Mucha gente conoce los nombres de los doctores Salk y Sabin. En comparación, el público y la medicina ortodoxa todavía no le prestan atención al trabajo del doctor Claus Washington Jungeblut (1898–1976). Jungeblut se licenció en Medicina en la Universidad de Berna en 1921 y dirigió una investigación en el Instituto Robert Koch de Berlín. Fue bacteriólogo en el Departamento de Salud del estado de Nueva York desde 1923 hasta 1927, enseñó en la Universidad de Stanford y se unió al profesorado de la Facultad de Medicina y Cirugía de la Universidad de Columbia. El doctor Jungeblut se jubiló en 1962 y murió en 1976, a los setenta y ocho años. Durante siete décadas influyó en la trayectoria de los profesionales de la medicina nutricional y se granjeó el agradecimiento de sus pacientes, cuya salud y su vida se salvaron por la terapia del ascorbato.
En sus tiempos al doctor Jungeblut se le consideraba un elemento importante en la investigación de la polio. Debido a que los recientes revisionistas de la historia de la lucha contra esta enfermedad generalmente le han restado importancia a su contribución, han dejado de lado lo que podríamos decir que fue su descubrimiento más importante: que la vitamina C puede prevenir y curar la polio. Asombrosamente, el doctor Jungeblut publicó esa idea por primera vez en 1935, poco tiempo después de que se identificase y aislase la vitamina C.[79] Su investigación sobre el ácido ascórbico fue extensa y profunda, prolongándose mucho más allá del tema de la polio. En 1937 demostró que la vitamina C desactivaba las toxinas de la difteria y del tétanos.[80] La investigación del doctor Jungeblut indica que puede dejar inactivas las toxinas y proteger contra los patógenos víricos y bacterianos, incluso los de la polio, la hepatitis, el herpes y los estafilococos.[81] En septiembre de 1939, un artículo de la revista Time narraba cómo dedujo el doctor Jungeblut, mientras estudiaba las estadísticas de una epidemia reciente de polio en Australia, que los estados bajos en vitamina C estaban asociados con la enfermedad.[82] Los medios de comunicación populares y profesionales rara vez destacan el trabajo del doctor Jungeblut. Incluso cuando se le recuerda a él y a su trabajo, no se hace mención alguna de la vitamina C.
¿Qué ocurrió con la vitamina C como terapia contra la polio?
El doctor Jungeblut llevó a cabo experimentos que indicaban que la vitamina C era enormemente beneficiosa para los monos que padecían de polio. El doctor Sabin, que se interesaba en obtener una vacuna en esa época, no logró reproducir los resultados del doctor Jungeblut. Sin embargo, evitó de hecho que se diese un resultado positivo usando grandes dosis de virus y dosis muy pequeñas de vitamina C, además de suministrar la vitamina con menor frecuencia de la necesaria.[83] Décadas después disponemos de la base de investigaciones para comprender cómo es posible conseguir un resultado negativo utilizando dosis bajas e infrecuentes de vitamina C. El proceso de investigar dosis no adecuadas continúa su desarrollo hasta hoy, lo que da como resultado una impresión continuada de que la vitamina C es ineficaz incluso contra el resfriado común; para qué hablar de la polio.[84]
El doctor Jungeblut demostró que el ácido ascórbico desactiva el virus de la polio. Poco tiempo después, los científicos averiguaron que también se desactivaban otros virus, como los de la vaccinia (viruela), los de la rabia, los bacteriófagos y los virus del mosaico del tabaco. En dosis suficientemente altas parece que la vitamina C actúa como un agente antivírico de amplio espectro. Cuando los debates sobre la poliomielitis se vuelven hacia la vitamina C como profilaxis y tratamiento, uno oye frecuentemente el estribillo: «Si la terapia de vitamina C fuese tan buena, todos los médicos la usarían». No obstante, las dosis de vitamina C estudiadas por los investigadores médicos convencionales han sido demasiado bajas y poco frecuentes para ser eficaces.[85] Los experimentos pésimamente conducidos del doctor Sabin convencieron a los expertos de que la vitamina C era ineficaz, dejando así el camino libre para la vacuna contra la polio [86] y paralizando eficazmente la investigación del doctor Jungeblut.[87] Hemos perdido sesenta años durante los cuales se han ignorado los efectos antivíricos de la vitamina C.
William J. McCormick
A Charles Darwin le fue mucho más fácil que se aceptase su teoría de la evolución de las especies de lo que les ha sido a los médicos conseguir el reconocimiento del uso terapéutico de la vitamina C. El ácido ascórbico es necesario para elaborar el colágeno y un tejido conjuntivo fuerte, y los suplementos de vitamina C aumentan rápidamente la síntesis del colágeno.[88] Hace unos cincuenta años, el médico de Toronto William J. McCormick (1880–1968) fue pionero de la idea de que la deficiencia de vitamina C era la causa de varios padecimientos, desde las estrías hasta las enfermedades cardiovasculares, pasando por el cáncer.
Estrías
El doctor McCormick indicó que las estrías son el resultado de la deficiencia de vitamina C, que afecta a la producción de colágeno por parte del cuerpo. El colágeno consiste en largas moléculas de proteínas que funcionan como cuerdas diminutas que sujetan los componentes de los tejidos. Podemos pensar en los tejidos conjuntivos como fibras biológicas compuestas, que se comportan de manera parecida a los materiales de fibra de vidrio o de carbono. En la fibra de vidrio la matriz de plástico obtiene su resistencia transfiriendo la tensión a las fibras; de forma semejante, los tejidos transfieren la tensión a las fibras de colágeno. Los tejidos corporales están formados por células sobre una matriz de tejido conjuntivo. Las células mismas son relativamente delicadas y tienen poca fuerza intrínseca. Los tejidos conjuntivos proporcionan el pegamento que une a las células, del mismo modo que el mortero une a los ladrillos. Si el colágeno es abundante y fuerte, las células del cuerpo se mantienen bien unidas. Las estrías, que son una lesión cosmética relativamente menor, contribuyeron al desarrollo de las ideas del doctor McCormick. Ya en 1948 indicó que esas lesiones deformantes pueden evitarse.[89] Durante el embarazo, los tejidos de la piel pueden estirarse hasta varias veces su longitud original; si la piel del abdomen y los muslos fuera más fuerte y más capaz de repararse a sí misma, las estrías podían disminuir o evitarse completamente.
Cáncer
Proponer que si las células se mantienen bien unidas en una matriz fuerte y fibrosa, a los tumores no les será nada fácil extenderse entre ellas, es un paso aventurado, aunque lógico. Parece que el doctor McCormick fue la primera persona en conectar el escorbuto con una predisposición al cáncer.[90] Su idea era que el crecimiento de los tumores se vería impedido por la matriz de apoyo de un tejido conjuntivo fuerte. Además, las células cancerosas no se ligarían, o anclarían, a la matriz, de modo que no podrían propagarse. Coherente con esta teoría, estuvo entre los primeros en informar que los pacientes de cáncer tienen habitualmente niveles muy bajos de vitamina C.
El doctor McCormick observó que los síntomas de la clásica enfermedad producida por deficiencia de vitamina C, el escorbuto, se asemejan mucho a los de ciertos tipos de leucemia y otras formas de cáncer. A día de hoy, aunque tradicionalmente el escorbuto se considera prácticamente extinto, el cáncer es demasiado predominante. Si los síntomas del cáncer y del escorbuto son semejantes, ¿podría tratarse de la misma enfermedad bajo nombres diferentes?[91] James Lind, en sus famosos experimentos sobre el cáncer desarrollados en el siglo xviii, había hecho notar que los síntomas de la enfermedad eran semejantes