La ciudad de Nueva York, por ejemplo, contaba con grandes escenarios fijos, algunos de ellos eran promovidos con los calificativos de "cómodos y modernos", como el Rickett's Circus o el John Street Theatre. Otras ciudades gozaban de recursos semejantes, a fuerza de albergar comediantes de fuera, lo que además había dado frutos en la preparación de actores nacionales que luego derivarían en dinastías como los Booth, los Barrymore y los O'Neill. Boston, Filadelfia, Baltimore eran ciudades con respetables inversiones en espectáculos que solían ser rentables. Durante esos años, los escenarios estadounidenses recibieron a personajes de todo tipo, como Edmund Kean, John Kembles y Sara Bernhardt, entre los histriones, y Caruso, Duse y Tauber, entre la gente del bel canto. En 1832 una temporada de tres meses de ópera italiana llenó el Richmond Hill Theatre de Nueva York, bajo la dirección y asesoría del otrora colaborador de Mozart, Lorenzo da Ponte, libretista de Don Giovanni. Las bases del star system estaban sentadas, mientras que la afluencia de público, otro elemento indispensable para la supervivencia del teatro, estaba asegurada.
Autores como Kotzebue, bajo los auspicios de William Dunlap, empresario, director y escritor de la primera historia del teatro de Estados Unidos, vieron representadas en teatros tan serios como el Park Theatre de Nueva York hasta 14 de sus obras en una misma temporada (1799-1800). Dunlap es uno de los primeros dramaturgos de gran importancia y versatilidad. Llamado "el padre del teatro norteamericano",5 adaptaba a Kotzebue de modo a veces francamente plagiario. Escribió The Father of an Only Child (1789), una comedia doméstica; pero mejor que sus comedias (y plagios) fue una pieza dramática con tres títulos: Leicester o The Fatal Deception o The Profession of Guilt (1794). Fontainville Abbey (1795) contiene elementos de misterio semejantes a los del melodrama gótico, así como The Mysterious Monk (1796). Todas las anteriores dan testimonio de su versatilidad. Quizá su obra más importante sea André (1798), que trata de un soldado que pelea en la Guerra de Independencia. En el drama costumbrista Niagara hace un retrato tipológico de los inmigrantes irlandeses. Su más grande logro, empero, fue hacer del teatro una actividad tolerable a ojos de los puritanos.
En esta época se definen tendencias que identifican al resto del siglo. A través de su conocimiento de los medios inglés y francés, John Howard Payne introdujo el concepto de la well-made-play (obra "bien hecha", "de buena factura": la composición dramática que sigue una trama cuidadosamente ideada, aunque pueda ser del todo inverosímil, y una estructura perfecta de acuerdo con su propia lógica interna). También usó el "melodrama sentimental" o lacrimógeno. Lo suyo eran las situaciones convencionales: cartas falsificadas, documentos robados, matrimonios falsos, conflictos familiares. Julia o The Wanderer (1806), Adeline, the Victim of Seduction (1822), Love in the Humble Life (1822), Mrs. Smith o The Wife and the Widow (1823), The Spanish Husband o First and Last Love (1830), Thérèse, the Orphan of Geneva (1821) y Brutus o The Fall of Tarquin (1818) se cuentan entre sus innumerables producciones y dan testimonio de una vida dedicada al teatro profesional. Cuando colaboró con Washington Irving logró mejorar la calidad de su propio trabajo, en especial con Charles the Second o The Merry Monarch (1824). Un detalle de gran importancia que rodea a los dramaturgos de principios del siglo XIX es que muchas de sus obras se publicaban anónimamente, a fin de que sus compradores no identificaran el origen vernáculo o bien creyeran que eran producto extranjero.
Dadas las circunstancias, gente como James Nelson Barker pugnó por la existencia de una escritura nacional en su prólogo a Marmion o The Battle of Flodden Field (1812), si bien no era ésa la más norteamericana de sus piezas (aunque podría ser la mejor). Tears and Smiles (1807) fue un melodrama acerca de un estadounidense que deseaba refinarse en el extranjero. Ya que la mencionada Ponteach no fue llevada al escenario, su pieza The Indian Princess o La Belle Sauvage (1808) fue la primera en ser montada, entre una larga lista de obras de otros tantos autores que pretendían tratar la vida y hechos de los indígenas... de manera más artificial o supuestamente heroica o romántica. George Washington Parke Curtis, descendiente de Martha Washington, popularizó ese tipo de obras a partir de 1830 con su Pocahontas o The Settlers of Virginia. En ella, Pocahontas no es la virginal chiquilla atraída por el apuesto extranjero sino una mujer emancipada, ya convertida al cristianismo. En unos cuantos años este tipo de drama se convirtió en todo un género, de manera probable el más gustado, principalmente cuando fue popularizado por el actor y productor del momento, Edwin Forrest.
Como parte de la tendencia hacia el drama nacionalista, Mordecai M. Noah, abogado, diplomático y sionista, escribió obras históricas, como She Would Be a Soldier o The Plains of Chippewa (1819), una de su mejores piezas; su retrato de los acentos del sur es muy apreciable. Sus Marion o The Hero of Lake George (1821) y The Grecian Captive o The Fall of Athens (1822) muestran cuán importantes eran los temas heroicos y la lucha de liberación griega para los públicos estadounidenses del siglo XIX. Las obras que Samuel Woodworth escribió sobre la personalidad del yanqui fueron tan destacadas como las de otros sobre los indígenas o la Guerra de Independencia. En The Forest Rose o American Farmers (1825) consolidó la popularidad del tipo norteamericano por excelencia; se trataba de una "ópera pastoral" y fue una de las obras más gustadas antes de la Guerra Civil. Entre sus demás producciones destacan The Widow's Son (1825), The Cannibals (1833), Blue Laws (1833) y The Foundling of the Sea (1833). Completando el panorama tipológico y temático se debe citar que James Murdock introdujo el personaje de Sambó —un estereotipo de los negros posteriormente muy explotado tanto en el teatro como en la cultura popular— en The Triumphs of Love o Happy Reconciliations (1795), donde desplegó sus ideas abolicionistas en una pieza de mala calidad, errática trama y pobres caracterizaciones, pero interesantes posturas sobre la esclavitud. David Darling también se ocupó en forma seria de la esclavitud como problema indigno del nuevo país en Beaux without Belles o Ladies, Can We Do without You? (1820). El drama doméstico no podía dejar pasar los temas socioeconómicos: The Man of the Times o The Scarcity of Cash (1797) de John Beete introdujo la figura de un especulador de Wall Street, con todo y evasión de impuestos y demandas legales. Todas estas piezas apuntan hacia temas que seguirán definiendo el teatro de Estados Unidos hasta hoy: etnicidad, negocios, roles sociogenéricos, estereotipificación y demás.
La sequía en el ámbito mundial vino acompañada de la multiplicación de nuevos recursos mecánicos, lo que no pasó inadvertido para el show business. Asimismo, ésta es la época en que la figura del actor, en correspondencia con las peores interpretaciones del romanticismo, se convierte en el eje primordial del desarrollo teatral. El "actor trágico" Edwin Forrest fue el principal responsable de la popularidad de una obra llamada Caius Marius (1831), y también supo apoyarse en el efectismo y el ilusionismo que darían vida al de tiempos futuros, como la mayor parte de los teatristas de entonces. En A Trip to Niagara o Travels in America (1828), por ejemplo, una de sus obras "indias", Dunlap usó 8 000 metros cuadrados de lona para lograr un efecto panorámico en escena dentro de un montaje que, de acuerdo con el autor, tenía por objeto respaldar el trabajo del pintor y no lo contrario. En esta obra se advertía toda clase de paisajes: las cataratas del Niágara, el Bowery de Nueva York, el diorama de un barco que dejaba Nueva York con rumbo a Nueva Jersey en medio de una tormenta. Las monstruosidades de Dunlap y Forrest anuncian bien el gusto estadounidense por lo aparatoso. Como corolario están los "espectáculos llenos de pólvora", que incluyeron una representación en escena de la histórica batalla naval entre los barcos Constitution y Guerrière. "Tal como los años de 1830 a 1870 favorecieron al actor norteamericano, así también fueron favorables para el crecimiento y diversificación de los tipos de diversión escénica."6