ROBERT LEIGHTON [1611-1684]
Arzobispo de Glasgow
“Meditations Critical and Practical on Psalm IV Psalm XXXII and Psalm CXXX”, 1825
“Mi meditación”. La idea de “meditación” es la correcta, ya que prepara debidamente el alma para la súplica; la llena con el licor del espíritu, haciendo que la oración fluya en la mente y a continuación se desborde en palabras. David reflexiona en primer lugar, y después pone la lengua en movimiento: “Ardía mi corazón dentro de mí; mientras meditaba, se encendió el fuego; entonces dije con mi lengua: Señor, hazme saber mi fin, y cuál es la medida de mis días”.16 Y para dejarnos claro que había sido la meditación la madre legítima que había dado a luz y criado su oración, nos proporciona el nombre y los apellidos completos de la criatura: “Escucha, oh Jehová, mis palabras; considera mi meditación”. La meditación es como llenar un recipiente, y la oración es vaciarlo. “Y por la tarde Isaac salió a meditar al campo; y alzó los ojos”.17 La Septuaginta,18 la Biblia de Ginebra,19 y Tremelio,20 en sus notas marginales indican “salió a orar” en tanto que palabra hebrea לָשׂ֥וּחַ lāśūaḥ de שׂ֫וּחַ suach, puede entenderse indistintamente como “orar” y “meditar”; lo que nos indica que en la terminología bíblica son palabras muy afines, parte de un mismo concepto, cual gemelos salidos de un mismo embrión. La meditación es el mejor comienzo para la oración, y la oración es la mejor conclusión de la meditación. Cuando el cristiano, como Daniel,21 abre primero de par en par las ventanas de su alma a la contemplación, consideración y reflexión, es cuando puede arrodillarse y proceder a la oración.
GEORGE SWINNOCK [1627-1673]
“The Christian Man’s Calling”, 1665
Vers. 1-2. Escucha, Señor, mis palabras; considera mi gemir (…) porque a ti elevo mi oración. Es importante observar aquí el orden y la fuerza de las expresiones del salmista. Por un lado tenemos: “mis palabras”, “mis gemidos” y “mi oración”; por el otro: “escucha”, “considera” y “atiende”.22 Todas estas expresiones evidencian la urgencia y la energía de los sentimientos y peticiones de David. En primer lugar, tenemos el “escucha”, es decir, óyeme. Pero de poco sirve ser escuchado si nuestras palabras, nuestro “gemido” (o rugido como dice más literalmente el hebreo), y nuestra “oración”, no son “tomados en consideración”. En pocas palabras, el salmista viene a decir: me dirijo a ti con profunda ansiedad y preocupación, pero no soy capaz de expresarme como quisiera y, en consecuencia, no estoy seguro de hacerme entender como desearía. Por tanto, trata tú de captar en mis sentimientos aquello que no soy capaz de expresarte con palabras. Y por ello agrego a mis “palabras” mi “gemido”, a fin de que puedas extraer de él todo aquello que no soy capaz de decirte con vocablos, esperando así que mi “llanto” facilite tu comprensión y consideración. Y una vez lo hayas considerado, oh Señor, “atiende mi oración”, no dejes de dar respuesta a lo que de mí has escuchado y considerado. No hay razón alguna para concluir de la manera de expresarse del salmista, que en el caso de Dios las acciones de escuchar, entender y atender sean funciones distintas, como es el caso en nosotros los seres humanos; pero sí que nuestros sentimientos hacia Dios han de presentar esta diferenciación progresiva. Es decir, en primer lugar el deseo de ser escuchados; a continuación y una vez nuestras oraciones han sido escuchadas, que sean consideradas; y finalmente, una vez consideradas, que no sean desechadas, sino atendidas.
MARTÍN LUTERO [1536-1546]
Vers. 2. Está atento a la voz de mi clamor, Rey mío y Dios mío, porque a ti oraré [Está atento a la voz de mi clamor, Rey mío y Dios mío, porque a ti oraré. RVR] [Está atento a la voz de mi clamor, Rey mío y Dios mío, porque es a ti a quien oro. LBLA] [Atiende a la voz de mi clamor, Rey mío y Elohim mío, porque a Ti oraré. BTX] [Escucha mis súplicas, rey mío y Dios mío, porque a ti elevo mi plegaria. NVI] [Rey mío, Dios mío, oye mi grito de socorro, que a ti dirijo mi ruego. BLP] [Escucha mi grito de auxilio, mi Rey y mi Dios, porque solo a ti dirijo mi oración. NTV]
La voz de mi clamor. En otro salmo encontramos la expresión: “La voz de mi llanto”.23 El llanto tiene voz propia: un quejido lastimero en tono estridente, capaz de perforar los oídos y llegar hasta el corazón de Dios; y el clamor tiene también su voz: una elocuencia inaudible que, brotando de lo más hondo de nuestro corazón, es capaz de partir el alma y alcanzar al corazón de Dios. ¡Ay, hermanos y hermanas! A menudo se nos hace inviable expresar nuestras oraciones con palabras, y no somos capaces de exhalar más que un clamor, un suspiro: pero el Señor escucha ese suspiro y entiende toda la profundidad de su significado. Para un Padre amoroso el clamor de sus hijos suena a música, y ejerce en su corazón una influencia prodigiosa irresistible.
Rey mío y Dios mío. Prestemos a estos dos pronombres personales: “Rey mío y Dios mío” la debida atención que merecen, puesto que son la médula espinal de su plegaria, la esencia ósea de su petición.24 Constituyen el argumento fundamental del por qué Dios debe responder a nuestras oraciones: porque es nuestro Rey y nuestro Dios. No le somos pueblo extraño: es Rey en nuestra patria, y es habitual que los reyes escuchen y atiendas las apelaciones de su pueblo. No le somos ajenos, somos sus adoradores y él es nuestro Dios: nuestro por Pacto, por promesa, por juramento, y por sangre.
Porque a ti oraré. David expresa aquí su firme compromiso de buscar a Dios y únicamente a Dios. Dios ha de ser la meta prioritaria de nuestros anhelos, el único objetivo de nuestro culto, el recurso exclusivo de nuestra alma en tiempos de necesidad. Dejemos a un lado las cisternas rotas de los impíos,25 y bebamos únicamente de la fuente divina de agua de vida.26
A ti oraré. El salmista toma una resolución firme: mientras le quede un aliento de vida no cesará de orar a Dios. Jamás dejará de suplicar, aunque no haya respuesta.
C.H. SPURGEON
Vers. 3. Oh Jehová, de mañana oirás mi voz; de mañana me presentaré delante de ti, y esperaré. [Oh Jehová, de mañana oirás mi voz; de mañana me presentaré delante de ti, y esperaré. RVR] [Oh Señor, de mañana oirás mi voz; de mañana presentaré mi oración a ti, y con ansias esperaré. LBLA] [Oh YHVH, oirás mi voz de mañana, de mañana la presentaré ante Ti, y ansiosamente esperaré. BTX] [Por la mañana, Señor, escuchas mi clamor; por la mañana te presento mis ruegos, y quedo a la espera de tu respuesta. NVI] [Señor, por la mañana escuchas mi súplica; de madrugada ante ti la presento y me quedo esperando. BLP] [Señor, escucha mi voz por la mañana; cada mañana llevo a ti mis peticiones y quedo a la espera. NTV]
Oirás mi voz. Fijémonos en que esto no es tanto una oración como una resolución. No voy a quedar mudo, no voy permanecer silente, no voy a contener mi discurso: voy a clamar a ti, porque el fuego que hay en mi interior me empuja a orar. Antes morir que vivir sin oración. Ningún hijo de Dios está poseído por un demonio mudo.27
De mañana.28 Es la hora más adecuada para intimar con Dios. Una hora en la mañana vale por dos del atardecer. Dejemos que la gracia descienda sobre el alma cuando el rocío está todavía fresco sobre la hierba. Consagremos a Dios el amanecer de nuestros días y la mañana de nuestras vidas. La oración ha de ser la llave que abra cada uno de nuestros días y cierre nuestros párpados cada noche.29 La devoción debe ser a la vez lucero del alba y astro del atardecer.30
Dirigiré mi oración a ti.31 Si nos limitamos a lo que dice nuestra versión inglesa, la mejor