El Tesoro de David: la revelación Escritural a la luz de los Salmos. Eliseo Vila. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Eliseo Vila
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Религия: прочее
Год издания: 0
isbn: 9788417131753
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tú el brazo del impío y del malvado; persigue su maldad hasta que desaparezca. LBLA] [¡Quebranta el brazo del malvado y del perverso! ¡Persigue su impiedad hasta que no quede ninguna! BTX] [¡Rómpeles el brazo al malvado y al impío!¡Pídeles cuentas de su maldad, y haz que desaparezcan por completo! NVI] [Destruye el poder del malvado y del injusto, hazle responder de su maldad hasta que desaparezca por completo. BLP] [¡Quiébrale los brazos a esta gente malvada y perversa! Persíguelos hasta destruir al último de ellos. NTV]

      Quebranta tú el brazo del inicuo, y persigue la maldad del malo hasta que desaparezca. En este versículo escuchamos de nuevo el peso de la petición del salmista: “Quebranta el brazo del inicuo”. Haz que el pecador pierda su capacidad para seguir pecando; paraliza al tirano, detén al opresor, debilita los lomos de los poderosos, y quebranta en pedazos al despiadado. Ya que niegan tu justicia, házsela sentir en su grado máximo. Y la sentirán, porque Dios dará caza al pecador sin tregua; mientras haya en él un grano de pecado, será perseguido y castigado. Es digno de mención que muy pocos de los grandes perseguidores han muerto pacíficamente en sus camas: la maldición derivada de sus acciones los ha acosado de forma manifiesta, y sus terribles sufrimientos les han dejado constancia de esa justicia divina que un día desafiaron. Dios permite que los tiranos broten como los zarzales para proteger su iglesia de intrusos hipócritas, y a su vez, enseñar una lección a sus hijos rebeldes y reincidentes, como hizo Gedeón con los ancianos de la ciudad de Sucot con espinos y abrojos del desierto.158 Pero no tarda mucho en arrancar esos zarzales y cortar de un tajo a estos Herodes, como se cortan las matas de abrojos y espinas, arrojándolos al fuego. A Tales de Mileto159 uno de los siete sabios de Grecia, le preguntaron qué cosa consideraba la más rara y extraña en el mundo, y respondió: «Ver a un tirano vivir hasta llegar a viejo». ¡Ved cómo el Señor rompe, no solo el brazo, sino el cuello de estos opresores orgullosos! Para aquellos que no han obrado con justicia ni misericordia con los santos, habrá justicia sin un gramo de piedad.

      C. H. SPURGEON

      Vers. 16. Jehová es Rey eternamente y para siempre; de su tierra han perecido las naciones. [Jehová es Rey eternamente para siempre; de su tierra han sido barridos los gentiles. RVR] [El Señor es Rey eternamente y para siempre; las naciones han perecido de su tierra. LBLA] [YHVH es Rey por siempre jamás, las naciones que ocupaban su tierra han perecido. BTX] [El Señor es rey eterno; los paganos serán borrados de su tierra. NVI] [El Señor es el rey eterno, los paganos desaparecerán de su tierra. BLP] [¡El Señor es rey por siempre y para siempre! Las naciones paganas desaparecerán de la tierra. NTV]

      Jehová es Rey eternamente para siempre;160 de su tierra han sido barridos los gentiles. Semejante fe y confianza debían resultar ante los ojos del mundo extrañas e inexplicables. Es como lo que sus conciudadanos debían pensar (si la historia es cierta) de ese hombre cuya visión era tan extraordinaria que desde en Lilibea podía distinguir perfectamente la flota de los cartagineses entrando en el puerto de Cartago.161 ¡Un hombre que pudiera ver a través del mar a semejante distancia, podría deleitarse contemplando todo lo que los demás son incapaces de ver!162 Lo mismo sucede con la fe: a pesar de encontrarnos por el momento estacionados en la Lilibea terrenal de este mundo, la fe nos permite distinguir desde aquí a la zarandeada flota entrando sana y salva en el puerto anhelado del cielo; la fe tiene capacidad de ver y gozar de las bendiciones todavía distantes, como si ya las hubiéramos alcanzado.

      ANDREW ALEXANDER BONAR [1810-1892]

      “Christ and His Church in the Book of Psalms”, 1859

      Vers. 16-18. El salmo termina con un canto de acción de gracias al Rey, grande y eterno, porque ha concedido el deseo de su pueblo humilde y oprimido, ha defendido al huérfano, y castigado los paganos que pisotearon a sus hijos cuando estaban afligidos. Aprendamos de ello que con toda seguridad, vamos en buena dirección, llevando nuestra queja ante el Rey de reyes. Porque ante su trono, los derechos son revindicados y se reparan todos los entuertos. Su gobierno jamás descuida los intereses de los más necesitados, ni tolera la opresión de los poderosos. ¡Dios inmenso y eterno, nos confiamos en tu mano! Te encomendamos de nuevo el destino de tu Iglesia. Levántate, oh Dios, y que el hombre mortal,163 –esa criatura que es flor de un día– se quebrante ante la majestad de tu poder. Ven, Señor Jesús, y glorifica tu pueblo. Amén y Amén.164

      C. H. SPURGEON

      Vers. 17. El deseo de los humildes oíste, oh Jehová; tú dispones su corazón, y haces atento tu oído. [El deseo de los humildes escuchas, oh Jehová; tú confortas su corazón, y tienes atento tu oído. RVR] [Oh Señor, tú has oído el deseo de los humildes; tú fortalecerás su corazón e inclinarás tu oído. LBLA] [Oh YHVH, Tú has oído el anhelo de los humildes, sosiegas su corazón, tienes atento tu oído. BTX] [Tú, Señor, escuchas la petición de los indefensos, les infundes aliento y atiendes a su clamor. NVI] [Tú atiendes, Señor, el deseo de los humildes, fortaleces su corazón, les prestas oído. BLP] [Señor, tú conoces las esperanzas de los indefensos; ciertamente escucharás sus clamores y los consolarás. NTV]

      El deseo de los humildes escuchas, oh Jehová; tú confortas su corazón, y tienes atento tu oído. La oración lleva implícito un acto de humildad en la fe. Algunos acentúan la humildad; permitidme que yo acentúe la fe. La fe transporta el alma ante la presencia del Dios todopoderoso, y contemplándolo hace que tomemos conciencia de nuestra propia vileza y pecaminosidad, hasta el punto de aborrecemos a nosotros mismos y declararnos indignos de las misericordias que pretendíamos implorar. Esta visión de Dios es la que llevó al profeta Isaías a exclamar: “¡Ay de mí!, que estoy muerto; porque siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de un pueblo de labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos”;165 y al santo Job: “ahora mis ojos te ven. Por tanto, retracto mis palabras, y me arrepiento en polvo y ceniza”.166 La fe es requisito indispensable para la oración, pues el apóstol Santiago advierte que sin ella nada recibiremos de las manos de Dios.167 Dios se deleita en llenar recipientes vacíos, por ello busca siempre corazones quebrantados. En los Salmos se nos dice repetidamente que Dios escucha las oraciones de los humildes; y tales oraciones siempre llevan implícita la fe: “no olvida el clamor de los afligidos”;168 “tú has oído el deseo de los humildes; tú fortalecerás su corazón e inclinarás tu oído” (10:17). Ser genuinamente humilde implica tener el corazón dispuesto y preparado para que Dios escuche nuestra oración; y esto es precisamente lo que lleva al salmista a presentar su petición “con carácter de pobre”,169 repitiendo a menudo: “Soy pobre y necesitado”.170 Y a la vez impide que nuestro ego se rebele si Dios no nos concede concretamente aquello que le habíamos solicitado. Aún Cristo mismo, en sus peores momentos de angustia, se dirigió a Dios exclamando: “Dios mío, de día clamo y no respondes, y de noche, pero no hay para mí reposo (…) en ti confiaron nuestros padres; confiaron, y tú los libraste (…) pero yo soy gusano, y no hombre; oprobio de los hombres, y despreciado del pueblo”; y fue “oído” a causa de “su temor reverente”.171 Al pedir aquello que necesitamos, esta humillación profunda se suma a nuestras súplicas vehementes frente a la misericordia divina, y es contada como oración de fe, tanto por Dios como por Cristo.172

      THOMAS GOODWIN [1600-1679]

      “Object and Acts of Justifying Faith”, 1642

      El deseo de los humildes escuchas, oh Jehová; tú confortas su corazón, y tienes atento tu oído. Una oración espiritual es siempre una oración humilde. La oración es pedir una limosna, y exige, por tanto, humildad: “Mas el publicano, estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador”.173 La gloria incomprensible de Dios siempre nos abruma cuando nos aproximamos a ella, provocando en nosotros una santa consternación: “Dios mío, confuso y avergonzado estoy para levantar, oh Dios mío, mi rostro a ti”.174 Nada más apropiado y hermoso que ver a una miserable criatura, que no es nada en sí misma, postrada a los