El silencio, camino a la sabiduría. Rosana Navarro. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Rosana Navarro
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Сделай Сам
Год издания: 0
isbn: 9788418307867
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suficientes para afrontarlo. La mayoría de los días volvía a mi casa llorando, después me perdía en un temario aburrido y sin sentido, intentando con todas mis fuerzas memorizar artículos, leyes y fechas que no me decían nada en absoluto mientras mi mente se alejaba de todo lo ocurrido, pero a intervalos sin duda reaparecían las imágenes de la desagradable experiencia vivida. Finalmente, la cuidadora se haría cargo de ella de lunes a sábado y los domingos los pasaría conmigo, de esta forma recuperaría parte de mi independencia, aunque tristemente no de mi bienestar. Algo dentro de mí no funcionaba y se expresaba tanto en mi estado de ánimo como en mi salud física, y aunque luchaba todos los días contra ello y me autoconvencía una y otra vez de que todo iba bien y de que mi meta era la oposición, no había nada de cierto en aquello, algo extraño estaba ocurriendo en mi interior, aunque no podía comprender de qué se trataba.

      Llegó la fecha del primer examen, había pasado las últimas semanas totalmente concentrada, incluso los niños pasaron más tiempo con su padre para que yo pudiera estudiar. La oposición constaría de cuatro exámenes; mecanografía, informática, temario y supuestos prácticos. Se trataba de pruebas eliminatorias, por lo tanto, suspender alguna de ellas supondría la eliminación directa de la convocatoria.

      El día de la prueba me levanté bastante tranquila, o eso pensaba yo, desayuné, sin tomar café que me alterara, y me marché casi con el tiempo justo para no tener que esperar demasiado rato junto al resto de opositores en el lugar convocado, no quería ponerme nerviosa. Éramos muchos los que nos examinábamos y todos esperábamos impacientes para entrar en la sala donde se efectuaría el examen. Cuando llegó el momento empezaron a llamar uno a uno a los candidatos, teniendo que identificarnos con el DNI antes de entrar al salón donde se encontraban todos los ordenadores para realizar la prueba. A medida que entrábamos, nos sentábamos delante de alguno de los ordenadores de los muchos que había a disposición de los opositores en la sala, llevando algunos su propio teclado, algo que yo debería haber hecho, pero que no hice por un exceso de confianza. Una vez sentados nos entregaron las instrucciones de la prueba y el texto a escribir, tan solo cabía esperar a que se iniciara el tiempo para realizarlo, entonces coloqué mis dedos encima del teclado, respiré profundamente intentando tranquilizarme y unos segundos después alguien dio la orden de comenzar. Cuando me dispuse a copiar el texto, mis dedos decidieron tener vida propia haciendo caso omiso a lo que mi mente les dictaba, funcionaban de forma independiente como si pertenecieran a la persona que estaba sentada a mi lado, era imposible hacerme con ellos, habían perdido la fuerza y golpeaban las teclas equivocadas. Nada de lo que escribía tenía sentido, ni una sola palabra era correcta, los miraba e intentaba hacerme con su control, pero fue imposible, entonces empecé a ser consciente de lo que estaba ocurriendo, un sudor frío se propagaba por toda la cabeza, la boca la tenía seca, me temblaban todos los músculos del cuerpo y no podía respirar. Miraba al resto de opositores cómo escribían el texto sin problema con absoluta concentración y rapidez, esto me recordaba a un sueño angustiante que tenía cuando era una niña, en las ocasiones en las que tenía fiebre, en el que yo y una señora sentada junto a mí liábamos cada una un ovillo de lana distinto, aunque ella siempre lo haría lentamente, pero con más efectividad, pues por mucho que yo corriera mi ovillo siempre sería más pequeño. Me sentía idiota, pasaban los minutos e intentaba tranquilizarme pensando que todavía tendría tiempo para remontar el texto, pero mis dedos continuaban sin pertenecerme. Un minuto más tarde dieron por finalizado el examen, lo siguiente que debíamos hacer era guardar el texto copiado en la carpeta que nos habían indicado, después uno a uno y en silencio abandonaríamos la sala. Al salir del edificio respiré profundamente, estaba confundida, en shock, no lograba entender lo que había sucedido, me acababa de invadir una sensación desagradable, oscura y espesa. Entonces, de forma automática, las herramientas necesarias para evadir lo que en aquel momento no podía asimilar se pusieron en funcionamiento, con pensamientos de autoconvencimiento como que quizás habría salvado el examen puesto que dominaba la mecanografía a la perfección, que a lo mejor inconscientemente mis dedos habían tocado las teclas correctas, bla, bla, bla... No podía hacer nada al respecto excepto esperar los resultados, así que cuando estos fueron publicados, como era de esperar, no hubo ninguna sorpresa al comprobar que efectivamente estaba suspendida. La «oportunidad de mi vida», según mis pensamientos del momento, se había esfumado. Me había aferrado a la idea de que solo este tipo de trabajo me podría proporcionar estabilidad y, por lo tanto, sin él estaría perdida en un mundo laboral con amplios horarios, jornales irrisorios y quién sabe si condiciones precarias. Absolutamente ofuscada por el temor de la nada, caminaba entre la oscuridad sin saber muy bien hacia dónde debía dirigirme, pero todavía disponía de un año para poder encontrar un buen trabajo, antes de que espirara el plazo de la manutención que cobraba. Los exámenes habían terminado para mí y, por lo tanto, mi malestar interno debería de haber cesado, sin embargo, cada vez se acrecentaba más y me sentía muy débil, perdí bastante peso y la expresión de mi cara exteriorizaba angustia y tensión.

      Tras este último fracaso decidí resolver algunos asuntos pendientes, los cuales me había sido imposible solucionar antes, mientras tanto, llegarían las Navidades, y a pesar de que no estaba en mi mejor momento, las pasé lo mejor que pude, sobre todo por mis hijos, por los que tuve que hacer un gran esfuerzo. Intentaba hacer vida normal en el día a día con ellos, además de llevar la supervisión de mi madre, aunque mantenerme de pie sin caer al precipicio de la desesperación ya sería suficiente en ese momento. Las ideas a las que estaba sujeta por aquel entonces, creyendo que solo un trabajo seguro me salvaría de la desgracia, se convertirían en el mayor obstáculo para poder avanzar, impidiendo estar abierta a posibilidades infinitas. Esto hacía de mí una persona triste, angustiada y limitada, definitivamente había caído en el vacío personal y el desasosiego se había apoderado de mí. Mi cuerpo entonces empezó a comunicarse conmigo a la vez que mi corazón, pero mi mente hacía tanto ruido con juicios y comentarios que era prácticamente imposible poder escucharlos, de haberlo hecho habría podido percibir cómo mi verdadera yo me indicaba que todo iba a salir bien y que esa idea tan solo se trataba de una vía elegida por el miedo, el cual me incitaba a buscar seguridad en el lugar equivocado. Nada externo podría darme la certidumbre que tanto anhelaba, pues la carencia de esta se encontraba únicamente en mí, en la desconexión con mi verdadera naturaleza, espacio desde el cual todo tomaría sentido una vez encontrado, desvaneciéndose así los desequilibrios que tanto dolor me producían. Allí encontraría la energía suficiente para actuar de la forma más adecuada sin ser arrastrada por las opiniones o emociones negativas que me paralizaban, pero para poder llegar hasta él haría falta serenar mi mente, pues sería solo desde el silencio interior que podría ver la autenticidad que en mí se hallaba.

      Unos meses después, algunos conocidos me preguntaron cuál sería la próxima oposición a la que me presentaría y por un instante, quizás, volvía a tener la tentación de actuar con el temor y la ofuscación que me producía un futuro incierto, sin embargo, el recuerdo de lo experimentado en el último examen y la sensación de que esta vía nada tenía que ver conmigo, aclaraba muchas razones por las cuales no tomaría esa salida, por lo menos no en ese momento. Ya no tenía sentido para mí la idea de obsesionarme con una oposición tras otra durante años para conseguir una plaza pública. La imagen de la «estabilidad» asociada a un trabajo de estas características había dejado de existir en mi entendimiento, ya no tenía sentido entrar en una dura competición, encerrándome en una habitación con la única compañía de un temario aburrido y espantando a todo el mundo que me pudiera molestar, para llegar a un lugar que no era el deseado, con la única intención de cubrir la inseguridad que únicamente se encontraba en mis pensamientos. Por lo que al final desapareció cualquier explicación medianamente razonable que pudiera llevarme a invertir mi tiempo en este tipo de exámenes, quedando simplemente el hecho de que al final se trataría sencillamente de una obsesión por ganar una competición dirigida por el ego. En los meses sucesivos hubo gente que muy amablemente me informó de las próximas convocatorias que se sucederían, a veces respondía que no me presentaría y otras simplemente les daba las gracias para evitar explicaciones. Una de estas oposiciones serían autonómicas, concurso-oposición, es decir, los años trabajados de los interinos más los cursos que hayan realizados sumarían puntos a la nota del examen, siendo prácticamente imposible conseguir una plaza, aun aprobando con el máximo de puntuación, pues yo no tenía ni cursos ni años trabajados, por lo tanto