Santander-Bretaña-Santander en el Corto Maltés, un velero de 6 metros. Álvaro González de Aledo Linos. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Álvaro González de Aledo Linos
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Книги о Путешествиях
Год издания: 0
isbn: 9788416848133
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La Isla de los Pájaros

      Para contar cómo es esta inmensa bahía voy a retroceder un año, al 2014, cuando vine con Ana desde Santander, también en el Corto Maltés, y pasamos dos semanas recorriéndola hasta sus últimos rincones.

      Es una bahía enorme con forma triangular, de unos 200 km2 (como comparación la de Santander tiene aproximadamente 20) que se comunica con el mar por un paso de poco más de dos kilómetros de ancho y casi veinte de largo, con muy poco fondo y márgenes de arena, enmarcado a la derecha por la famosa Duna de Pilatos. Antiguamente se la conocía como “el pequeño mar de Buch”, y es la evolución de un estuario, el del río Eyre, que se fue transformando en un delta y posteriormente en una bahía a medida que crecía en longitud la península arenosa del Cap Ferret, debido a los aportes de sedimentos del río. En esta bahía se mezclan las aguas dulces del Eyre con las saladas del mar, creando un hábitat de gran riqueza ecológica cuyos componentes han debido adaptarse a la influencia de la marea, que hace pasar la superficie de agua de los casi 200 km2 citados (en pleamar) a unos 40 km2 en bajamar. Eso supone que cuatro quintas partes de su superficie se secan en bajamar, por lo que allí es imprescindible que el barco esté preparado para varar. Se dedica casi exclusivamente a la ostricultura. Además decenas de miles de aves migratorias reposan o se reproducen en su interior. Tiene una única islita preciosa, la Isla de los Pájaros, con edificaciones construidas sobre pilotes en el mar, y sitios paradisíacos con embarcaderos fluviales entre paisajes campestres a los que se llega tras remontar unos kilómetros alguno de los ríos que desembocan en la bahía. Tiene también 21 pequeños puertos de mar como los del Mar Menor, pero 19 de ellos se secan completamente en bajamar, algunos con fondo de arena y otros de basa blanda donde el barco se hunde hasta la flotación en el chorongal. Hay incluso puertos que tienen pantalanes, pero todo el conjunto se apoya en el fondo en la bajamar y el barco tiene que estar preparado para posarse sin problemas, incluso amarrado a un pantalán. Por eso, para poder disfrutar de la bahía en su totalidad, es por lo que nos hizo falta conseguir los puntales para el Corto Maltés. En resumen, un plano de navegación curioso donde conviven los barcos y los tractores (estos van a los barcos en bajamar a recoger la pesca del día). No es mi caso, pero a los que le gusten las ostras en la bahía de Arcachon hay tantas como para hartarse, y sus conchas se usan para pavimentar el suelo y como elementos de construcción. En fin, un sitio interesante para conocer. Pero igual que en la vuelta a España la recompensa (el Canal de Midi) había que ganársela, la bahía de Arcachon es lo mismo: primero hay que conseguir entrar en ella.

      En efecto, el paso de entrada (conocido como “las bocas de Arcachon”: 44º 34,3‘ N; 1º 16,4’ W) es uno de los tres pasos más peligrosos de Europa, claro está que con mal tiempo. Con viento y mar de fondo del Oeste (el predominante en invierno, el mismo que acumula la arena en la Duna de Pilatos) las olas que proceden del Atlántico Norte sin nada que las frene llegan a romper contra las lenguas de arena de los márgenes de la entrada, disimulando el canal y arrastrando a los barcos contra los bajos fondos, donde las olas enseguida los destruyen. El paso queda limitado a ambos lados por olas rompientes y si te sales del canal balizado el barco se convierte en una tabla de surf hasta que choca con la arena. Es un paso malsano que hay que abordar con los cinco sentidos bien despiertos, y el sexto que se te despierta solo al verte allí metido. Además hay una zona de prácticas de tiro del ejército francés a ambos lados de la entrada, como ya relaté.

      En la costa, a mitad de la antigua entrada Sur, está la famosa Duna de Pila (o de Pilatos: 44º 35,3’ N; 1º 12,8’ W) formada hace varios miles de años, de tres kilómetros de largo y unos cien metros de altura. Se le ve desde muchas millas de distancia en altamar y sirve de marca de aproximación para encontrar la entrada a Arcachon. La duna está creciendo constantemente por los aportes de arena de los temporales del Oeste (el mismo aporte de arena que está colmatando la entrada) y se está moviendo hacia el interior cinco metros cada año, enterrando un bosque de pinos que tiene detrás e incluso viviendas particulares, sin que nada se pueda hacer para evitarlo. Se usa para parapente y para tirarse por la arena de la duna con esquíes o paipos. Además está adornada con búnkers de la Segunda Guerra Mundial que con el movimiento de la arena se han ido descolgando hacia el mar, quedando algunos en posiciones inverosímiles y cerca de la orilla. Recientemente han empezado a retirarlos, lo que es un trabajo ímprobo pues son de hormigón y primero hay que trocearlos con compresores hidráulicos.

      Por la peligrosidad de la entrada, con mal tiempo nadie se arriesga, es más, está prohibido entrar. Pero en la estoa o remanso de la pleamar (un periodo en que el mar no se mueve, está distribuyendo su altura dentro de la bahía y aún ha empezado a bajar) y con el mar en calma o poco picada el paso no ofrece ninguna dificultad y es un paraíso de mar y arena. Yo ya he pasado por esas bocas cuatro veces, y alguna de ellas la he hecho a vela, sobre un mar llano como la palma de la mano y disfrutando del paisaje. Por eso que nadie piense que entrar es un intento de locos, en verano lo normal es poder hacerlo. También en la vuelta a España íbamos muy preocupados con el Cabo Finisterre, el Cabo San Vicente o el Estrecho de Gibraltar, y al final los pasamos sin dificultad eligiendo el momento adecuado. Pero aunque haga buen tiempo y no haya olas rompientes, hay que tener en cuenta las corrientes de marea. La entrada y salida del agua por esa especie de embudo tan estrecho genera corrientes impresionantes, a veces de 5 nudos, que solo permiten la entrada y la salida en el remanso o estoa de la pleamar (aproximadamente una hora y media antes y después de la plea, cuando la corriente tira menos y la profundidad del canal es mayor). La hora de la pleamar se refiere a la pleamar en las bocas de entrada, que ocurre una hora antes que la indicada en las tablas de mareas, pues estas se toman en la Jetée d’Eyrac, un espigón situado en plena fachada marítima de Arcachon, y la onda de marea tarda aun una hora en recorrer los 20 kilómetros que separan la boya de recalada de la ciudad. Por otra parte, incluso en las mejores condiciones meteorológicas solo se permite la entrada con buena visibilidad y de día, pues las boyas están bastante separadas y el seguimiento de la canal exige ver desde cada boya la situación de la siguiente. Ello se debe a que el paso se modifica de un año a otro por los aportes de arena, y no sirve ni la cartografía impresa, ni la electrónica, ni el trak del GPS del año anterior. Hasta hace pocos años había dos pasos para entrar, pero el del Sur (que discurría paralelo a la Duna de Pilatos) recibió tantos arrastres de arena que se cegó y ya no es utilizable (44º 34,1’ N; 1º 14,3’ W). Se ha retirado el balizamiento. Suponemos que poco a poco las bocas de Arcachon pasen a denominarse en singular al haber un único paso. Así pues ahora solo queda el del Norte, y es tan peligroso que las boyas y balizas no están iluminadas, como en el Paso del Sur del estuario del Garona. Algo extraordinario que se hace precisamente para que nadie se arriesgue a entrar de noche, lo que de hecho en Arcachon está prohibido. Incluso se teme que con los años el paso del Norte también se cierre y la bahía se convierta en un mar interior separado del Océano. Como dije ya ha pasado con otras bahías, aunque más pequeñas, de Las Landas.

      Como resumen de lo dicho, estas son las advertencias de la guía Imray:

      “Cuidado: los canales de entrada son balizados de nuevo cada año a medida que cambian en los temporales de invierno, pero pueden cambiar después del nuevo balizamiento. Sólo se debe entrar entre 3 horas antes y 1 hora después de la pleamar (nota: se refiere a la pleamar de las tablas de mareas) y con mar de fondo de menos de 1 metro. También es importante tener buena visibilidad, pues las boyas están bastante alejadas una de otras y, en contra de lo habitual en la mayoría de puertos franceses, no hay enfilaciones. Hay ejercicios de tiro con fuego real aire-aire, aire-mar y tierra-mar en ambos lados de la entrada. Es improbable que estos ejercicios impidan la entrada a Arcachon, pero pueden imponer restricciones en su acceso desde el Norte o desde el Sur”.

      También advierte de que “dentro de la dársena, las algas verdes y las agujas de los pinos pueden atascar los filtros de los motores”, pero ninguna de las veces que he estado allí (en total casi un mes) lo he observado, por lo que me parece una exageración.

      Cuando dimos la vuelta a España en el Corto Maltés en 2012 teníamos la intención de haber entrado para conocer esta bahía de cerca, pero no llegamos con las condiciones idóneas (llegamos de noche y no era pleamar) y no pudimos entrar. Podríamos habernos quedado al pairo en altamar en los alrededores y enfrentar el