10 Herring, Hubert. A History of Latin America. Nueva York: 1963, p. 191.
11 Enciclopedia Británica, vol. 10. Nueva York-Londres: 1974, p. 695.
12 Neely, T. South America, p. 63.
13 Grubb, Ritchie y Browning. Wets Coast Republics, p. 67.
14 Bahamonde, Wenceslao O. The Establisment of Evangelical Christianity in Peru, Hartford Seminary Foundation, Tesis de grado, mayo, 1952, pp. 17, 21.
15 Herring, Hubert. A History of Latin America. Nueva York: 1963, p. 539.
16 Herring, ídem, p. 540.
17 Lee, John. Religious Liberty in South America. Nueva York: 1907, p. 177.
Bahamonde, óp. cit., p. 122.
18 Guinness, Geraldine. Peru. Londres: 1909, p. 103.
19 Ritchie, Juan. Indigenous Church Principles in Theory and Practice. Nueva York: Revell & Co., 1946, p. 78.
Parte II
Las misiones e iglesias que practicaron el bautismo de niños
Capítulo 3
La Iglesia Católica colonial
La conquista espiritual
En el Perú, después de la Conquista, nunca se obligó a los indios a convertirse por la fuerza física. Sin embargo, la presión social y económica no les dejaba otra alternativa que hacerse cristianos, al menos en apariencia. Por un tiempo, los indios procuraron evitar la influencia española retirándose a regiones cada vez más remotas o a alturas cada vez más elevadas, pero llegó el momento en que la cultura y religión españolas penetraron en todo el país, con la excepción de grandes regiones selváticas. Claro que los encomenderos, por inclinación y por su posición de explotadores, no contribuyeron mucho a la obra de evangelización. Pero sí, a pesar de las muchas deficiencias, se estableció una forma de cristianismo en el Perú. Ello se debió a los esfuerzos abnegados, y a veces heroicos, de los franciscanos, dominicos, agustinos y otros frailes y monjas, a quienes los encomenderos encargaron la evangelización de los indígenas. Estos misioneros agruparon a los indios esparcidos en pueblitos llamados reducciones y allí les enseñaban.
Recientemente, historiadores católicos se han esforzado en explicar por qué la evangelización del nuevo mundo resultó mucho más superficial que en la Península. Culpan a las comunicaciones deficientes tanto entre el viejo y el nuevo mundo como dentro del mismo nuevo mundo. Es cierto que los reyes de España dieron decretos que no se acataron en las tierras lejanas. Es cierto que los concilios eclesiásticos en México y Lima acordaron reformas que quedaron sin efecto en las provincias. Es cierto que en el nuevo mundo el problema de comunicaciones se dificultó aún más por la multitud de idiomas indígenas que había. Con todo, es difícil aceptar que el problema muy real de las comunicaciones dé una explicación suficiente del problema. ¿Cómo se explica, por ejemplo, que no se haya cumplido con las reformas acordadas por los concilios eclesiásticos ni siquiera en Lima, la capital? Si el problema de comunicaciones hubiera sido decisivo, entonces se habría notado una diferencia más marcada entre el catolicismo de Lima y el de las provincias.
En segundo lugar, los historiadores católicos han señalado que en España el número de sacerdotes disponibles para instruir a los recién cristianizados era mucho mayor que el habido en el Nuevo Mundo, sobre todo cuando se toma en cuenta que pocos sacerdotes dominaban los idiomas indígenas. Según Juan Mackay, en tiempo de Felipe ii (1556–1598) había 312 mil sacerdotes y 600 mil monjes en España20. Posiblemente, una cuarta parte de la población española se componía de monjes y sacerdotes. De esta reserva se mandó a muchísimos al Nuevo Mundo, aunque el número de los que permanecieron en la Península era siempre mucho mayor. Se calcula que en 1800 había en América de 35 a 40 mil sacerdotes españoles para atender a una población de 17 millones21. La mitad de estos sacerdotes vino directamente de la Península. Esto significa que en 1800 el número de misioneros enviados al Nuevo Mundo por España era superior al número total de misioneros protestantes que trabajan actualmente en toda América Latina para atender a una población de casi 400 millones. Como veremos después, hay razones para creer que la reserva casi inagotable de monjes y sacerdotes en España constituía más bien un impedimento para la evangelización eficaz del Nuevo Mundo.
En tercer lugar, los historiadores católicos señalan correctamente que incluso en la parte de España que ocupaban los moros, existía una minoría cristiana que servía de fundamento para la evangelización, una vez que los moros fueran subyugados. En el Nuevo Mundo, no existía ninguna tradición cristiana; por ello, hubo que comenzar de nada. Se olvida, sin embargo, que en el curso de casi tres siglos que duró la iglesia colonial sí se estableció una tradición cristiana en el Perú. La pregunta, entonces, es por qué la tradición en España fue mucho más eficaz que en el Perú; y la respuesta debe ser que las minorías en España tuvieron que luchar por su fe. Como consecuencia, su fe cristiana se robusteció. En el Perú y en toda América Latina, los reyes de España y Portugal excluyeron toda otra opinión.
Muchos escritores protestantes atribuyen la superficialidad de la evangelización en América Latina a que los conquistadores trajeran consigo un mensaje que no era bíblico. Si embargo, en primer lugar, se debe notar que el mensaje era más bíblico de lo que muchos protestantes presumen. En la biblioteca del monasterio de Ocopa en el valle de Jauja-Huancayo, se encuentra un Nuevo Testamento impreso alrededor del año 1640 en español, quechua y aymara que prueba que a los primeros misioneros les importaba mucho traer el mensaje novotestamentario al Perú. Tomás Payne, uno de los pioneros protestantes en el Perú, dijo que muchas veces los curas de la región del Cusco daban prédicas cuyo contenido era bíblico. En segundo lugar, el historiador Latourette señala que la evangelización protestante en el Caribe padecía de una superficialidad muy similar a la evangelización católica en América Latina22. En tercer lugar, aunque es cierto que el fatalismo y el sentido trágico del catolicismo español reforzaba más que contrarrestaba los mismos sentimientos entre los indígenas peruanos, lo mismo se podría decir de los moros, quienes compartían muchos de los mismos sentimientos. No hay indicio alguno de que el mensaje traído al Nuevo Mundo fuera diferente del mensaje predicado en España. Así, pues, el hecho de que este mensaje haya carecido de elementos bíblicos vitales no explica por qué la evangelización en el Nuevo Mundo era más superficial que en España. Por eso, se debe buscar razones de más peso para la diferencia entre la evangelización en España y en las Américas.
La identificación de la Iglesia Católica con el régimen colonial
El 4 de mayo de 1493, el Papa Alejandro vi publicó dos bulas. La una demarcó las regiones de expansión colonial de los reyes de Portugal y de España, y la otra daba al rey de España los mismos derechos de patronato en sus regiones coloniales que el Papa ya había cedido al rey de Portugal. El 16 de noviembre de 1501, el Papa promulgó otra bula en la que daba al rey de España