La Ley Federal de Cinematografía de 29 de diciembre de 1992 es bastante amplia cuando define lo que se entiende por industria cinematográfica mexicana al señalar, en su capítulo 3: “Se entiende por industria cinematográfica nacional al conjunto de personas físicas o morales cuya actividad habitual o transitoria sea la creación, realización, producción, distribución, exhibición, comercialización, fomento, rescate y preservación de las películas cinematográficas”.
La Comisión Federal de Reforma Regulatoria (2011) hace un balance positivo de la actividad de la industria mexicana impulsada por las recientes modificaciones hechas a la Ley Federal de Cinematografía de 29 de diciembre de 1992 al plantear que “en México se promovió la transformación de una industria cinematográfica decadente, a una industria vigorosa y creciente, mediante la modificación al marco regulatorio en 1992 y 1999” (p. 33). Anterior a la modificación de esta ley ya se habían hecho modificaciones a la Ley Federal del Derecho de Autor de 24 de diciembre de 1996, lo que despertó suspicacias con respecto a la negociación que entonces se estaba dando entre México, Canadá y los Estados Unidos para la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN).
La Comisión Federal de Reforma Regulatoria (2011) elabora un interesante panorama de las fortalezas y debilidades de la industria cinematográfica mexicana y sus posibilidades competitivas en el entorno internacional, así como de las reformas a las leyes que rigen la actividad cinematográfica en el país:
Existe un verdadero dinamismo en la exhibición de películas en salas cinematográficas y un incremento considerable en la producción de películas nacionales. El problema radica en que las películas de producción nacional no han podido penetrar de manera significativa en el mercado, ya que apenas producen un ingreso equivalente al 5.57 % del total de la industria y una asistencia del 6.06 % de las asistencias totales de la industria, pese a que representan el 17.65 % de las películas que son exhibidas en el país. Esta situación contrasta con las producciones de Estados Unidos las cuales representan el 55.08 % de las películas exhibidas en México, pero que generan ingresos en el orden del 91.13 % del total y el 90.45 % de las asistencias o entradas a salas en México. (p. 33)
Para las leyes colombianas, se entiende por obra cinematográfica nacional aquella que posea un capital colombiano del 51 % como mínimo, con personal técnico del 51 % mínimo y artístico, que no sea inferior al 70 %, que su duración en pantalla sea de setenta minutos o más y para televisión de cincuenta y dos minutos o más. En una revisión de 2013, se añadió que una película podría ser colombiana si contaba entre su personal con director, dos protagonistas y cuatro técnicos principales o dos protagonistas y seis técnicos principales, en caso de que el director no sea colombiano.
Esta nueva definición es mucho más laxa y permite extender la cifra de producciones consideradas colombianas a algunos proyectos internacionales con participación de colombianos y, especialmente, a las películas que sean filmadas al amparo de la Ley 1556/2012, de 9 de julio.
En el entorno actual, se hace particularmente difícil definir la nacionalidad de una película, debido a que las coproducciones son uno de los mecanismos de financiación más usados por las películas latinoamericanas; los directores hispanoamericanos emigran a otros países por razones políticas (exilio) o económicas (contratación por parte de Hollywood) y los actores más reconocidos son contratados por películas de muchos países con el fin de abrir nuevos mercados. Además, las majors de Hollywood producen actualmente películas y programas de televisión en los países de América Latina como estrategia financiera y de mercadeo, con talento norteamericano y local, y son los mayores distribuidores de películas de todo el mundo, teniendo una participación económica activa en muchas de ellas.
Así como se hace difícil definir la nacionalidad de una película también lo es determinar su fecha. Las estadísticas en muchos países son confusas, pues la misma película puede aparecer varias veces en sus registros o figurar en distintos años según los indicadores de medición. Hay un relativo consenso en que la fecha oficial de una película es la de su estreno comercial (independiente de su fecha de producción o de su presentación en festivales de cine), pero en las estadísticas a veces las películas aparecen vinculadas al año de su realización y no al de su estreno (muchas de ellas no son estrenadas o se estrenan con años de retraso), y en las más exitosas en taquilla, sus cifras pueden también aportar y de alguna manera inflar las estadísticas de varios años cuando son estrenadas en el último trimestre y continúan en salas el año siguiente.
Hitos y movimientos del cine latinoamericano con influencia en el cine colombiano
Se ha mencionado muchas veces que el movimiento más importante de la historia del cine latinoamericano fue el cinema novo brasileño. Antes de la década de 1960, el único país que vivió un periodo de inmensa prosperidad, amparada y patrocinada por los Estados Unidos, fue México, que después de la Segunda Guerra Mundial, y gracias a la posición política de su rival en la región, Argentina, logró ser un amplio líder del mercado latinoamericano, e inauguró lo que se conoce como la edad de oro del cine mexicano. Este periodo no solo significó un enorme despegue para la industria mexicana, sino también la adopción de su star system propio y la exportación de modelos de producción, técnicas y estéticas a otros países latinoamericanos, que también aprendieron a hacer cine bajo la influencia de los mexicanos.
Hasta la década de 1960, el cine latinoamericano era reflejo o reacción de las tendencias cinematográficas mundiales marcadas desde Hollywood o desde Europa. A estas dos vías, los cineastas argentinos del movimiento cine liberación propusieron como alternativa una tercera mirada, netamente latinoamericana, que no se limitara a adaptar el sistema de los estudios de Hollywood, ni el modelo del cine de autor. En medio de una ola de dictaduras en Suramérica, en la década de 1970, los cineastas intentaron promover las ideas revolucionarias a través del cine y poniendo las imágenes y sonidos al servicio del “pueblo”. Movimientos como el Grupo Ukamau en Bolivia, cine liberación en Argentina, el cine posrevolucionario en Cuba y el documentalismo colombiano de Martha Rodríguez y Jorge Silva son algunos de los que agruparon a una generación de cineastas de izquierda con altas pretensiones políticas.
En la década de 1990, surge el último gran movimiento latinoamericano: el nuevo cine argentino como resultado del ejercicio académico de las nuevas generaciones de cineastas formados en las escuelas de cine argentinas en un auge que permitió que allí confluyera una gran cantidad de cineastas provenientes no solo de Argentina sino de varios países latinoamericanos. Este movimiento proclamó un nuevo tipo de cine que podría verse también como heredero de la nueva ola francesa, pero que, fundamentalmente, está centrado en el ser humano, sus emociones y angustias, y en líneas generales, evita la estructura clásica de Hollywood y su construcción de tramas y personajes.
La edad de oro del cine mexicano
Este periodo se caracterizó por la creación de un sistema industrial sólido en México que intentó construir un pequeño Hollywood con gran influencia en América Latina y su propio star system, aunque con un estilo muy propio, dirigido al público latinoamericano y explotando, según De Andrade (1982), dos o tres géneros conocidos (fundamentalmente el melodrama y la comedia costumbrista). Este cine incluye una nueva lista de temas, escenarios e imaginarios: la inocencia rural, la vecindad y el arrabal, la Revolución mexicana y el melodrama familiar que aseguraba la hegemonía de valores tradicionales. La pobreza, desde entonces, fue romantizada7 y se generó el estereotipo de los pobres buenos versus los ricos malvados.
Aunque hay cierto consenso en reconocer la existencia de este periodo para el cine mexicano, hay diferencias en su periodización. Para E. García (1998, p. 120), la edad de oro del cine mexicano coincide con la época de pleno apogeo de la Segunda Guerra Mundial