular, formular ideas, explicar, justificar; todos, tipos de lenguaje necesarios para ser capaces de comunicar sus comprensiones. Claire Staab (1992) plantea que los profesores pueden ayudar a los niños dándoles amplias oportunidades de usar el lenguaje oral, hablando y escuchando, en la sala de clases.

      Rodríguez (1995), en tanto, señala que se debe apoyar a los niños en “la observación de los usos orales que tienen lugar en distintos entornos de la comunidad (familia, clubes, iglesias, supermercados, etc.), en los medios de comunicación, entre otros. La producción e interpretación de una amplia variedad de textos orales, y la reflexión acerca de variados recursos que ofrece la lengua (fónicos, morfosintácticas, léxicos y semánticos) para alcanzar distintas metas comunicativas” (p. 5).

      El desarrollo del lenguaje oral impacta a todos los ámbitos del currículum escolar, por lo tanto, la escuela debe crear las condiciones para que este se potencie, teniendo presente que los niños son los constructores de su lenguaje, y los educadores y padres son facilitadores de su desarrollo.

      Beuchat (1989) plantea que el escuchar y hablar son dos habilidades del lenguaje oral a las cuales la escuela debería otorgarles la misma importancia. La primera, el escuchar, definido como un proceso a través del cual el lenguaje hablado es convertido en significado en la mente. La autora distingue las siguientes formas de escuchar: escuchar atencional, escuchar analítico, escuchar apreciativo y escuchar marginal.

      En la escucha atencional el oyente focaliza su atención en un estímulo para obtener información y participar en forma activa. Por ejemplo, escuchar órdenes, instrucciones, mensajes.

      La escucha analítica se lleva a cabo cuando debemos analizar lo escuchado para responder o resolver algo. Tiene estrecha relación con la comprensión de lectura y va desde discriminar sonidos y clasificarlos, hasta tareas más complejas como responder guías de audición que implica comprender el material escuchado. En este caso el auditor escucha con el fin de ordenar secuencias, detectar detalles, establecer comparaciones, diferenciar realidad de fantasía, hacer inferencias sobre hechos y acontecimientos, establecer ideas importantes, entre otras.

      La escucha apreciativa se realiza por el simple hecho de disfrutar, gozar, deleitarse con lo que se escucha. Se desarrolla cuando, por ejemplo, escuchamos un hermoso cuento, una música, un poema o una conversación interesante. La persona centra su atención en el estímulo con el simple afán de recrearse, de apreciar, sin tener una pauta fija, ni con la finalidad de responder a preguntas o a una tarea determinada.

      La escucha marginal es cuando se escuchan otros estímulos u otros sonidos que están en otro plano sin proponérselo, como los sonidos del ambiente, la música de fondo, entre otros.

      Los diferentes tipos de escucha están presentes en el proceso educativo y exigen de parte del alumno dirigir la atención hacia el mensaje del otro (profesor u otro niño) y comprender bien la información. El desarrollo de la habilidad de escuchar en la escuela es indispensable para promover el desarrollo de la competencia comunicativa.

      Lugarini (1995) contempla las siguientes competencias del escuchar:

      • Competencia técnica: se refiere a la capacidad de identificar y reconocer los sonidos del habla en palabras aisladas, en una frase, la entonación (pregunta, orden, afirmación, exclamación, etc.).

      • Competencia semántica: distinguir la relación entre significados y significantes. El desarrollo de este componente debe abordarse desde dos perspectivas: comprensión y expresión.

      • Competencia sintáctica y textual: ser capaz de utilizar el orden, la concordancia, los pronombres, el sujeto y el predicado.

      • Competencia pragmática: reconoce la intención comunicativa, realiza inferencias, distingue ideas principales y secundarias. Consiste en utilizar el lenguaje en diferentes situaciones de comunicación e interacción social y, por tanto, con diferentes funciones o usos tales como pedir información, saludar, protestar, ordenar.

      Esta competencia se amplía y potencia cuando el educador estructura las situaciones lingüísticas y permite a los estudiantes expresar sentimientos y pensamientos, tomar la palabra, comunicarse con sus iguales, argumentar, en definitiva, valora el uso del lenguaje dentro de la sala y permite “jugar” con el lenguaje.

      • Competencia selectiva: capacidad para utilizar el mensaje con un propósito definido.

      La segunda habilidad, el hablar, es definida como un “proceso de codificación de un texto oral coherente, de acuerdo a la intención y finalidad determinada por el emisor en relación con el interlocutor y los contextos a través de estrategias verbales y no verbales” (Menéndez, s/f,