estado reflejando hasta el momento se había roto en mil pedazos, quedando únicamente el marco vacío para no poder mirar imagen alguna en la que reflejarme. Al mismo tiempo, las relaciones sociales que se alejaban de la verdad dejaron de tener la importancia que hasta aquel momento les había otorgado. Salidas aquí y allá con el único propósito de llenar ese vacío interior tan desagradable, alargando el momento de volver a casa para no sentir el silencio insoportable que me obligaría a escucharme. Había llegado el momento de desenmascarar al ego que tanto daño me hacía, el que siempre está imaginando historias y creando problemas, aquel por el que no podemos ser dichosos y por el que somos arrastrados a vivir situaciones irreales que no nos llevarán a ninguna parte, tan solo al desasosiego. El que nos dice que no somos capaces de vivir solos y por el que buscamos algo que nos salve de la nada. Y así, de este modo, caeremos en trabajos que a la larga nos crearán infelicidad, relaciones sentimentales ilusorias, por lo tanto, vacías, o amistades construidas desde el más puro interés, acabando por protagonizar una película creada sencillamente para sobrevivir, pero nunca para ser nosotros mismos ni para ser dichosos. Nada de todo esto tenía ya cabida en mi vida, por lo que me solté de todo ello para dejarme caer al vacío, el cual provocaría una infinidad de emociones negativas que me invadirían día sí y día también, haciéndome sentir llena de angustia e inseguridad. Pero algo muy positivo había despertado en mí, una fuerza para luchar por no dejarme vencer por estas y evitar así ser empujada de nuevo lejos de mi verdad. Esta disputa interna era excesivamente dolorosa para sobrellevarla sin la ayuda de una mano que me guiara a través de ella, aunque también sería imprescindible tener voluntad y paciencia. En la pelea diaria por identificar mi yo real, se producía una lucha interna tan brutal que me quedaba sin aire para respirar. Sudaba y temblaba hasta que el aspecto de mi rostro cambiaba por completo dejando paso a la amargura en todo su esplendor, quedando totalmente debilitada, por lo que necesitaría un tiempo de recuperación una vez hubiese pasado este nubarrón. En ocasiones pedía por favor que cesara esa tortura que me estaba matando, pero el viaje hacia la verdad se había iniciado y ya no había marcha atrás, sobre todo porque yo ya no estaba dispuesta a vivir de otra forma que no fuera desde la autenticidad, aunque para ello tuviera que pasar por un camino oscuro y tortuoso, el cual, a pesar de no saber hacia dónde me llevaría, tenía la profunda certeza de que sería el apropiado.