En España las estadísticas arrojan cifras de altísimo riesgo en las mujeres que se separan o en las etapas posteriores a la ruptura. En 2003, 68 mujeres perdieron la vida. Siete de cada 10 asesinadas estaban en trámite de divorcio.5
El maltrato familiar puede ser protagonizado, como víctima, victimario o testigo, por cualquier miembro de la familia, en cualquiera de sus roles. Sin embargo, debemos subrayar nuevamente que los miembros más vulnerables dentro de una familia por su género, edad o condición, son las mujeres, los niños, los discapacitados y los ancianos.
En este capítulo nos referiremos al maltrato que sucede dentro de la relación de pareja. En el concepto «pareja» incluimos noviazgos, matrimonios, uniones de hecho, concubinatos, y toda forma de convivencia en pareja más o menos estable.
Como ya se mencionó, el maltrato hacia la mujer es histórico, atravesó todos los tiempos y todas las culturas. Sólo en los últimos años se lo ha puesto de relieve como violación a los derechos humanos. La Organización de las Naciones Unidas (ONU) ha subrayado que a pesar de que cualquier mujer –de distintos rangos etarios, sociales, económicos, raciales– puede ser objeto de maltrato, reconoce que hay sectores como “las mujeres indígenas, las refugiadas, las mujeres migrantes, las mujeres que habitan en comunidades rurales o remotas, las mujeres indigentes, las mujeres recluidas en instituciones o detenidas, las niñas, las mujeres con discapacidades, las ancianas y las mujeres en situaciones de conflicto son particularmente vulnerables a la violencia”6
En la sesión plenaria de diciembre de 1993, la ONU dictó la Declaración sobre la eliminación de la violencia contra la mujer, entendiéndola como:
Todo acto de violencia basado en el género que tiene como resultado posible o real, un daño físico, sexual o psicológico, incluidas las amenazas, la coerción o la privación arbitraria de la libertad, ya sea que ocurra en la vida pública o en la vida privada.7
Nuevamente nos conmueve que una relación tan íntima, tan comprometida, destinada a ser una fuente de placer y de crecimiento para ambos miembros, se convierta en un espacio destructivo y de tanto sufrimiento.
Porque no me afrentó un enemigo, lo cual habría soportado; ni se alzó contra mí el que me aborrecía, porque me hubiera ocultado de él; sino tú, hombre, al parecer íntimo mío, mi guía, y mi familiar; que juntos comunicábamos dulcemente los secretos, y andábamos en amistad en la casa de Dios.
Salmo 55.12-14 (RV60)
Estos textos son una alusión profética a la traición que Jesús experimentaría de parte de Judas, que nos muestra que el efecto del dolor es mayor cuando es causado por alguien en quien se ha confiado, del ámbito íntimo, o en quien se han puesto expectativas de cuidado, seguridad y bienestar.
Asimismo, porque sabemos que en nuestra sociedad la violencia en la pareja se subsume, en su mayor parte, bajo la violencia de género, en este capítulo usaremos deliberadamente el masculino para el agresor y el femenino para la víctima. Ser mujer, en este caso, constituye el primer factor de riesgo para ser víctima de violencia en la familia, en una sociedad en la que todavía el machismo está vigente en sus formas más crueles.
Ésta es una violencia con un componente específico que nunca se debe perder de vista. El factor riesgo es ser mujer y el mensaje que envía es de dominación o sumisión: es una estrategia necesaria para el sostenimiento de las relaciones patriarcales, tanto en el espacio público como en el privado.8
Para advertir sobre factores sociales que favorecen este tipo de violencia, la Organización Panamericana de la Salud expresa:
Los estudios en diversos entornos han documentado muchas normas y creencias sociales que apoyan la violencia contra la mujer, como las siguientes:
El hombre tiene derecho a imponer su dominio sobre una mujer y es considerado socialmente superior.
El hombre tiene derecho a castigar físicamente a una mujer por su comportamiento “incorrecto”.
La violencia física es una manera aceptable de resolver el conflicto en una relación.
Las relaciones sexuales son un derecho del hombre en el matrimonio.
La mujer debe tolerar la violencia para mantener unida a su familia.
Hay veces en las que una mujer merece ser golpeada.
La actividad sexual –incluida la violación– es un indicador de la masculinidad.
Las niñas son responsables de controlar los deseos sexuales de un hombre.9
No desconocemos que en una ínfima proporción son los hombres las víctimas de la violencia femenina (se considera en un 3% a 5% para la violencia física). Por razones de fuerza física, es más probable que, sobre sus parejas, ellas ejerzan maltrato emocional y verbal antes que maltrato físico. Recordemos que la violencia es propiciada por el abuso de poder de los más fuertes sobre los más débiles. En ocasiones, el «débil» es el hombre, en especial en estos tiempos de tanta desocupación que causa desvalorización y depresión en el varón. A esto se suma el avance de la mujer en el mercado laboral, lo que la pone a veces en situación de mayor poder que su marido.
En los casos de «violencia cruzada», ambos miembros de la pareja tienen conductas de maltrato, protagonizando episodios recurrentes y cíclicos para volver más tarde a etapas de mayor tranquilidad y calma. Cabe destacar que en la así llamada «violencia cruzada», ocasionalmente uno de ellos –generalmente la mujer– aprende a defenderse usando las mismas armas con las que fue atacada reiteradas veces. En lugar de salir del círculo abusivo, ahora ella también responde con violencia como respuesta al maltrato recibido por parte de su compañero y como modo de defensa frente al mismo.
Una de las formas más comunes de violencia contra la mujer es la infligida por su marido o pareja masculina. Esto contrasta sobremanera con la situación de los hombres, mucho más expuestos a sufrir agresiones de extraños o de conocidos que de personas de su círculo íntimo. El hecho de que las mujeres a menudo tengan vínculos afectivos con el hombre que las maltrata y dependan económicamente de él, ejerce gran influencia sobre la dinámica del maltrato y las estrategias para hacerle frente.
La violencia en la pareja se produce en todos los países, independientemente del grupo social, económico, religioso o cultural. Aunque las mujeres pueden agredir a sus parejas masculinas, y la violencia también se da a veces en las parejas del mismo sexo, la violencia en la pareja es soportada en proporción abrumadora por las mujeres e infligida por los hombres. Por este motivo, en el presente capítulo se abordará el tema de la violencia infligida por los hombres a sus parejas.
Desde hace mucho tiempo, las organizaciones de mujeres en todo el mundo han venido denunciando la violencia contra la mujer, en particular la infligida por su pareja. Gracias a sus esfuerzos, la violencia contra la mujer en la relación de pareja se ha convertido en un motivo de preocupación internacional. Considerada inicialmente como un tema sobre todo de derechos humanos, la violencia masculina en la pareja se ve cada vez más como un problema importante de salud pública.10
Tipos de maltrato
De acuerdo al tipo de fuerza que se emplee, la violencia puede ser:
física;
emocional o psicológica;
sexual;
patrimonial o financiera;
simbólica.
Independientemente de la intencionalidad consciente del agresor, siempre que hay maltrato se produce un daño a la persona agredida. Por lo general, la relación abusiva incluye distintos tipos de maltrato, los que se superponen, refuerzan o complementan. El maltrato puede ser físico, psicológico o patrimonial, pero el daño común a todas las formas de maltrato es el emocional, el que deja en la víctima huellas a largo plazo, muchas veces invisibles pero no por eso menos reales.
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