Historia de la evangelización en el Perú. Juan B. A. Kessler. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Juan B. A. Kessler
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9786124252914
Скачать книгу
Mackay, Juan A. El otro Cristo español. México: Casa Unida de Publicaciones, 1952, pp. 103s.

      Capítulo 2

      Un repaso de la historia general del Perú

      La Conquista

      Los conquistadores llegaron al nuevo mundo convencido de que Dios los había llamado a cristianizarlo. El éxito casi milagroso que tuvo su conquista afianzó esta creencia, aunque difícilmente habrían podido llegar al Perú en un momento más propicio. Muerto el duodécimo Inca, Huayna Cápac, heredó la mayor parte del imperio su descendiente legítimo, Huáscar, y se estableció en el Cusco. Atahualpa, hijo natural de Huayna Cápac, heredó la región del Ecuador y se estableció en Quito. Después de unos años, Atahualpa se rebeló, derrotó al ejército del Cusco y tomó prisionero a su hermano. Apenas había terminado la guerra civil, en 1532, cuando invadieron los españoles, quienes traicioneramente capturaron a Atahualpa en Cajamarca. Este, temeroso de que los españoles se aliaran con Huáscar, mandó matarlo. Poco después, los españoles ejecutaron a Atahualpa con la pena del garrote, y como resultado, el imperio quedó desorganizado y sin Inca.

      De no haberse debilitado en la guerra civil, el ejército del Cusco habría podido resistir a los invasores bajo el mando de otro descendiente de Huayna Cápac. Por otra parte, la confusión que reinaba entre los habitantes del Cusco hizo que estos recibieran a los conquistadores como si el objetivo de los españoles fuese el liberarlos del usurpador Atahualpa. Cuando se dieron cuenta de los verdaderos designios de los conquistadores, procuraron resistirse, pero ya era tarde. Los habitantes de las otras regiones no sentían lealtad hacia los incas, quienes los habían subyugado, de modo que un puñado de españoles pudo dominar este vasto imperio.

      El período colonial

      El rey de España no tardó en imponer un sistema tributario a sus nuevas provincias en las Américas. La quinta parte de la producción de todas las minas y una parte de todas las exportaciones del Perú debían entregarse al rey. Con el fin de retener para España las ganancias, todo el comercio con América tenía que pasar por el puerto de Cádiz y la Casa de Contratación de Sevilla. El Perú era una de las provincias más ricas de las Américas, y durante el siglo xvi, Lima llegó a ser una ciudad moderna comparable con cualquiera de Europa. Sin embargo, en lo que respecta a los indígenas del Perú, se mantuvo un sistema algo parecido al de los incas, en el sentido de que se basaba más en el trabajo que en los tributos. Se repartieron enormes terrenos entre los conquistadores más destacados, a condición de que dieran protección militar a los indios y pagaran a los frailes por evangelizarlos. Como compensación, los indios tenían que trabajar para los encomenderos.

      Debido a la disminución de la mano de obra, los españoles se vieron obligados a establecer sus propias haciendas y muchos de los indios se fueron a trabajar en ellas para escapar del tributo y de la mita que se les imponía si permanecían en sus propios terrenos. Desgraciadamente, los hacendados idearon muchas maneras de mantener endeudados a estos obreros indígenas, de modo que permanecieron en un estado de semiesclavitud.

      La expansión de las nuevas haciendas y la migración de muchos indios para trabajar en ellas, sólo agravó el peso del tributo y de la mita sobre las comunidades indígenas restantes. Al mismo tiempo, en las ciudades se establecieron pequeñas industrias, pero no se les permitía a los mestizos e indígenas ser maestros. De este modo, se produjo una estratificación completa de la sociedad. Todos los puestos de cierta importancia se reservaban para los de ascendencia española. Los mestizos ocupaban ciertos puestos inferiores y los indígenas trabajaban en las minas o las haciendas en estado de semiesclavitud. Incluso entre los de ascendencia española se notaba una fuerte estratificación. Los puestos superiores, tanto en el gobierno como en la iglesia, se reservaban para aquellos nacidos en España, los llamados peninsulares. Con muy pocas excepciones, los nacidos en América, o sea los criollos, ocupaban puestos de menor importancia.

      Debido a una serie de factores, como la rígida organización de los gremios y la expulsión de los moros y judíos a principios del siglo xvi, la industria española se estancó y no podía producir los artículos que las colonias de América necesitaban a cambio de su exportación de materias primas. Además, como parte de una política deliberada, la oligarquía en Sevilla fomentaba una escasez de productos elaborados en el nuevo mundo para poder cobrar precios exorbitantes. El resultado fue un intenso comercio de contrabando en que participaban franceses, ingleses y holandeses. Durante el siglo xviii, los reyes de España, especialmente Carlos iii, procuraron introducir reformas. Se eliminó el monopolio de Cádiz y de Sevilla, se permitió que el comercio entre América y España pasara por cualquier puerto español, y se rebajaron los aranceles. Con todo, estas reformas no surtieron mucho efecto. Primero, porque los comerciantes influyentes de España no estaban dispuestos a reemplazar productos españoles por las manufacturas superiores provenientes de Francia y de Inglaterra. Segundo, debido a que no se pudo modernizar la industria española. Y tercero, porque España no estaba en condiciones de proteger su comercio marítimo contra las incursiones inglesas.

      La Independencia

      Durante el siglo xviii, sobre todo en Venezuela, México y Argentina, los criollos se sintieron cada vez más descontentos con su situación de inferioridad frente a los peninsulares. Además, habían empezado a leer los libros prohibidos de autores como Voltaire y Rousseau. La revolución triunfante de los Estados Unidos contra Inglaterra tampoco dejó de influir en ellos, pero fue la ocupación de España por Napoleón y la deposición de Carlos iv y su hijo Fernando, lo que por fin prendió la mecha en al año 1810. Los criollos de México, Venezuela y Argentina se rebelaron contra sus virreyes profesando lealtad a Fernando, pero los partidarios del rey de España no se dejaron engañar por tales profesiones y se desató un larga lucha. Los revolucionarios formaban parte de la clase explotadora, por lo que su movimiento carecía de base popular, excepto al principio en México, donde los primeros revolucionarios prometieron instituir reformas que favorecerían a las masas.

      En el Perú la situación era poco propicia para la revolución; primero, porque las ideas del racionalismo francés habían penetrado poco en comparación con las sociedades en otras partes de América Latina; segundo, debido a que los partidarios de