Barradas (2015) analiza cuatro periodos de gobiernos mexicanos: desde el mandato de Lázaro Cárdenas (1934-1940) hasta el de Adolfo Ruiz Cortines (1952-1958). También propone una relación directa entre las políticas de Estado y la situación de la industria cinematográfica en México. Basado en esta perspectiva, este autor define la edad de oro del cine mexicano como “un periodo colmado de producciones cinematográficas exitosas, ya sea por el manejo de la estética, su temática, o el impacto que hayan tenido en taquilla, tanto en México como en el extranjero, secundadas por los diversos acontecimientos vividos en la industria del cine mexicano durante este periodo” (p. 139).
Esta bonanza fue posible gracias a la confluencia de varias condiciones: además del ya mencionado impulso de los Estados Unidos debido a la guerra mundial, surgió una nueva generación de realizadores y se constituyó un star system local basado en el modelo de Hollywood. J. King (1994, p. 346) añade que la industria mexicana de este periodo tuvo éxito gracias a la adecuada explotación de dos o tres géneros conocidos. Sisk (2011) difiere al afirmar que el cine de la época de oro no fue una simple imitación, “sino que se adaptaron los estilos para acoplarse a otro público con otras sensibilidades, usando personalidades y panoramas locales” (p. 165).
Este periodo fue fundamental para el cine mexicano, pues le permitió contar con estrategias de exportación, formación de distribuidoras nacionales y la creación de una red de salas de exhibición en el exterior. En palabras de Paranaguá (2003): “Fue la única cinematografía latinoamericana que compitió con Hollywood en su mismo terreno y con sus mismas armas, aunque la desproporción era inmensa, insoslayable” (p. 24).
La estructura de producción que se consolidó en México durante la época tuvo desde el principio una participación directa del Gobierno, circunstancia que permitió a los cineastas acceder a créditos y a difusión dentro y fuera de sus fronteras. Esta vinculación entre Estado y cine trajo también una estrecha relación con el Partido Revolucionario Institucional (PRI) que después de ser el triunfador de la Revolución mexicana ha estado al frente de los órganos de poder del país desde entonces con breves intermitencias.9
Barradas (2015) demuestra para el caso mexicano la importancia de las políticas gubernamentales en el desarrollo industrial y cultural del cine nacional.10 Este autor argumenta, por ejemplo, que durante el Gobierno de Lázaro Cárdenas (1934-1940) se admitieron más de cuarenta mil refugiados españoles víctimas de la Guerra Civil. Gracias a esta política de Estado fue posible la llegada a México de una élite intelectual internacional. “Tal vez fueron necesarios todos estos acontecimientos para que no solo floreciera, sino que madurara un movimiento estético y artístico de tendencias izquierdistas que daría esplendor al desarrollo de la historia de las artes en México” (Barradas, 2015, p. 23).
La Revolución mexicana fue crucial y ejerció una fuerte influencia en el círculo intelectual mexicano que vivió un momento de auge, marcado por una ideología nacionalista y de izquierda. En los primeros años de la edad de oro, se presentaron siete películas sobre este tema y ocho de historias costumbristas sobre el ambiente ranchero, subgénero que sería fundamental para el cine mexicano y que suele asociarse con frecuencia como signo distintivo de este periodo. En ambas tendencias, aparece con fuerza el nombre de Fernando de Fuentes que presentó el mismo año dos películas notables: ¡Vámonos con Pancho Villa! (De Fuentes, 1936) y Allá en el rancho grande (De Fuentes, 1936), considerada la piedra angular de este periodo de bonanza del cine mexicano. A partir del éxito de estas cintas, el presidente Cárdenas asume como política de Estado el respaldo a la industria del cine mexicano, en algunos casos como productor y en otros promulgando leyes favorables al cine nacional.
El predominio del Partido de la Revolución Mexicana (PRM) y luego como PRI en el poder durante buena parte de la historia republicana de México es significativo porque implica que las políticas del Estado están directamente relacionadas con las políticas de un partido. El cambio de nombre que implica unir en la misma denominación lo institucional y lo revolucionario, aparentemente paradójico, implica una declaración de principios de asumir los principios de la Revolución como “una institución a cargo del Estado y del partido” (Barradas, 2015, p. 39).
La importancia del cine de la edad de oro va más allá de mostrar un modelo industrial moderadamente exitoso (con la ayuda de un cine norteamericano menguado por la guerra), pues instauró en América Latina y en el resto del mundo la representación de la cultura popular mexicana, por lo que promovió la música y los actores mexicanos, y una narrativa maniquea de pobres-buenos versus ricos-malvados, que en el fondo romantiza la pobreza e instaura en las clases bajas el sueño de Cenicienta: salir de la miseria y obtener lo que se merece. Sobre la relación, en este periodo, entre políticas gubernamentales y cine mexicano, Barradas (2015, p. 133) presenta algunos datos relevantes:
Durante el Gobierno de Lázaro Cárdenas (1934-1940), inicia la edad de oro y se presentan iniciativas como la creación de un banco refaccionario cinematográfico y un decreto presidencial que impulsa la exhibición de, al menos, una película mexicana al mes. Su interés de preservar el espíritu de la Revolución mexicana se vio materializado en una buena cantidad de películas que exaltaban sus líderes y la vida campesina.
Durante el Gobierno de Ávila Camacho (1940-1948), se crea el Departamento de Supervisión Cinematográfica y el Banco Cinematográfico, se fundan los estudios Churubusco y la Academia de Ciencias y Artes Cinematográficas (que impulsó la creación del premio Ariel al cine mexicano).
Durante el Gobierno de Miguel Alemán (1946-1952), se creó la Ley Federal de la Industria Cinematográfica, se fusionaron los estudios Churubusco y Azteca, y se empieza a destacar el monopolio del industrial William Jenkins.11 Su política de Estado, basada en la modernidad, se ve reflejada en películas como Una familia de tantas (Galindo, 1948), El rey del barrio (Martínez, 1949) y En la palma de tu mano (Gavaldón, 1950), en las que se ven los procesos cambiantes de la ciudad y sus diferentes escenarios.
Durante el Gobierno de Adolfo Ruiz Cortines (1952-1958), se establece un plan de reestructuración de la industria cinematográfica llamado Plan Garduño que busca disminuir la crisis generada por el monopolio de la producción y distribución de películas. El citado plan permitió que no bajara la cantidad de películas producidas pero sí su calidad, y una serie de fenómenos12 impidió el rescate del cine mexicano de su crisis y el declive de la edad de oro.
Cine de ficheras y chanchadas
Al observar desprevenidamente un buen número de películas de distintos países latinoamericanos, inscritas en lo que se denomina comúnmente cine popular, es posible encontrar grandes similitudes. Una de las más importantes tiene que ver con el hecho de que las clases bajas aparecen como protagonistas de las historias y sus acciones terminan justificándose narrativamente por las difíciles condiciones de vida y las injusticias a las que se han visto sometidos. Dos antecedentes históricos importantes son el cine de ficheras en México y las chanchadas en Brasil.
En la década de 1940, surgió en México una serie de películas que tomaron como escenario principal los prostíbulos (ficheras) para presentar historias melodramáticas protagonizadas por “buenas mujeres” víctimas de las circunstancias que en medio de la desesperación optan por la prostitución o, al menos, por trabajar en bares, prostíbulos o cabarets pero en el fondo quieren llevar una vida decente. A pesar de la crudeza de la temática, estas películas comparten un trasfondo moral justificado en el deseo de las prostitutas de ser “rehabilitadas”. A las películas que compartieron esta temática y tratamiento se les denominó cine de ficheras.
P. Torres (2011, p. 24) plantea que en estas historias las mujeres, que han sido empujadas por las circunstancias a ejercer la prostitución, ejercen un papel activo y fuerte, por lo que lidian con las dificultades