Las siete fiestas de Jehová. Eduardo Cartea Millos. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Eduardo Cartea Millos
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9788417620417
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(Neh. 8.10-12).

      El pecado trae tristeza y llanto. No es de extrañar ver a los cautivos en Babilonia colgar las arpas en los sauces, mientras los que les habían llevado les pedían alegría diciendo: “Cantadnos algunos de los cánticos de Sión”. A lo que ellos respondían: “¿Cómo cantaremos cántico de Jehová en tierra de extraños?” (Sal. 137.3-4).

      Pero la vida perdonada, vivida en comunión estrecha con Dios y plena en el Espíritu conduce a la alegría verdadera, espiritual, a la felicidad de Dios, del Dios bienaventurado, bendito, feliz. No extraña ver como resultado inmediato de la llenura del Espíritu en Efesios 5.18-20 lo que expresa el apóstol Pablo:

       “Hablando entre vosotros con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones, dando siempre gracias por todo al Dios y Padre...”.

      ¿Cuándo canta el creyente? Santiago responde:

       “¿Está alguno alegre? Cante alabanzas” (Stg. 5.13).

      Siendo joven, tuve la oportunidad de visitar muchas veces a una anciana de nuestra congregación, Doña Julia; una hermana pequeña de estatura, pero grande en carácter y santidad, que llevó muchas almas a los pies de Cristo. Doña Julia vivía en una casita —si se la puede llamar así— o mejor dicho, en un pasillo cubierto que más parecía una casa de muñecas. Una pequeña cama, una pequeña mesa, un pequeño armario, una cocinita y una pequeña biblioteca con varios libros cristianos, muy gastados por el uso. Era muy pobre, de verdad. Pero nunca recuerdo haberla visto triste. Nunca quejosa. Nunca desagradecida a Su Señor. Leíamos la Biblia y orábamos juntos y siempre había en su conversación motivos de alegría y de gratitud a quien la había salvado y le sostenía en sus últimos años. Cantaba, testificaba, alentaba. ¡Una verdadera fuente de agua viva! Doña Julia vivía la gracia de la vida; ella celebraba la fiesta. Pronto la veré en el cielo, en las amplias moradas de Dios. Y estoy seguro que mantendrá fresca y para siempre aquella misma sonrisa gozosa...

      Celebremos la fiesta

      Sí; la vida cristiana debería ser una continua festividad sagrada. Pablo dice en 1 Corintios 5.8: “Así que, celebremos la fiesta”. El apóstol no se refiere a que debemos celebrar nosotros también la Pascua judía. Tampoco se refiere exactamente a la celebración de la Cena del Señor, aunque esta es una explicación espiritual de lo que la Pascua era para Israel, a la cual alude el apóstol en el v. 7. Se refiere más bien a la vida gozosa que el creyente debería vivir sabiendo que es un hombre perdonado, libre en Cristo, viviendo ahora en obediencia a la voluntad de Dios. El tiempo del verbo celebremos indica permanencia: es una fiesta continua, permanente. No porque no haya motivos para tristeza, no porque se viva en un clima de frivolidad y continua diversión. Es celebrar la fiesta en sentido espiritual. En una vida gozosa, llena de confianza en las promesas de Dios. En una vida santificada, dedicada a Dios en una actitud de permanente sacrificio de adoración (Ro. 12.1).

      Dice Gordon Fee9:

      “Sobre la base de la crucifixión de Cristo, el pueblo de Dios debe mantener una fiesta continua de celebración del perdón de Dios mediante una vida santa”.

      Sabiamente también, agrega Ch. Swindoll10:

      “Me parece trágico que personas religiosas que matan la alegría, tengan un éxito tan grande en arrebatar la libertad y el gozo de la fe. La gente necesita conocer que la vida cristiana es algo más que entrecejos fruncidos, dedos acusadores y expectativas utópicas. Ya hemos sido acosados por demasiado tiempo. Es hora de que demos lugar al despertar de la gracia”.

      Agrega A. C. Thiselton que “parece ser una referencia al sacrificio diario de nuestra vida”11.

      Que el Señor nos ayude y el Espíritu Santo nos llene de tal modo que podamos, personal y congregacionalmente, alcanzar y vivir este gran concepto:

       ¡ Celebremos las fiestas de Jehová!

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      1. La palabra “señales” en Gn. 1.14 es mo’ed.

      2. EDWARD CHUMNEY, The Seven Festivals of the Messiah.

      3. EDWARD CHUMNEY, op. cit.

      4. New International Dictionary of Old Testament Theology and Exegesis - Vol. I, citado por E. Carballosa, Mateo T. I., Ed. Portavoz, 2007, pg. 168.

      5. SAMUEL PÉREZ MILLOS, Comentario Exegético al Texto Griego del NT, 1a. y 2a. Timoteo, Tito y Filemón, CLIE, 2016, pg. 354.

      6. F. J. POP, Palabras Bíblicas y sus Significados, Ed. Escatón, 1972, pg. 28.

      7. M. R. VINCENT, Word Studies in the New Testament - Vol. I, Hendrickson Publish., pg. 35.

      8. Justamente, la NVI traduce este versículo de esta manera: “se alegrará por ti con cantos, como en los días de fiesta”.

      9. GORDON FEE, Primera Epístola a los Corintios, Ed. Nueva Creación, 1994, pg. 248.

      10. CH. R. SWINDOLL, El Despertar de la Gracia, Ed. Bethania, 1995, pg. 11.

      11. A. C. THISELTON, The First Epistle to the Corinthians, NIGTC, Grand Rapids MI, Eerdmans, Carlisle, Paternoster, 2000, pg. 406.

      EL MENSAJE DE LAS FIESTAS

       “Estas son las fiestas solemnes de Jehová, las convocacionessantas, a las cuales convocaréis en sus tiempos”

      Lv. 23.4.

      Las fiestas solemnes del Señor eran siete, a la que se les agregaba el sábado. El capítulo 23 del libro de Levítico nos las presenta en el orden en que las consideraremos: el Sábado, que era una fiesta semanal y luego las siete fiestas anuales: la Pascua, los Panes sin levadura, las Primicias, las Semanas (Pentecostés), las Trompetas, el día de la Expiación (o del Perdón) y la de los Tabernáculos (o cabañas). Algunas características de estas fiestas anuales: Eran siete. Además del sábado —que era una fiesta semanal— las celebraciones anuales eran siete. Aunque en Éxodo 23.14 dice: “Tres veces en el año me celebraréis fiesta”, se trata de las tres veces en que, dentro de sus posibilidades, todo israelita —estuviera en Israel o en el extranjero (cp. Hch. 2.5-11)1— debía asistir a Jerusalén a celebrar las fiestas del Señor (Dt. 16.16). De todos modos, las fiestas se celebraban:

      –En el mes primero: Pascua, día 14; Panes sin levadura, días 15 al 22 y desde ese día, las Primicias.

      –En el mes tercero: Pentecostés.

      –En el mes séptimo: Trompetas, día 1; de la Expiación, día 10 y Tabernáculos, día 15.

      Observamos que en torno a las festividades de Israel hay una serie de “sietes” muy notable, de modo que deben tener, sin duda, un significado singular.

      Notemos: se contaban siete semanas desde el comienzo del año eclesiástico y se celebraba la fiesta de Pentecostés. El mes séptimo era el mes más sagrado, comenzando con la Fiesta de las Trompetas y concluyendo con la de los Tabernáculos. Cada año séptimo era llamado “año sabático” y después de siete series de siete años, se llegaba al año del Jubileo. Por otra parte, durante el año había siete días que eran los más festivos, y en los cuales no estaba permitido realizar “ninguna obra de siervos”2

      Indudablemente, el siete es un número prominente en las Escrituras, y es el que más se menciona.3 Siete es el número de la perfección espiritual.

      El significado del término siete —heb. Shevah— proviene de una raíz hebrea —savah— que significa “estar satisfecho, tener algo de forma suficiente”. Así que está asociado a la idea de consumación, cumplimiento y perfección. El siete, pues, encierra la idea de algo completo, perfecto, pleno. Como en los colores, como