No llores que vas a ser feliz. Neus Roig. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Neus Roig
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9788417743802
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hasta la Ley Provisional 2/1870, de 17 de junio, del Registro Civil, solo existían los registros eclesiásticos católicos para identificar a la persona. Es a partir de 1502, con las Leyes del Toro promulgadas por el Cardenal Cisneros, que se requiere el doble requisito para ser persona (haber sobrevivido 24 horas al nacimiento y estar bautizado). Todo bebé nacido entre 1502 y 2011 (cambio de Ley del Registro Civil que admite el registro de bebés que nacen vivos y mueren antes de las 24 horas) no era persona, sino solo feto. La Iglesia, a su vez, admitía que el alma entra en el cuerpo y lo vivifica a partir de los 30 días de embarazo, pero todo bebé nacido muerto o que moría sin bautizar tenía un alma condenada por el Pecado Original y sufriría el castigo eterno por el pecado de su concepción por parte de sus padres. La crueldad eclesiástica de castigo a los padres llega hasta 1969, en que a partir del Concilio Vaticano II se estipulan unas «Exequias» para los bebés muertos «sin cristianar» para consuelo de sus padres. Dios con los caminos que Él solo conoce es quien concede el perdón al alma del mortinato y decide si lo admite en el Reino de los Cielos. La propia Iglesia se contradice admitiendo un alma a partir de los 30 días de concepción, pero no admitiendo el reconocimiento de persona hasta las 24 horas de nacido.

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      Escuela de matronas, sita en calle O'Donnell de Madrid, 191

      La adopción en España

      La adopción se conoce desde los albores de las primeras civilizaciones, como la antigua Mesopotamia. En España, la representación social de la adopción como institución está presente en el Derecho desde la época visigoda. Si nos acercamos a la Edad Media, la falta de descendiente directo por no poder concebirlo, o por haber muerto de enfermedad o en el campo de batalla, permitía la adopción, que se llevaba a cabo con una ceremonia que simulaba el parto, en la que el futuro adoptado se sentaba en el regazo y pasaba por debajo de la manga del padre adoptante o del manto de su futura madre. Con el paso del tiempo, la adopción empezó a caer en deshuso y, en su lugar, apareció el simple acogimiento. La adopción se consideraba contraria a la organización social, política, económica y familiar del sistema feudal. La función social de la adopción, que consistía en preservar el patrimonio familiar ante la ausencia de un descendiente varón, fue sustituida por la profiliación como un uso y costumbre1 auspiciado por los intereses eclesiásticos principalmente. Una familia sin descendientes testaba a favor de la Iglesia a cambio de que rezaran por su alma testamento pro anima y dedicaran sus bienes a obras pías.

      Ya en el siglo xii, la Iglesia había asumido la creación y fundación de instituciones privadas de acogida, socorro y auxilio de menores —hospicios, orfanatos, casas cuna e inclusas—, todas ellas edificadas sobre los valores morales de la caridad y de la misericordia cristiana.2

      En 1410 entró en funcionamiento el Hospital de Santa María u Hospital de Inocentes en la ciudad de Valencia para acoger a los locos que vagaban por las calles de la ciudad con el fin de evitar que hicieran daño al resto de habitantes. Fue el primer manicomio del mundo cristiano occidental. Su fundación fue obra de fray Juan Gilabert Jofré, religioso de la Merced.3 En las dependencias del manicomio, los internos debían trabajar, porque estar ociosos les producía mayores trastornos psíquicos. Si se «portaban mal», los azotaban, les colocaban grilletes o los encerraban en jaulas de castigo.4 Los religiosos controlaban en todo momento su comportamiento.

      Los manicomios se multiplicaron. En 1436 se fundó uno en Sevilla, en 1483 el de Toledo y el de Valladolid en 1489. Barcelona, Zaragoza, Valencia, Palma de Mallorca, Lérida, Granada y Córdoba contaron a principios del siglo xvi con hospitales generales, pero con departamentos especializados para dementes.5

      Una de las órdenes que regentó hospitales es la Orden religiosa de las Hijas de la Caridad. Fue fundada en 1633 por san Vicente de Paúl y santa Luisa de Marillac en Francia. La vida conventual era incompatible con la atención a los enfermos y abandonados y, por ello, san Vicente de Paúl les concedió una gran libertad de acción evitando la clausura, el convento.6 Las Hijas de la Caridad profesan votos temporales y renovables anualmente. Sus miembros no conforman una congregación religiosa al uso, sino que gozan de independencia económica y de acción.7 Se trata de una compañía reconocida por la Iglesia católica como una sociedad de vida apostólica y, como tales, no tienen votos religiosos; abrazan los consejos evangélicos mediante un vínculo determinado por su Constitución.

      Con la finalidad de evitar infanticidios de recién nacidos y abortos clandestinos, san Vicente de Paúl ideó un sistema de acogimiento para las mujeres embarazadas, que no podían o no querían quedarse con su hijo, bajo una forma de «parto anónimo o secreto». En realidad, podían acudir a su institución aproximadamente un mes antes del parto y parir con ayuda de las monjas que la regentaban. Así, también se evitaba que las mujeres parieran solas por el riesgo que suponía para sus vidas. Una vez producido el parto, podían dejar a la criatura sin ningún tipo de documento que las vinculara. Solo la institución conocía la verdadera identidad de la madre, pero el hijo nunca podía averiguarla.

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      San Vicente Paúl.8

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      Santa Luisa de Marillac.9

      Francia reguló por ley el parto anónimo a partir de 1793. A día de hoy, esta práctica todavía se admite en países como Francia, Luxemburgo, Italia, Alemania, Austria, Rusia, Túnez, Marruecos y Argelia.

      En España, el parto anónimo empezó con la entrada vía Huesca de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl provenientes de Francia. Inicialmente, se establecieron en el hospital de Barbastro (Huesca), y al cabo de poco tiempo pasaron a regentar también el hospital de Reus (Tarragona). En 1789, a través del conde de Floridablanca, se gestionó un convenio entre la orden religiosa y el gobierno español y se le otorgaron privilegios. En 1790, las Hijas de la Caridad se hicieron cargo del Hospital de la Pasión de Madrid y del de la Santa Creu de Barcelona. Posteriormente, y antes del fin del siglo xix, también regentaron las inclusas. Empezaron con la de Madrid, que se les otorgó por Real Decreto. El sistema de parto anónimo en España fue regulado por la Ley del Registro Civil de 1958 y estuvo en vigor hasta 1999.

      Durante los gobiernos de Fernando VI y Carlos III, el Estado intervino en los hospitales, hospicios y demás casas de caridad. Para ingresar a un demente, se requería la autorización del alcalde u otra autoridad civil.10 Hasta la fecha, los primeros hospicios eran una mezcla de instituciones hospitalarias, talleres, asilos y cárceles que servían para acoger a ociosos, mendigos y huérfanos.11 A mediados del siglo xviii, se intentó dar una nueva utilidad a estos centros que consistió en recoger bebés y niños pequeños abandonados a su suerte. Las inclusas sirvieron para paliar los infanticidios y los abandonos acaecidos en España.

      Paulatinamente, los hospitales pasaron de ser meros refugios de beneficencia a convertirse en una institución interclasista donde el protagonismo de los médicos crecía en la medida en que se creaban los primeros quirófanos que contribuyeron a cambiar la praxis médica y la utilidad de los hospitales,12 aunque el trabajo principal seguía siendo el cuidado a los enfermos.

      Carlos III, por Real Orden de 27 de agosto de 1787, autorizó la creación de la Junta de Damas, que gozaba con la influencia de la Sociedad Económica Matricense