No llores que vas a ser feliz. Neus Roig. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Neus Roig
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9788417743802
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a su hijo o hija recién nacido y, ante la negativa previsible de algunas de ellas, se les comunicaba que el bebé había muerto. A las demás, se les anunciaba la muerte directamente. Hay un dato significativo en el caso de los nacimientos gemelares: siempre moría el de más peso o el del sexo que los nuevos padres decidían. También es significativo que, si el bebé tenía algún supuesto problema de salud, una vez superada la situación y notificado a los padres que al día siguiente se lo podrían llevar a casa, de forma inesperada, el bebé fallecía esa noche y ya no lo podían ver. De hecho, en los casos de bebés que fueron enterrados por sus familiares, es habitual que ahora, al exhumar la tumba, el ADN no corresponda con el de sus progenitores o que la caja estuviera llena de piedras y gasas o, simplemente, tallas hospitalarias.

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      Inclusa de Valencia. Sala de bebés.18

      A medida que pasaron los años, los ejecutores de este sistema de adopción irregular sofisticaron lo que podríamos llamar «el modelo de bebé muerto», cuya práctica se alargó hasta el fin de la dictadura en 1977. Con la llegada la democracia, algunos de los actores de las supuestas redes que se habían creado para cambiar a los bebés de familia y buscar unos padres adecuados para la educación de los mismos, comprendieron que seguía siendo un negocio lucrativo y que podían mantenerlo.

      En la etapa de la democracia, ya se elegían a los bebés por el color de los ojos, el color del pelo, el sexo y, sobre todo, que estuvieran sanos. El nuevo perfil de víctimas pasa a ser, en la mayoría de los casos, madres casadas, jóvenes y primerizas, que garantizaban a los padres compradores la «calidad del bebé-producto».

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      Exhumación del cuerpo de un bebé en el Cementerio de la población de Fortuna (Murcia), mayo de 2012.19

      Si se compara el caso español con el argentino, se constata que la principal diferencia reside en que Argentina ha sido capaz de admitir el genocidio, juzgar a los criminales e intentar restaurar las identidades biológicas usurpadas a sus nacionales. España, por el contrario, se niega a admitir y reparar los Crímenes de Lesa Humanidad que se cometieron durante la larga posguerra y que se perpetuaron hasta bien entrada la democracia.

      Desde el ámbito periodístico, la revista Interviú20 publicaba en 1981 el reportaje de la periodista Mª Antonia Iglesias y del fotógrafo Germán Gallego, «Los niños robados», en el que realizaron unas fotografías y, en una de las imágenes publicadas, se veía el cuerpo de una niña muerta, recién nacida, congelada dentro de una nevera de la morgue del Hospital San Ramón de Madrid que se usaba para enseñar a los padres que, tras haberles comunicado que su bebé había muerto,21 exigían ver el cuerpo.22

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      Fotografía realizada por Germán Gallego en la Clínica San Ramón de Madrid.23

      En 1985, la monja Asunción Vivas Llorens ya fue condenada por la Audiencia Provincial de Zaragoza24 a cuatro meses de arresto domiciliario por su implicación en adopciones ilegales.25

      Desde comienzos de siglo xxi parece que los españoles hemos empezado a despertar del letargo de la dictadura y las promesas de la Transición, a perder el miedo a hablar, a evidenciar la realidad y también a restaurar identidades alteradas pidiendo que cambie la ley para que los delitos no prescriban: entre ellos, la simulación de parto o el de falsedad documental por inscribir hijos nacidos en poblaciones distintas, de madres que no eran las suyas y que fingieron un embarazo sin ni siquiera preguntarse la procedencia real de la criatura.

      Entre 2010 y 2012 se crearon veinticinco asociaciones de víctimas; entre las más conocidas por el público podemos nombrar a Anadir (Asociación Nacional de Afectados por Adopciones Irregulares) y SOS-Bebés Robados. En junio de 2012 se agruparon veinticuatro en la Coordinadora Nacional X24. Actualmente están registradas veintiocho asociaciones y la X24 está compuesta solo por siete.

      El 27 de enero de 2012, el gran público deja de ver los «niños robados» como casos aislados cuando se produce la primera manifestación de afectados ante la Fiscalía General del Estado y se presenta la primera denuncia colectiva de 261 familias a través de la Asociación ANADIR. Interponen dos nuevas remesas de denuncias colectivas ante la Fiscalía General del Estado en marzo y en mayo de 2011.

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      Mapa de las denuncias presentas por Anadir el 27 de enero de 2012.26

      El camino hasta llegar a este libro ha sido arduo, porque a lo largo de toda la investigación hay dos teorías contrapuestas, y quizá complementarias, y cuesta demostrar la desvinculación de una de la otra: la primera, que los niños abandonados durante y después de la Guerra Civil no formaban parte de una estructura sistematizada instaurada por el poder franquista, sino que se trataba de madres solteras o prostitutas que acudían a los pisos para mujeres embarazadas o a los conventos habilitados para ello a pedir amparo y ayuda para dar al bebé en adopción bajo el paraguas legal del parto anónimo. También acudían madres de familias numerosas que no podían mantener un hijo más y las monjas las ayudaban a darlo en adopción o les permitían dejarlo a su cuidado, mientras ellas iban a trabajar. Y la segunda teoría que emerge de entrevistas, testimonios orales, búsqueda de documentación y cotejo de certificados de defunción es que, desde finales de la Guerra Civil y hasta el año 1952, en España se raptaban niños a las familias tachadas de rojas27 y les cambiaban la identidad inscribiéndolos como hijos biológicos de unos padres dispuestos a criarlos con las normas del gobierno dictatorial de Franco. Esto se siguió produciendo hasta en fechas posteriores, durante la democracia:28 un instrumento de represión se convirtió en un negocio.29

      El doctor José Gurrea, ginecólogo de la Clínica Euskalduna de Bilbao, admitía que:

      En el Hospital de Cruces, cuando paría una chica de dieciséis o dieciocho años, soltera y que no quería tener al niño, acudía a parir y desde el hospital se avisaba a la familia receptora […] El certificado de nacimiento solo lo podían firmar los ginecólogos como testigos del parto […] Es verdad que estaba falseado, porque no poníamos el nombre de la madre verdadera, sino de la adoptante […] Al día siguiente, el marido ya podía acudir al Registro Civil e inscribir al recién nacido como hijo biológico […] Y si lo pedían, se firmaba como que el niño había nacido en su casa.30

      El doctor Gurea realiza una admisión pública de que en los hospitales de la Seguridad Social del País Vasco, se falsificaban partidas de nacimiento para que estos bebés se pudiesen inscribir como hijos biológicos y, si hacía falta, se hacía constar como nacido en casa y no en el hospital. El doctor sabe perfectamente que, como el fingimiento de parto y la falsedad documental están prescritos, y ni siquiera insinúa el cobro por el cambio de identidad del bebé, «no puede pasarle nada» judicialmente hablando. Su testimonio es importante a la vez que estremecedor para evidenciar cómo actuaban.

      Este libro intentará dar respuesta a preguntas a priori complejas: ¿desaparecieron bebés en hospitales o clínicas haciendo creer a sus familias que habían muerto? ¿Había médicos y matronas dispuestos a falsificar la documentación del nacimiento para que se pudiese registrar un hijo como biológico sin serlo? ¿Hay falsedad documental en el registro de hijos e hijas como biológicos de madres que no los parieron? ¿Se vendieron