Las siete fiestas de Jehová. Eduardo Cartea Millos. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Eduardo Cartea Millos
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9788417620417
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de que el hombre de Dios sea perfecto —maduro— enteramente preparado para toda buena obra”.

      Levítico, el tercer libro del Pentateuco, cuyo título en español derivado de la Septuaginta o traducción al griego de las Escrituras significa “acerca de los levitas”2, es una colección de instrucciones ceremoniales para el sacerdocio aarónico, proveniente de la tribu de Leví, y morales para todo el pueblo, que Dios dio a Moisés después de que Israel construyera el tabernáculo en el desierto (Éx. 40.17; Lv. 1.1). No solo fue escrito para que los sacerdotes supieran cómo debían celebrar el culto, sino para conocer el estado espiritual que ellos y el pueblo necesitaban para adorar a Dios.

      Así que, el gran tema de Levítico es la santidad de Dios (Lv. 11.44). Por un lado, la provisión que Él hizo para que el pecador pueda tener acceso a Su presencia santa, y por otro, los requisitos que Su pueblo tiene para acercarse a Él, para tener comunión con Él, para adorarle en “la hermosura de la santidad” (Sal. 110.3).

      Es un libro lleno de tipos y símbolos cuya aplicación espiritual está desplegada en las grandes verdades para la Iglesia del Señor en el Nuevo Testamento, donde existen de él unas noventa menciones. El sacerdocio, los sacrificios, el culto del santuario, etc., contienen profundas enseñanzas espirituales para el creyente, y su mejor comentario explicativo es la epístola a los Hebreos.

      Antes de seguir adelante, permíteme un consejo: lee el libro de Levítico. Léelo con oración, pidiendo que el Señor abra tus ojos y te muestre las maravillas de su ley. Léelo con mente espiritual, tratando de aprender las lecciones que contiene, léelo a la luz del Nuevo Testamento. Léelo con un corazón dispuesto a obedecer los mandamientos del Señor. Tal vez, muchos de ellos pertenecen a la ley ceremonial para el Israel bíblico, pero su valor moral y espiritual, permanecen inalterables para la vida cristiana. Finalmente, léelo con deseos de que Dios te hable profundamente. Él lo hará y cada lección de este bendito fragmento de la Sagrada Escritura será para ti una fuente de bendición y progreso espiritual para conocer al Señor. Para amarle más. Para servirle mejor.

      Los grandes capítulos de Levítico, del 1 al 7 —las leyes de los sacrificios— del 8 al 10 —la consagración y pureza de los sacerdotes—; el 16 —el día de la expiación— el 23 —las fiestas solemnes de Jehová— etc., son caudales de riquísima enseñanza que solo el creyente iluminado por el Espíritu Santo es capaz de comprender, pero que requieren al mismo tiempo humildad, interés y dedicación para apreciar lo que la mente del Soberano ha vertido a través de la pluma inspirada de su siervo Moisés.

      Justamente el capítulo 23 es la base temática de este libro. Un capítulo que recorre el propósito divino “de eternidad a eternidad”. Es el capítulo que trata sobre las fiestas de Jehová, el Señor. Y el contenido tipológico y alcance profético de cada una de ellas es tal, que comprende todo el proyecto de Dios, desde la designación del Cordero de Dios en el consejo trinitario, antes de la fundación del mundo —del universo— hasta la consumación de todas las cosas en su Reino milenial, preludio de su Reino eterno.

      ¡Un solo capítulo resume sus eternos designios! Un solo capítulo para permitirnos contemplar el pensamiento de esa Mente excelsa, a la cual, a pesar de nuestra abrumadora limitación, nos permite penetrar por la iluminación que el Espíritu Santo produce en nuestras mentes.

      Un fascinante viaje por los siglos, contemplando la sabiduría y la gracia de Dios. No podemos por menos que decir con el apóstol Pablo en Romanos 11.33-36: “¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios, e inescrutables sus caminos! Porque ¿quién entendió la mente del Señor? ¿O quién fue su consejero?

       ¿O quién le dio a él primero, para que le fuese recompensado?

       Porque de él, y por él, y para él, son todas las cosas. A él sea la gloria por los siglos. Amén”.

      Oro al Señor para que pueda transmitir al lector el mismo entusiasmo que produjo —y sigue produciendo— en mí este tema, y del que, sinceramente, solo puedo extraer un puñado de verdades sublimes que llenan el alma de admiración, alabanza y adoración.

      Permíteme dar unos agradecimientos:

      –A María Ligia, mi incomparable esposa, sin cuya ayuda, sostén y estímulo cariñoso ningún aspecto del ministerio que el Señor, en su gracia, me permite desarrollar para su sola gloria sería posible.

      –A mi querido hermano y amigo Jaime G. Burnett por las palabras tan amables con las cuales prologa esta obra, y cuyo ministerio y enseñanza siempre he admirado.

      –A los queridos hermanos de la amada iglesia en Munro, Buenos Aires, donde el Señor me ha permitido congregar desde siempre, y ejercer el pastorado junto a otros hermanos, por el apoyo en oración que siempre recibo.

      –Al Señor, por darme el privilegio de escribir humildemente algo sobre Su inmensa y asombrosa revelación.

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      1El tipo es una figura de dicción y constituye una analogía ordenada por Dios para significar algo más elevado en el futuro, su anti-tipo. Es algo que se ve “como en un espejo, oscuramente”, pero que tiene perfecta explicación de su significado en el anti-tipo que aparece en el futuro.

      “En griego, typos (tipo) aparece catorce veces en el NT, y en algunas de ellas se destaca el sentido que estamos estudiando: Ro. 5.14; 1Co. 10.6, 11 (traducida como “figura” y “ejemplo”, respectivamente). Los tipos, en general, tienen una conexión entre determinadas personas, acontecimientos, cosas, animales, instituciones, etc., del Antiguo Testamento con personas, hechos, cosas, etc. del Nuevo Testamento, cuyo tipismo y significado están provistos por Dios mismo y corresponden al desarrollo de la revelación progresiva y a la unidad esencial de la teología de las Escrituras. Los símbolos son seres u objetos que representan conceptos abstractos, invisibles, por alguna semejanza o correspondencia. Así, el perro es símbolo de fidelidad; la balanza, de justicia; el cetro, de autoridad; la bandera, de la patria; la rama de olivo, de la paz, etc.” (J. M. Martínez, Hermenéutica, Clie, 1984, pág. 181). Existe una gran cercanía entre tipo y símbolo, a tal punto que a veces pueden confundirse uno con el otro. Podemos decir que todo símbolo es un tipo, ya que siempre es figura de algo o de alguien. La diferencia radica —dice J. M. Martínez— en que el tipo tiene su confirmación y frecuentemente su explicación en el Nuevo Testamento, requisito que no distingue necesariamente al símbolo.

      2En hebreo el libro se titula “Vayikra”, que significa “y Él llamó”, y deriva de las primeras palabras del libro (cp. 1.1): “Llamó Jehová a Moisés... ”.

      LAS FIESTAS

       “Habla a los hijos de Israel y diles: Las fiestas solemnes de Jehová,las cuales proclamaréis como santas convocaciones...”

      Lv. 23.2.

      ¿Cómo nos imaginamos a Dios? Para muchos es un ser indolente, ajeno a la problemática de la humanidad. Para otros, es un ser adusto, que está siempre dispuesto a juzgar y castigar al hombre por sus pecados. Para otros, un anciano venerable y tolerante, que pasa por alto los errores, las maldades. Y así podríamos seguir discurriendo lo que es para la filosofía, la religión, ese Dios místico, mítico, lejano, implacable. Pero, ¿ese es el Dios de la Biblia? ¿Ese es el Dios que nos presenta la única fuente que nos habla la verdad sobre Su Persona? ¿Nos podemos imaginar un Dios feliz, dichoso, bondadoso, lleno de gracia y misericordia; de amor, porque es amor; de paz, porque es Dios de paz; de luz, porque habita en luz y es luz? ¿Podemos imaginar —y más que imaginar— aquellos que le conocemos como Padre, pensar en Dios como Aquel que es bendito, bienaventurado, feliz, en el sentido más amplio y profundo del término, y que busca la bendición y esa misma felicidad que el pecado se encargó de empañar, para aquellos que redimió, que salvó y que son suyos para siempre?

      ¡Ese es el Dios de la Biblia! ¡Ese