El silencio, camino a la sabiduría. Rosana Navarro. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Rosana Navarro
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Сделай Сам
Год издания: 0
isbn: 9788418307867
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considerablemente.

      No puedo obviar una experiencia vivida recientemente, la cual me dejó verdaderamente perpleja, pues va más allá de lo que verse atrapado en la vida de nuestros predecesores puede significar. Necesitaba comprar una olla exprés y decidí hacerlo en una pequeña tienda de mi barrio como apoyo al pequeño comerciante, aunque debo reconocer que en este caso en concreto no fue una buena idea. Mi madre, al igual que el resto de las vecinas, solía hacer sus compras en este establecimiento en los tiempos en los que yo era niña, el cual está actualmente gestionado por el hijo de los antiguos dueños, al que recuerdo haber visto toda la vida en el mismo lugar. La cuestión es que unos meses después de haberla comprado, y tras haber comprobado que estaba defectuosa, decidí llevarla a la tienda para que este señor me diera una solución, puesto que estaba en garantía, a lo que mirándome como si fuera idiota y hablándome en tono despectivo me dijo que la dejase allí, que lo comprobaría y que ya me avisaría. Una semana más tarde me llamó para informarme de que podía ir a recogerla, después de haberla arreglado. Cuando llegué, lejos de atenderme como lo haría un profesional, sin razón alguna y fuera de sí, empezó a acusarme de una serie de barbaridades verdaderamente surrealistas, como fue el decir que la había roto yo misma con un destornillador, a lo que yo me quedé atónita, pues no podía creer lo que estaba viendo ni escuchando, era tremendamente ridículo. Frente a la cantidad de sandeces que estaba diciendo, le contesté que no le consentía que me hablara así y, como reacción a esto, perdiendo los nervios y temblando por la inmensa rabia que existía en él, desmontó la pieza reparada de la olla para entregármela en el estado anterior, es decir, rota. En aquel momento lo único que pude ver fue al hombre de las cavernas, encerrado en la misma cueva durante toda su vida, sin alegría, sin evolución, sin profesionalidad, sin elección. En los negocios más importantes, posiblemente la meta estará ya establecida desde pequeños, la cual será la de continuar con el negocio familiar creado en el pasado. Pero no solo significaría esta decisión obviar quizás los propios deseos, sino que en muchos casos se deberá aceptar el condicionante de vivir a la sombra de los padres o abuelos creadores del pequeño o gran imperio aguantando comparaciones y juicios, lo que derivaría en un esfuerzo extra en el intento por demostrar que somos buenos en ello, a la vez que mantener el listón que los antecesores dejaron en su día, aunque a ojos de los demás el haber heredado el gran negocio se pueda percibir como un verdadero éxito. Sin embargo, este no será real a no ser que nuestras acciones se produzcan desde nuestro más profundo ser, sin juicios, libres de cualquier prisión del pasado que condicione el presente.

      Para la mayoría de nosotros bastará con encontrar un trabajo que nos permita pagar las facturas, así que en momentos de necesidad, como es mi caso actual, el trabajo de representante podría ser una buena salida «aparente» para muchas desempleadas o desempleados que buscan soluciones a su desasosiego, siendo este tipo de ofertas numerosas allá dónde se busquen y la tentación de intentarlo también, así como la engañosa imagen que nos proporcionará al vestir con traje y llevar una cartera. Pero no todo es oro lo que reluce, pues en muchos casos el empleado en cuestión deberá pagar sus propios gastos en dietas como también el vehículo para desplazarse, además, su sueldo dependerá de un tanto por ciento de lo que venda, algo que en mi opinión debe de causar mucho estrés, pues en caso de ir mal las ventas el sueldo sería inexistente, ahora bien, se trata del negocio redondo para la empresa, pues en estos casos esta no arriesgará nada. Yo misma casi caigo en la tentación de iniciar una aventura como representante no hace mucho tiempo, debido a lo desesperada que me encontraba, sin ser lo que realmente quería. Se trataba de venta de cosméticos a domicilio. Debido a la presión económica y social que tenía en aquel momento no podía pensar con claridad, así que cuando una amiga me habló de una persona que se dedicaba a esto desde hacía algunos años y a la cual le iba muy bien, le pedí su teléfono para ponerme en contacto con ella y así quedamos en vernos en mi casa para que me informara sobre el funcionamiento de dicha actividad. La señora que en aquel momento intentó convencerme para entrar en la rueda de ventas obtendría beneficios no solo de las ventas que ella misma hacía, sino también de las personas reclutadas. Para poder empezar a vender primero tendría que comprar el producto, es decir, pagar dinero antes de ingresar, para intentar venderlos más tarde, si me era posible, y conforme la demanda fuera mayor mi inversión también tendría que serlo, para finalmente quedarme enredada en una rueda de compraventa de difícil salida, a no ser que se diera por perdida toda la inversión. Para iniciarme en ello, según me aconsejó esta persona, debía llamar a familiares y amigos, poniéndolos en un compromiso no solo para que asistieran a la reunión, sino también para que a su vez vinieran acompañados de otras personas a la demostración del producto, con la intención de convencerlas para comprarlo. Evidentemente, el primer día que esta señora vino a explicarme el negocio en cuestión derrochaba simpatía y optimismo, me iba a ayudar prestándome algunos productos para no tener que invertir en un principio y cuando las ventas empezaran a producirse, yo le devolvería este dinero. Me contó algunas historias sobre cómo había llegado al «éxito» profesional, consiguiendo incentivos y algún viaje pagado por la empresa y de lo maravillosamente feliz que se sentía. También me animó a acompañarla a vender por la calle para así coger experiencia, explicándome que iríamos «bien vestidas» con una minifalda, medias negras y unos buenos tacones, además de ir bien maquilladas, para sentarnos en cualquier cafetería dónde al mismo tiempo que tomaríamos algo observaríamos a las posibles presas a las que arrollaríamos muy sutilmente. La verdad es que todo aquello me parecía tremendo y no tenía ningún sentido para mí. Ese fin de semana, muy a pesar mío, llamé a algunas de mis amigas y familiares para concertar algunas reuniones, todo esto me hacía sentir muy incómoda, pero la desesperación me nubló el sentido común por un instante. Dentro de mí existía una lucha entre lo que debía hacer por no tener otra posibilidad y lo que iba totalmente en contra de mí misma, esto me creaba un gran estrés, le daba vueltas y vueltas en mi cabeza sin poder encontrar una solución rápida para huir de aquella oscura pesadilla. Afortunadamente, la solución vino sola.

      Unos días más tarde, esta persona volvió a venir a mi casa para concretar detalles, pero en esta ocasión la generosidad y la simpatía habían desaparecido misteriosamente y donde dije digo, digo Diego. Ahora ya no me prestaría el producto, debería comprarlo yo misma, es decir, que tendría que pagar para poder empezar a trabajar y además tampoco me guiaría en las primeras ventas, sin embargo, nada de esto me importaba, pues en ese instante pude despertar al miedo que me mantuvo bloqueada durante unas semanas, por no tener ingresos, y reaccionar ante lo que sin duda no quería en mi vida.

      Curiosamente, hace poco me encontré con un caso similar, aunque sin buscarlo. Necesitaba una pieza de repuesto para un robot de cocina, así que llamé a una de las agentes de mi ciudad para ver si me la podía proporcionar. Quedamos en que pasaría por su casa a recogerla y así lo hice, pero cuál fue mi sorpresa al descubrir que no solo me iba a vender esta pieza, sino que primero aprovecharía para venderme la última versión de este robot, al ver que no podía convencerme intentó reclutarme como vendedora, hasta aquí todo más o menos normal dentro del trabajo propio de un representante, aunque el tono utilizado fuera un tanto agresivo, pero lo sorprendente fue cuando casi me obligó a organizar reuniones en mi casa e invitar a otras personas porque tenía que ayudarla en sus ventas, amenazándome que de no ser así no me suministraría más recambios. Naturalmente, entre una conversación y otra me habló de lo maravillosamente bien que le iba en este negocio y de cómo había triunfado tras algunos años de esfuerzo, dando en las narices a amistades que pensaron tal y cual de ella… y mientras ella hablaba y hablaba, yo, boquiabierta, observaba cómo sus palabras estaban vacías frente a un semblante lleno de rabia. Muchas veces nos esforzaremos por crear la imagen perfecta con la intención de ser aceptados por los demás, para acabar siendo tragados por esta hasta perder nuestra identidad, derivando esto en una vida pobre y falsa de la que seremos fantasmas deambulando en la niebla de las contradicciones, puesto que nuestra verdad más absoluta estará oculta bajo el disfraz del ego.

      Desde tiempos inmemorables la actividad del trabajo ha sido desarrollada con el único fin de sobrevivir en la mayoría de los casos, y como no podía ser menos nuestro ego ha sacado provecho de esta necesidad llevando al ser humano hacia la esclavitud, la explotación, el sufrimiento y el miedo, una herencia que se extenderá a través de las generaciones en un continuo desasosiego debido a una vida ya decidida a la