THOMAS BROOKS [1608-1680]
Me presentaré delante de ti, y esperaré. David dirige su oración a Dios y aguarda mirando hacia arriba;48 no hacia abajo, al mundo y su corrupción, sino hacia arriba, a Dios, buscando lo que él tuviera a bien decirle: “Escucharé lo que dirá Dios el Señor”.49 Que esta resolución del profeta/salmista sea también la tuya: “Mas yo pondré mis ojos en el Señor, esperaré en el Dios de mi salvación; mi Dios me oirá”.50
WILLIAM GREENHILL [1591-1677]
“An Exposition of the Five First Chapters of the Prophet Ezekiel with Useful ObservationsThereupon.Delivered in Several Lectures in London”, 1649
Presentaré mi oración a ti, y con ansias esperaré. Es decir, voy a negociar, voy a poner en juego mis activos espirituales, y a esperar las ganancias; presentaré mis oraciones, y no voy a darlas por perdidas, sino que seguiré mirando hacia arriba aguardando la respuesta. Dios tiene por costumbre conducir a los seres humanos de vuelta al hogar por un sendero muy distinto al camino por el cual ellos deambulaban. El hombre cayó del favor Dios por desconfianza al poner al Creador bajo sospecha;51 Dios lo trae de vuelta a base de confianza,52 mediante pensamientos positivos sobre él. Oh, ¡cuán ricamente cargado regresará el navío que tan lejos zarpara haciendo su entrada majestuosa en puerto hogareño! ¿Acaso no esperas y anhelas su retorno?
GEORGE SWINNOCK [1627-1673]
“The Christian Man’s Calling”, 1665
Presentaré mi oración a ti, y con ansias esperaré. Tras la oración, la fe lleva a cabo una acción de soporte; proporciona al alma el apoyo necesario para aguardar la respuesta. Dice el salmista: “Levantaré mis ojos hacia arriba y esperaré”; ¿esperaré qué?, evidentemente, la contestación. Un corazón incrédulo dispara sus oraciones al azar, no se preocupa de hacia dónde se dirige su flecha o del resultado de su plegaria; la fe, en cambio, llena el alma de expectativas. El mercader que embarca una porción de su patrimonio en un navío que zarpa hacia ultramar, cuenta tan firmemente con su regreso con las correspondientes ganancias, que habla de ello con la misma seguridad que habla de la otra parte que retuvo y realmente tiene mano; así también la fe, confía tan firmemente en la respuesta positiva a las peticiones que ha mandado en oración al cielo, que habla de ellas con la misma certeza que de las misericordias recibidas anteriormente y que de hecho tiene ya a su disposición. Esta expectativa que la fe provoca en el alma inmediatamente después de la oración tiene la función de tranquilizarla durante intervalo entre el envío y el regreso. Dicho en otras palabras: la suerte del navío de la oración y su regreso a puerto con su rica carga dependen de la fortaleza de la fe. Con frecuencia la fe se levanta de la oración gritando de inmediato: Victoria. Porque produce en el alma del creyente un sentimiento tan fuerte de la realidad existencial de aquello por lo cual ha orado, que sobrepasa todo razonamiento; suficiente para que el cristiano pueda acallar con esa expectativa de la respuesta todas sus dudas presentes y pensamientos negativos. Y ello hace que prorrumpa en alabanzas por las mercedes recibidas mucho antes de haberlas recibido (…) Es debido a la falta de fe, a la carencia de levantar los ojos hacia el cielo, que tantas oraciones fracasan y se pierden. Si dudas, ¿por qué oras? Y si crees, ¿por qué no esperas? Al orar, aparentemente depositas tu confianza en Dios; al no esperar, se la estas arrebatando de nuevo. ¿Acaso no es esto tomar su nombre en vano?53 ¡Cristiano, afírmate en tus oraciones mediante una expectativa santa, basada en la promesa, de que recibirás aquello por lo cual has rogado! (…) Mardoqueo, sin lugar a dudas, había elevado numerosas oraciones por Ester; ¿y qué hizo? esperó sentado ante la puerta del rey54 aguardando lo que Dios, en su divina providencia, tuviera a bien responderle. Hagamos nosotros lo mismo.
WILLIAM GURNALL [1617-1679]
“Christian in complete armour, or, a treatise of the saints war against the Devil”, 1655
Vers. 4. Porque tú no eres un Dios que se complace en la maldad; el malo no habitará junto a ti. [Porque tú no eres un Dios que se complace en la maldad; el malo no habitará junto a ti. RVR] [Porque tú no eres un Dios que se complace en la maldad; el mal no mora contigo. LBLA] [Porque Tú no eres un DIOS que se complace en la impiedad, la maldad no habita contigo. BTX] [Tú no eres un Dios que se complazca en lo malo; a tu lado no tienen cabida los malvados. NVI] [No eres un Dios que desee la maldad, en ti no encuentra refugio el malvado. BLP] [Oh Dios, la maldad no te agrada; no puedes tolerar los pecados de los malvados. NTV]55
Porque tú no eres un Dios que se complace en la maldad; el malo no habitará junto a ti. Habiendo expresado pues de ese modo su resolución a orar, el salmista despliega su oración. Y lo primero que hace es abogar en contra de sus enemigos, crueles y despiadados, utilizando el argumento que estima como el más poderoso: Pide a Dios que los aleje en base a que también a Dios le son desagradables. «Cuando oro en contra de los que me tientan, –dice David–, estoy orando en contra de aquello que Dios mismo aborrece». ¡Señor, el mal no te complace, así que te ruego me libres de él!
De ello aprendemos una verdad solemne: el odio que un Dios justo debe sentir hacia el pecado: No se complace en la maldad. Por muy grandilocuente, pomposa, y presuntuosa que aparente ser, todo su brillo carece de encanto para Dios. Los seres humanos fácilmente se inclinan ante la villanía deslumbrados por el éxito, y se olvidan del fragor y la perversidad de la batalla ante la ostentación triunfo; pero el Señor de toda santidad no es semejante a nosotros.
El malo no habitará junto a ti. Es decir, no le darás cobijo ni compartirás con él morada, ni en la tierra, ni en el cielo. Los malos no pisarán la mansión de Dios. ¡Oh, qué insensatos somos tratando de agasajar a la vez a dos huéspedes hostiles el uno al otro, como son Cristo Jesús y el diablo! Tengamos por seguro que Cristo no habitará jamás en el salón principal de nuestro corazón, mientras sigamos con nuestros pensamientos agasajando al diablo en el sótano.
C.H. SPURGEON
Porque tú no eres un Dios que se complace en la maldad. Así como la persona que corta con un cuchillo sin filo es el ejecutor del corte, pero no el responsable de que este salga defectuoso y el cuchillo mellado, pues el causante de esto es el propio cuchillo; el músico que pulsa un instrumento desafinado es quien provoca el sonido pero no la discordancia, pues la responsable de esta es una cuerda desafinada; o, el jinete que monta sobre un caballo cojo y se tambalea es quien perpetra el tambaleo, pero no el movimiento que lo ocasiona, ya que el origen de este está en el caballo; así también Dios es autor de todas las cosas, pero no del mal que estas puedan eventualmente ocasionar. Quien diseña y construye instrumentos y herramientas de metal o de madera no es quien origina el óxido y la carcoma que eventualmente los corroe, estos vienen por otras causas. Y los males del hombre no son obra del perito celestial; el Dios todopoderoso no es el autor del pecado y la iniquidad; y no puede ser justamente culpado de que sus criaturas decidan revolcarse en el barro y mancillarse a sí mismas con la impureza del pecado, pues él las diseñó y las creo perfectas.56