La verdadera historia
Andrew Saul
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La información contenida en este libro se basa en la investigación y las experiencias personales de los autores, y no debe ser utilizada como sustituto de la consulta con un médico u otro profesional sanitario. Toda tentativa de diagnóstico o de tratamiento de una enfermedad debe realizarse bajo la supervisión de un profesional sanitario.
La editorial no aboga por el uso de protocolo sanitario alguno, pero cree que la información contenida en este libro debe hacerse de dominio público. La editorial y los autores no se hacen responsables de los resultados o consecuencias negativas que pudieran resultar de la utilización de las indicaciones, preparados o procedimientos de los que se habla en este libro. Si el lector deseara hacer alguna pregunta con respecto a la conveniencia de cualquiera de los procedimientos o preparaciones mencionados, los autores y la editorial le recomiendan encarecidamente que consulte con un profesional sanitario.
Título original: Vitamin C: The Real Story
Traducido del inglés por Víctor Hernández García
Diseño de portada: Editorial Sirio S.A.
Composición ePub por Editorial Sirio S.A.
© de la edición original
Steve Hickey y Andrew Saul
© de la presente edición
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I.S.B.N.: 978-84-7808-9970
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Agradecimientos
Queremos agradecer al doctor Abraham Hoffer, su continuo ánimo y apoyo. El doctor Hoffer interpretó un papel muy importante en la medicina ortomolecular y es una inspiración para los científicos y médicos interesados en nutrición y medicina. De forma semejante, el doctor Robert F. Cathcart III estuvo en la vanguardia del uso de la vitamina C en la medicina ortomolecular y aportó la información indispensable que se ha usado para recopilar este libro. Los doctores Ron Hunninghake, Michael González y Jorge Miranda-Massari, de la iniciativa RECNAC, nos han regalado generosamente su tiempo y nos han mantenido informados de los trabajos clínicos sobre el uso de la vitamina C en diversas enfermedades. En el Reino Unido, el doctor Damien Downing nos ha dado acceso a su abundante experiencia en medicina nutricional. El doctor Gert Schuitemaker, presidente de la Sociedad Internacional de Medicina Ortomolecular, nos suministró amablemente vídeos y textos de Linus Pauling sobre su papel en la controversia de la vitamina C. Los doctores Hilary Roberts y Len Noriega nos han ofrecido constantemente su experiencia científica para facilitar nuestro conocimiento de la vitamina C y sus efectos.
Cualquier libro que trate de la vitamina C y la medicina ortomolecular tiene una gran deuda con aquellas personas que se esfuerzan en mantener el perfil público de la investigación de fondo. Entre ellos están los periodistas médicos Bill Sardi; Owen Fonorow, de la Fundación para la Vitamina C; Rusty Hodge, de la página web C for Yourself, y Chris Gupta. Debemos gratitud a muchas más personas, demasiadas para detallarlas aquí, por sus esfuerzos para impedir que la historia de la vitamina C quede completamente oculta para el público.
Prólogo
Hace unos cuarenta años me encontré con los doctores Linus Pauling e Irwin Stone en una reunión en Nueva York. Pauling disertó sobre su descubrimiento de la estructura de la molécula de hemoglobina. Durante la exposición de su conferencia comentó que le gustaría poder vivir otros veinticinco años, porque los descubrimientos futuros serían muy interesantes. Poco sabía que su deseo y nuestro encuentro le cambiarían la vida y le concederían otros treinta años. Stone, por su parte, me habló de su interés por la vitamina C, a la que prefería llamar ácido ascórbico. Le había salvado la vida después de un accidente de automóvil casi mortal. Tenía una enorme colección de documentos sobre la vitamina C y yo le apremié a que escribiese un libro sobre ella.
Tras llegar a su casa escribió al doctor Pauling y le indicó que si él también tomaba la vitamina conseguiría vivir esos veinticinco años. Para su gran sorpresa, los resfriados que con frecuencia le aquejaban desaparecieron. Llegó a tomar 18 g al día, una dosis doscientas veces mayor que la cantidad diaria recomendada (CDR), y le encantaba decírselo a todo el mundo. Finalmente, el doctor Stone publicó su maravilloso libro El agente curativo.
A menudo los críticos no son conscientes de las consecuencias involuntarias de lo que dicen. En otra reunión, el doctor Pauling indicó que el ácido ascórbico podría disminuir los estragos del resfriado común. El doctor Victor Herbert, portavoz del estamento antivitaminas, solicitó evidencias de ello. A Pauling le pareció justo y llevó a cabo una búsqueda completa a través de las publicaciones sobre el asunto. Encontró muchas evidencias, pero Herbert se negó a estudiarlas. El libro de Linus Pauling La vitamina C y el resfriado común tuvo un gran éxito y las ventas de vitamina C se dispararon.
Yo estaba fascinado. El ácido ascórbico, en combinación con la vitamina B3, ya era parte del tratamiento nutricional que utilizaba en pacientes con esquizofrenia. En 1952 comencé a usar la vitamina C como antioxidante para disminuir la trasformación por oxidación de la adrenalina en adrenocromo, que es causante de la psicosis. La esquizofrenia es uno de los padecimientos más graves que provoca la carga oxidante (desequilibrio entre los radicales libres y las defensas antioxidantes). Averigüé asimismo que algunos de mis pacientes esquizofrénicos que padecían también de cáncer comenzaron a responder a grandes dosis de vitamina C. Los sarcomas son particularmente sensibles a grandes dosis de esta vitamina.
Posteriormente conocí al doctor Rober F. Cathcart III y estudié sus descubrimientos en el sentido de que altas dosis de ácido ascórbico por vía oral – cantidades que estaban tan cerca del nivel laxante como fuese posible— eran eficaces para el tratamiento del cáncer. Él también suministraba a sus pacientes dosis enormes por vía intravenosa para tratar una gran variedad de padecimientos. Una de mis pacientes con cáncer aumentó su dosis de vitamina C tanto como pudo, y al final estaba tomando 40.000 mg al día. Seis meses después, su tumor ya no era visible en la tomografía axial computarizada y llegó a vivir otros veinte años. La recuperación de esta paciente cambió mi vida profesional, que se basaba en la praxis puramente psiquiátrica. Los médicos comenzaron a remitirme a sus pacientes terminales en tropel, y desde entonces habré visto a unos quince mil de ellos. Los resultados de mi tratamiento han sido buenos, por lo general mucho mejores que los obtenidos por medio de la cirugía, la radiación y la quimioterapia, tanto solos como en combinación.
Los resultados logrados con dosis altas de ácido ascórbico por vía intravenosa son todavía más impresionantes. El doctor Hugh D. Riordan ha tenido más experiencia tratando a pacientes de cáncer de esta manera que cualquier otro médico; ha demostrado que dosis muy elevadas de vitamina C eran algo con lo que los oncólogos solo podían soñar: una quimioterapia que solamente mataba células cancerosas y dejaba en paz a las normales. Ha sido distinguido con la nueva cátedra creada por la Universidad de Kansas, en la que la doctora Jeanne A. Drisko es su catedrática de Medicina e Investigación Ortomolecular. Esta doctora investiga la seguridad y eficacia de los antioxidantes, entre ellos la vitamina C, en cánceres de ovario recién diagnosticados.
Teniendo en consideración las propiedades