No llores que vas a ser feliz. Neus Roig. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Neus Roig
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9788417743802
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342 monjas de quince órdenes diferentes (Adoratrices, Capuchinas, Clarisas, Concepcionistas, Concepcionistas Francesas, Cruzadas Evangélicas —dirigieron la prisión de mujeres de la Trinitat de Barcelona hasta 1978—, Hijas de la Caridad, Hermanas Nazarenas, Hermanas de Santa Ana, Hermanas de San José, Hijas del Buen Pastor, Mercedarias, Oblatas,64 del Sagrado Corazón y Trinitarias Franciscanas).

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      Mujeres camino de la prisión de Saturrarán en Motrico (Guipúzcoa).65

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      Penal de la Casería de San Fernando (Cádiz).

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      Presos republicanos en la prisión de Lérida.66

      A modo de ejemplo, estas son algunas de las principales cárceles-convento, tanto por el número de presas recluidas en ellas —acogían hacinadas hasta veinte veces el número de reclusas que cabían—, como por ser regentadas por las monjas: las hermanas Mercedarias dirigían la prisión provincial de Saturrarán en Guipúzcoa, la Maternal de San Isidro, la de Getafe y la de Ventas en Madrid y la de Durango en Vizcaya. Las Hermanas de San José se ocupaban de la prisión de Amorebieta en Bilbao y las Hermanas Carmelitas de la prisión de Málaga. Las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl tomaron la dirección de Málaga después de las Hermanas Carmelitas y el convento-asilo de les Corts67 en Barcelona, convertido en la prisión provincial. Estas son solo una muestra que nombramos a tenor del gran número de mujeres que allí fueron encarceladas.

      En las cárceles femeninas, las monjas regentaban, administraban, controlaban, mandaban en los talleres, enseñaban y adoctrinaban a las reclusas. Era una represión ejercida por mujeres contra mujeres. En las cárceles masculinas, las monjas solo administraban las cocinas, las enfermerías y los economatos.

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      Cursillo de la sección femenina para que aprendieran a ser madres buenas y patrióticas. En la fotografía, la instructora enseña cómo lavar un bebé, en este caso simulado por un muñeco.68

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      Pilar Primo de Rivera y Sáenz de Heredia.69

      Los años de la posguerra española y la dictadura franquista representaron para el movimiento feminista y para las mujeres en general un retroceso que, además, justificó la violencia como una de las diferentes formas utilizadas para resolver conflictos o problemas mediante la fuerza. La intimidación o el abuso hacia ellas se hizo presente de forma más o menos evidente en muchos ámbitos de la sociedad, en las instituciones, en las actividades recreativas, en la escuela, en la familia, en los grupos de iguales y en los medios de comunicación, que fueron usados como instrumentos de dominación. Para las mujeres, el sexo era algo pecaminoso que solo podía practicarse dentro del «uso matrimonial» con el único fin de engendrar hijos para Dios. Sus obligaciones principales eran el vivir pendientes de las habladurías y del temor a Dios.70

      La Falange conservó la sección femenina con las estructuras y la ideología inicial. Siguió dirigida por Pilar Primo de Rivera, que, a través de la educación, especialmente la social, política y sanitaria, condicionó que las mujeres persiguieran un solo objetivo: profundizar en las tradicionales funciones femeninas.71

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      Pago de la ficha azul y baja para el pago de la misma por motivos de gastos familiares.72

      La nueva misión de las falangistas consistía en adoctrinar a la población femenina para que se convirtieran en mujeres sumisas a las órdenes de los padres y de los maridos, con un discurso higiénico-sanitario cargado de connotaciones políticas, ideológicas y religiosas en torno a la maternidad y los deberes familiares. En los primeros años del franquismo, la institucionalización de la enfermería como profesión sufrió un importante retroceso en comparación con los años de república.73

      El Auxilio Social fue considerado una institución de auxilio humanitario. Con el paso del tiempo, las cuestaciones populares fueron insuficientes para mantenerlo y se inventó «la ficha azul»: un donativo mensual del cual era difícil zafarse debido a que se convirtió en un mecanismo tácito de presión para las clases más acomodadas, que compraban la ficha para demostrar su adhesión al régimen y la caridad hacia el desprotegido.

      Posteriormente, la sección femenina fue abriendo centros especializados para niños y sus madres, comedores para embarazadas, casas de la madre y centros educativos. Las mujeres seguían siendo el puntal de la institución con su pertenencia obligatoria que contribuía a que se pudiese atender al máximo de personas.

      El 2 de septiembre de 1939 había estallado la Segunda Guerra Mundial. En Alemania, las SS decidieron, una vez invadida Noruega en 1940 y al ver que sus gentes eran parecidas a la raza aria, crear los primeros Lebensborn fuera de las fronteras alemanas. Nacieron más de 10 000 niños y niñas de soldados alemanes y madres noruegas,74 aunque no se conformaron con reproducirse con mujeres autóctonas voluntarias. En los estados eslavos ocupados, las jóvenes solían ser rubias y decidieron que algunas de ellas fueran «llevadas» a Alemania para ser educadas en el «espíritu ario» de los Lebensborn. A la vez, empezaron a «seleccionar» niños, niñas y bebés de supuesta raza aria para trasladarlos a los territorios ocupados y entregarlos a los centros especiales de acogida alemanes para su educación. A sus progenitores naturales normalmente los mataban.76

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      Cartel propagandístico de la Sección Femenina.75

      Existe una gran similitud entre el sistema español ejercido en la posguerra contra las familias republicanas y el que se acaba de describir. En España, como se verá a continuación, el sistema consistía en arrebatar a las madres republicanas encarceladas a sus hijos y matarlas tras ello. El objetivo, al igual que en Alemania, eran los niños y niñas que iban a engrandecer la nueva nación. Sus padres y madres represaliados eran exterminados porque en ambos países se consideraba que no podían ser reeducados.

      Era la deshumanización del «otro», del que era pobre por culpa propia, que según la doctrina habían llegado a serlo por ser inferiores y eran portadores de destrucción social. Así, desde la función pública debían tratarlos como disidentes y eliminarlos. «Torturadores y señoras del Auxilio Social, ministros de Estado o de la Iglesia podían estar tranquilos: el adversario o desafecto no era más que un sujeto con unas características psicológicas innatas, históricamente degenerativas, que hacían de él un infrahombre, un individuo, una mujer sin basamento ético».77

      Con los resultados que obtuvo en sus estudios en la cárcel de Málaga, Antonio Vallejo-Nágera publicó en 1939 el libro Psiquismo del fanatismo marxista y el artículo «La locura en la guerra. Psicopatología de la guerra española». En ambos calificaba a las reclusas de débiles mentales. Desde la perspectiva