A principios del siglo xx, los médicos responsables de las inclusas, en especial la de Madrid, lograron la aprobación de la Ley general de Protección a la Infancia en 1904. La ley se redactó siguiendo las ideas higienistas y protectoras de la infancia de la Ley Roussel de 1874, ya implantada en Francia y que había dado muy buenos resultados en cuanto a la supervivencia y salud física y emocional de los niños y niñas auspiciados.
La reina regente Victoria Eugenia potenció que las mujeres fuesen a parir a los hospitales y a las maternidades y que fuesen atendidas por comadronas, monjas y médicos, tanto ellas como sus bebés.
República, Guerra Civil y posguerra: el contexto histórico
En el período que se estableció entre la Primera y la Segunda Guerra Mundial, definido como período de entreguerras, el fascismo supuso una utopía, un plan estratégico de control de la población y su doctrina. Los puntales fundamentalistas del pensamiento conceptual y contrarrevolucionario se centraron en el antimodernismo, el machismo, la exaltación del ruralismo frente al proletariado, las políticas pronatalistas y, con todo ello, las reformas de las costumbres en pro de la sumisión de la mujer y su condicionamiento al hogar y no a la emancipación laboral. La ideología fascista era contraria al liberalismo y al marxismo, y la religión era una política adecuada a la crisis social que se vivía.1
En 1923, el Capitán General de Catalunya, Miguel Primo de Rivera, perpetró un golpe de Estado contra el Gobierno legal del rey Alfonso XIII y estableció un régimen militar para el país con el lema: «Bondad, sinceridad, laboriosidad y experiencia de vida». El ejército controló a la población civil y estableció el orden público restringiendo la libertad de reunión, de asociación e imponiendo la censura, así como «actuó con dureza contra los partidos y centrales sindicales "separatistas o de izquierda"».2 Esta situación caótica desencadenó huelgas generales y el asesinato de líderes sindicales, empresarios y del cardenal Soldevilla en la ciudad de Zaragoza. El ejército y los católicos se desmoralizaban a medida que pasaba el tiempo.
El 2 de octubre de 1923, el sacerdote español Josemaría Escrivá de Balaguer fundó la Prelatura de la Santa Cruz y Opus Dei como una institución perteneciente a la Iglesia católica. Las prelaturas están compuestas por los sacerdotes que forman su clero y por los fieles laicos que cumplen los preceptos del sacerdote gobernante o prelado. En 1930, Escrivá de Balaguer fundó la sección femenina del Opus Dei. Como ideología de la orden, uno de sus miembros considera que: «Se trataba de constituir grupos selectos. La idea de reclutar a las mejores cabezas, a las más firmes voluntades, el propósito de formar caudillos, estaba en la base de la ideología de Escrivá y puede rastrearse a lo largo de sus escritos».3 Era una herencia de la vieja tradición eclesiástica del cultivo de las élites, pero acomodada a la circunstancia».4 La obra tenía como objetivo captar a los mejores de cada familia y de cada profesión a fin de afianzarla. «El Padre se veía a sí mismo como un mandatario divino cuyo mensaje y orientaciones debíamos aceptar sin la menor crítica y con la máxima fe. Llevarle la contraria era impensable porque él estaba seguro de que sus planteamientos no eran suyos, eran de Dios y no cabían ni variaciones ni matizaciones».5
Mientras tanto, en Alemania, el 4 de abril de 1925 se había creado la «Schutzstaffel» como organización paramilitar con la finalidad de proteger y escoltar a su líder, Hitler. Su acrónimo fue SS.
La crisis en Europa también influyó en España y, en 1930, Alfonso XIII destituyó a Primo de Rivera y lo reemplazó por un gobierno provisional. En contraposición a esta decisión, se creó el Comité Revolucionario con la intención de hacer abdicar al rey e instaurar la República como opción para salir de la crisis en la que el país estaba sumido. El 14 de abril de 1931 se proclama la Segunda República española que, a su vez, condicionó el exilio de Alfonso XIII.
En la República, y también durante los años previos, hubo grandes avances en cuanto a educación infantil y derechos femeninos. Un avance social importante para la mujer fue el establecimiento del seguro obligatorio de maternidad con el Real Decreto-Ley de 22 de noviembre de 1929 que ampliaba y reforzaba el subsidio de maternidad de 1923. Este seguro garantizaba, entre otras prestaciones, la asistencia facultativa en el embarazo y en el parto. En el período republicano, la mujer podía ser madre soltera y divorciarse si así lo decidía ella o su marido. Las leyes de protección a la maternidad y al menor se ampliaron y consolidaron.
Matronas y enfermeras.6
Bajo el mandato de la Segunda República y promovido por Victoria Kent y Clara Campoamor entre otras mujeres, se disolvió el Patronato para la Represión de la Trata de Blancas (Decreto 1 de junio de 1931) y se creó el Primer Patronato de Protección a la Mujer (Decreto 11 de septiembre de 1931) como nueva versión de las Antiguas Casas de Recogidas ampliando las funciones del Real Patronato con la intención de ayudar a las madres que lo necesitaban, en especial a las jóvenes y solteras.7
Victoria Kent Siano.8
Clara Campoamor Rodríguez.9
Kent y Campoamor se habían licenciado en la Facultad de Derecho de Madrid en 1924. Victoria Kent fue la primera mujer en ingresar en el Colegio de Abogados de Madrid en 1924 y la primera mujer del mundo en ejercer como abogada ante un tribunal militar.
Durante el mandato de Primo de Rivera ya debía haber una matrona contratada por cada 10 000 habitantes, pero rara vez se cumplía este precepto. Fue en el período entre 1930 y 1935 cuando las matronas exigieron que se cumpliera la ley y cuando se contrataron las necesarias en función de la población. El seguro obligatorio de maternidad de 1931 cubría la asistencia gratuita en el domicilio particular de la madre y del bebé durante el parto y el cuidado e higiene de ambos los días posteriores al mismo. La matrona, a su vez, era la encargada de enseñar a la madre a asistir al bebé. A lo largo de la Segunda República, los servicios de asistencia materno-infantil representaron un incremento del bienestar social.
A pesar de que en tiempos de la República las enfermeras llevaban décadas dedicadas a su trabajo y demostrando su valía, no fue hasta 1935 cuando se empezó a reconocer su capacidad igualitaria con los hombres para desempeñar su profesión y a delimitar las funciones de las enfermeras y de los practicantes. Las enfermeras estaban limitadas a la higiene, la investigación sobre las enfermedades venéreas, la educación sanitaria domiciliaria y la asistencia a los enfermos mentales tanto en manicomios como en domicilio. Los practicantes podían asistir a los médicos en las operaciones mayores, ejercer de auxiliares en la lucha contra las enfermedades infecciosas, realizar pequeñas operaciones y asistir en partos en ausencia de matrona titulada, en el momento y lugar de producirse el mismo. Como consecuencia, en el ámbito hospitalario, las enfermeras eran meras cuidadoras y auxiliares de los médicos y practicantes. Las enfermeras, al igual que las matronas y las practicantas, también tuvieron que soportar el intrusismo por parte de las monjas y de las Damas de la Cruz Roja, que, con simples cursillos, las suplían en los hospitales.