Carta del duque de Alba a Franco en la que adjunta un listado de niños vascos que están en Londres y en la que identifica a sus padres, los cuales, según él mismo dice, no quieren hacerse cargo de sus hijos, pero que los niños desean ser repatriados.38
El informe de repatriación de menores del servicio exterior de Falange evidenciaba que solo el 25 por ciento de los familiares de los niños y niñas retornados había tramitado la petición. Para el resto no fue precisa la autorización por parte de los padres o tutores legales:39 se repatriaron sin su consentimiento todos los que pudieron ser identificados como niños y niñas españoles auspiciados y cuyo país de acogida consintió la extradición.
El papel de la Iglesia católica fue decisivo en la repatriación de los «niños de la guerra». En un principio, la Iglesia, en especial la vasca, apoyó las evacuaciones del Gobierno de la República, pero al ver cómo evolucionaba la guerra, la jerarquía católica —incluido el Vaticano— bendijo «la Cruzada en la peligrosa tarea de defender y restaurar los derechos y el honor de Dios».40
Los niños devueltos, al igual que los que no habían salido de España, fueron teóricamente entregados a sus familias o pasaron a ser tutelados por instituciones dependientes del Auxilio Social, de la Iglesia y de las Juntas Municipales de Beneficencia. Todas estas instituciones estaban dispuestas a facilitar la adopción o el prohijamiento de sus internos41 y ahora sabemos que también la apropiación registrándolos como biológicos de los nuevos padres.
Así, el destino de muchos de estos niños y niñas tutelados por el Estado fue la adopción en familias gracias a la Orden de 30 de diciembre de 1936 del Gobierno de Burgos y complementada con la Orden de 1 de abril de 1937 que permitió la apropiación ad hoc bajo criterios políticos, ideológicos y moralizadores «a la hora de asignar a los "huérfanos de la Revolución y la Guerra" a familias de reconocida "solvencia y moralidad"».42 Dichas leyes regularizaban la adopción como «un "acogimiento permanente" mediante contrato inter partes sin intervención judicial, bastando única y exclusivamente el control administrativo de las Juntas Locales de Colocación Familiar».43
La Orden de 30 de agosto de 1938 también había anulado la reforma penitenciaria republicana de Victoria Kent, a la cual el gobierno de Azaña había nombrado directora general de Prisiones en 1931 y hasta 1934. Victoria Kent aprovechó el cargo para humanizar el sistema penitenciario, pero la orden de 1938 permitió que las cárceles de mujeres —muchas de ellas, conventos habilitados a tal efecto— fuesen administradas y regentadas por órdenes religiosas como las Mercedarias.
Durante la contienda, los fusilamientos a mujeres detenidas y la separación forzosa de sus hijos e hijas en las cárceles son crímenes que las exhumaciones que se están llevando a cabo en el siglo xxi han empezado a documentar. Se ejecutaron mujeres embarazadas, como el famoso caso de las 17 Rosas de Guillena (Sevilla), donde se encontraron los huesos de un feto de siete meses y medio de gestación que, por la posición de los mismos, se deduce que estaba dentro de su madre cuando fue fusilada. Los que ganaron la guerra siempre sostuvieron que no fusilaron a mujeres embarazadas: los hallazgos científicos de los últimos años lo desmienten.
Forense muestra a la prensa las balas de los asesinatos de Guillena.44
La formación alemana de Vallejo-Nágera como psiquiatra y su proximidad ideológica con la selección de raza condicionaron su actuación hacia las mujeres presas republicanas. A diferencia del sistema represivo alemán contra toda mujer que no fuese aria y por su creencia ultra católica, Vallejo-Nágera repudiaba la esterilización con finalidades eugenésicas por considerarla inmoral, no tanto por el hecho de que las mujeres no pudieran tener hijos tras la operación, sino porque empujaría, según él, a las afectadas al libertinaje y fomentaría la sexualidad y las tendencias sexuales anormales.45 Al negar la eugenesia genetista, optó por establecer un sistema que denominaba «eugenesia positiva» y que consistía en la separación forzada de los hijos e hijas de sus madres para, así, al apartar a «estos sujetos desde la infancia, liberar a la sociedad de plaga tan temible».46 Es decir, su sistema consistió en retirar a los hijos de las mujeres represaliadas y encarceladas y forzar la entrega a familias para su formación cristiana o su educación en instituciones públicas controladas por la norma eugenésica española. Vallejo-Nágera justificaba su sistema represor exponiendo que «la degeneración de la raza reside, a nuestro entender, en factores externos que actúan de manera desfavorable sobre el plasma germinal». La eugenesia de la Hispanidad consistía en la protección y mejora de la raza protegiendo el entorno y el ambiente familiar.47
El 1 de abril de 1939, la Guerra Civil terminó oficialmente con la victoria del bando nacional. En su representación y como cabeza del nuevo Estado, el general Franco como Generalísimo de España. La «nueva España, una, grande y libre», al igual que todas las sociedades fascistas, se vio envuelta en un entorno de simulación social. El «nuevo Estado» fue un régimen dictatorial y confesional católico. La represión franquista hacia el perdedor fue ideológica, económica y social. La Iglesia, que ya se había mostrado afín al bando nacional, se comprometió decididamente a seguir apoyando al dictador a cambio de que derogase la ley del divorcio, el matrimonio civil y otras concesiones, como estar presente en los órganos de Gobierno, en las Cortes y en el Consejo de Estado.
Leyenda del mapa del Ministerio de Justicia con las fosas comunes españolas localizadas. Varias fosas en la misma localidad.48
En el desfile de la Victoria del 19 de mayo de 1939, el discurso de Franco incluía frases como las siguientes: «No nos hagamos ilusiones: el espíritu judaico que permitía la alianza del gran capital con el marxismo, que sabe tanto de pactos con la revolución antiespañola, no se extirpa en un día, y aletea en el fondo de muchas conciencias. Mucha ha sido la sangre derramada y mucho ha costado a las madres españolas nuestra Santa Cruzada para que permitamos que la Victoria pueda malograrse por los agentes extranjeros infiltrados en las empresas o por el torpe murmurar de gentes mezquinas y sin horizontes».49
El objetivo de este libro no consiste en ofrecer un añadido a la historia contemporánea de España, sino evidenciar una realidad que no tendría que haber sucedido, ni en tiempo de guerra civil, como fue la nuestra. La ocultación y la destrucción de las pruebas, o el deterioro de las mismas por las condiciones en las que se custodian, equivale a distorsionar la verdad. España, antes de la guerra, tenía un brillante futuro por delante. Tras ella, pasó a convertirse en un país represaliado durante cuarenta años en los que vivió bajo el yugo fascista del período dictatorial y cuyo modelo, con posterioridad, fue copiado por países como Argentina y Chile. Podemos considerar, analizando los hechos, que no es en Argentina donde empieza la represión a las madres en las cárceles que son asesinadas tras el parto mientras sus hijos e hijas son dados en adopción a familias afines al gobierno. La represión del siglo xx contra las familias empezó al finalizar la Primera Guerra Mundial y la contienda española fue un «banco de pruebas fascistas», y continuó en los países donde se refugiaron los nazis tras la Segunda Guerra Mundial.
Se podría afirmar que los ganadores de nuestra guerra habían aplicado, actualizándolo, el sistema represor de la Inquisición, heredado por el fascismo y desarrollado por el nazismo con el único fin de controlar a la población civil.