Las siete fiestas de Jehová. Eduardo Cartea Millos. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Eduardo Cartea Millos
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9788417620417
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e infinita felicidad. A pesar de las circunstancias y rebeldía del hombre, del deterioro que el pecado ocasiona en la creación, nada altera o afecta la intimidad de Dios. Los hombres son bienaventurados cuando son escogidos por Dios (Sal. 65.4); cuando son justificados sin tener en cuenta sus obras (Ro. 4.6-9); los que obedecen la Palabra (Stg. 1.25). Dios, en cambio, no necesita nada que le haga bienaventurado porque lo es esencialmente, es decir, forma parte de Su misma naturaleza”5.

      Dios es la felicidad suprema, no en el concepto limitado, superficial, pasajero y aun carnal en el que comúnmente se utiliza ese término, sino en la esfera de comunión íntima, de santidad, luz y pureza. De modo que la felicidad verdadera es algo provisto por Dios, y recibido de parte de Dios.

      El concepto de makários es interesante, pues es una de esas palabras a las cuales el cristianismo llenó de contenido, sublimando y dignificando su significado. En su origen se aplicaba a alguien grande, materialmente próspero; así que era sinónimo de rico. Era aplicado a los dioses que adoraba Grecia, pero, justamente por ello, esa riqueza no era esencialmente moral. Poco a poco fueron incorporándose en su contenido los valores íntimos del hombre, las virtudes, el conocimiento, que, para los griegos, eran las bases de la felicidad humana, según la filosofía griega, para la cual era desconocido el concepto de pecado. Así que la bienaventuranza, llegó a significar “el alegre reconocimiento del hecho maravilloso de que una persona está en un estado de felicidad”6.

      En la Biblia, especialmente en el Nuevo Testamento, el término adquiere un valor más elevado, pues tiene que ver con la vida espiritual, no temporal.

      Aunque el Salmo 32.1-2 expresa gozosamente que es bienaventurado el hombre cuya transgresión ha sido perdonada y cubierto su pecado, pues recibirá el favor de Dios (v. 3, 4, 10), en el Antiguo Testamento el concepto tiene que ver fundamentalmente con la posesión o, al menos, el estar alcanzado por la promesa de prosperidad en la familia, los bienes, el dinero, la honra, la sabiduría.

      Dice M. R. Vincent7:

      “En el Antiguo Testamento significa más la prosperidad material que en el Nuevo Testamento, donde generalmente ocurre enfatizando, como su principal elemento, un sentido de aprobación divina fundada en la justicia que descansa finalmente en el amor de Dios. Así que esta bienaventuranza tiene que ver con la bendición que proviene del evangelio y con la pureza de carácter”.

      Agrega Vincent:

      “La palabra cristiana bendecido está llena de la luz del cielo”.

      Y esto es así porque se goza en Dios aun en las tribulaciones, esperando alcanzar la corona de gloria. Así que, la bienaventuranza, la felicidad de los creyentes del Nuevo Testamento es fundamentalmente de carácter escatológico, y aunque en la vida presente sean pobres y perseguidos, les aguarda la bendición indescriptible de la casa de Dios en el cielo (cp. Mt. 5.3-6, 10).

      El gozo, la alegría, son sentimientos que anidan en el corazón de Dios y que desea transmitir a los suyos. Dios no es un ser adusto, circunspecto, como lo presenta muchas veces la religión humana. Como alguien dijo: “Dios no es un aguafiestas”. El Dios de la Biblia es un Dios afable, feliz, gozoso, alegre, festivo.

       Dios se goza en su propia gloria: “Por amor mío, por amor mío, lo haré, porque ¿cómo podría ser profanado mi nombre? Mi gloria, pues, no la daré a otro.” (Is. 48.11); se gozó contemplando su creación, viendo que todo era bueno en gran manera (Gn. 1.31); se goza bendiciendo a su pueblo: “Jehová volverá a gozarse sobre ti para bien...” (Dt. 30.9); se gozó viendo a su Hijo: “Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia” (Mt. 3.17); se goza y se gozará estando en medio de los suyos: “Jehová está en medio de ti, él salvará; se gozará sobre ti con alegría, callará de amor, se regocijará sobre ti con cánticos” (Sof. 3. 17) 8.

      Cristo, el reflejo del carácter de Dios

      Pero el carácter de Dios no lo podemos ver mejor revelado que en la Persona de su Hijo, aquel que es el resplandor de su gloria y la imagen misma de su sustancia —la exacta representación de la esencia, de la naturaleza de Dios (Heb. 1.3). Por eso el Señor dijo a Felipe: “El que me ha visto, ha visto al Padre”.

      Jesús era un hombre festivo. De él decían: “Este a los pecadores recibe y con ellos come” (Lc. 15.2). Los hipócritas escribas y fariseos le preguntaron con malicia: “¿Por qué los discípulos de Juan ayunan muchas veces y hacen oraciones, y asimismo los de los fariseos, pero los tuyos comen y beben?”. A lo cual el Señor les respondió: “¿Podéis acaso hacer que los que están de bodas ayunen, entre tanto que el esposo está con ellos?” (Lc. 5.33-34). Y agrega en Mt. 11.19: “Vino el Hijo del Hombre, que come y bebe, y dicen: He aquí un hombre comilón y bebedor de vino, amigo de publicanos y de pecadores”. Muchas veces vemos a Jesús en cenas, recepciones, bodas, banquetes. En Caná, en casa de Mateo, de Zaqueo, de Simón el leproso, en Betania, etc. Él no rehuía estar con aquellos que tenían motivos para celebrar. Los circunspectos religiosos de su tiempo, a quienes el Señor tildó de “sepulcros blanqueados”, vivían la áspera superficialidad de una religión vacía de contenido y juzgaban con su mezquina mirada la vida abundante y gozosa de Aquel que dijo a la mujer en el brocal del pozo de Jacob: “Si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber, tú le pedirías a él y él te daría agua viva”, porque “el que bebiere del agua que yo le daré no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente que salte para vida eterna” (Jn. 4.10, 14). De Aquel que dijo en el último y gran día de la fiesta: “Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior brotarán ríos de agua viva. Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él” (Jn. 7.37-39).

      ¿Qué es el gozo del Señor? Es fruto del Espíritu Santo, cuando Él tiene plenitud en la vida del creyente: “El fruto del Espíritu es amor, gozo...” (Gá. 5.22); es la fuerza del cristiano que le vigoriza para la vida y la lucha espiritual: “el gozo de Jehová es vuestra fuerza” (Neh. 8.10); es la fuente de bendición que halla todo lo que necesita en el Señor, que es para él el motivo, el modelo y la meta: “Regocijaos en el Señor siempre; otra vez os digo: ¡Regocijaos!” (Fil. 4.4). Así que Dios, como dice el Salmo 147.11: “se complace en los que le temen, y en los que esperan en su misericordia”.

      Es notable el capítulo más breve de la profecía de Isaías, el 12, por el gozo que trasunta. Es un verdadero himno de alabanza a Aquel que es la fuente de gozo y salvación del creyente:

       “En aquel día dirás: Cantaré a ti, oh Jehová, pues aunque te enojaste contra mí, tu indignación se apartó, y me has consolado.

       He aquí Dios es salvación mía; me aseguraré y no temeré; porque mi fortaleza y mi canción es JAH Jehová, quien ha sido salvación para mí.

       Sacaréis con gozo aguas de las fuentes de la salvación. Y diréis en aquel día: Cantad a Jehová, aclamad su nombre, haced célebres en los pueblos sus obras, recordad que su nombre es engrandecido.

       Cantad salmos a Jehová, porque ha hecho cosas magníficas; sea sabido esto por toda la tierra. Regocíjate y canta, oh moradora de Sion; porque grande es en medio de ti el Santo de Israel”.

      El gozo del creyente siempre es el fruto de la salvación, del perdón, de las magníficas obras que Dios ha hecho en su vida, y de la presencia santificadora del Señor por su Espíritu en su ser. Y esta es una experiencia gloriosa que no puede ocultarse, que brota como las aguas de un manantial de vida (Jn. 4.14; 7.37-39) y que se proyecta en bendición a otros.

      Las fiestas instituidas por Dios para su pueblo no eran tiempos de melancolía y tristeza, salvo, lógicamente, el día de la expiación. Eran fiestas alegres, llenas del gozo del cielo, de la bendición derramada por Dios sobre los suyos. Cuando Israel oyó en tiempos de Nehemías las palabras de la ley, y entendieron y lloraron sus pecados, el siervo de Dios les dijo:

       “Id y comed grosuras, y bebed vino dulce, y enviad