Contra ti. No contra mí, sino contra ti. Si se tratara de mis enemigos los perdonaría, pero a tus enemigos no puedo perdonarlos. Debemos perdonar a nuestros enemigos, pero perdonar a los enemigos de Dios no está en nuestra mano. Semejantes expresiones del salmista han sido tachadas por algunos de impropias; las consideran vengativas, impregnadas de un espíritu de revancha, y les chirrían en los oídos. Deberían recordar que más allá de cómo deseos podrían traducirse como profecías; pero no vamos a valernos de ello como evasiva. Pues nunca hemos sabido de un solo lector de la Biblia que, como resultado de leer estos pasajes, se haya sentido inflamado por un espíritu de venganza, y lo más propio es probar la naturaleza de un escrito por sus efectos sobre el lector. Cuando escuchamos a un juez condenar a un asesino, por muy severa que sea la sentencia, no nos sentimos por ella justificados para condenar unilateralmente a otros por daños particulares que nos hayan causado. El salmista habla aquí como juez ex officio; habla como boca de Dios, y por tanto, sus palabras no pueden servirnos a nosotros de excusa, en modo alguno, para recriminar y maldecir a quienes nos hayan ofendido personalmente. Y en este sentido más vergonzosa de maldecir a otro es a través de una bendición fingida y aparente. No podemos por menos que esbozar una sonrisa divertida ante la malicia inofensiva del viejo clérigo de Roma que maldijo al emperador de Francia al otorgarle aparentemente su bendición.98 Le bendijo de forma pero le maldijo en el fondo. Y consideremos, en contraste, la honesta y saludable advertencia de David que hallamos en este pasaje, en apariencia imprecatoria, pero destinada a ser una bendición para el pecador al avisarle de su maldición inminente. ¡Atiende bien, oh impenitente, y sepas desde ahora que todos tus amigos piadosos darán su asentimiento solemne a la sentencia terrible que el Señor pronunciará sobre ti en el día de la destrucción! Nuestro veredicto será aplaudir las condenas de maldición que el Juez de toda la tierra tronará sobre los impíos.
C.H. SPURGEON
Castígalos, oh Dios;99 caigan por sus mismos planes; por la multitud de sus transgresiones échalos fuera, porque se rebelaron contra ti. Siempre que en las Escrituras encontremos frases que aparentemente respiran venganza, nunca debemos entenderlas o interpretarlas de otra manera que como la conformidad y asentimiento exhalado por almas justas ante la justicia de su Dios, que clama justa venganza contra el pecado. En este sentido hay que entender también las palabras de Cristo contra la higuera estéril,100 que no son otra cosa que un eco del punto y final de su aquiescencia intercesora. Es como si exclamara: «Ya no voy a interceder más, su condena es justa, cortadla de raíz, es decir: destrúyelos, Señor; arrójalos fuera en (o, por) la multitud de sus transgresiones, porque se rebelaron contra ti». Y cabe entender que invita a todos sus santos a simpatizar en su decisión; como leemos en Apocalipsis: “Alégrate sobre ella, cielo, y vosotros, santos, apóstoles y profetas; porque Dios ha pronunciado juicio a vuestro favor contra ella”.101 Por la misma razón, cuando uno de los miembros del cuerpo de Cristo, en total consonancia con su Cabeza, contempla la higuera estéril desde esta su misma perspectiva, y ve la gloria de Dios dispuesta a infligirle el golpe fatal, puede también exclamar justamente: Que descargue el hacha su golpe.102 Si Abraham hubiera permanecido junto al ángel que destruyó Sodoma, y hubiera visto cómo la justicia divina demandaba, en defensa del nombre de Jehová, la destrucción y ruina de estos rebeldes impenitentes, habría gritado: «Que descienda la lluvia de fuego; que el azufre y el granizo ardiente los consuman» Y no por espíritu de venganza; ni por falta de amor y ternura hacia sus almas, sino movido por su fervor y preocupación en salvaguarda y defensa de la gloria de su Dios. Bajo nuestro punto de vista, esta es la clave que aclara los pasajes difíciles que en este sentido encontramos en el libro de los Salmos, donde nos damos de bruces con múltiples imprecaciones y maldiciones invocadas sobre la cabeza de los impíos. No son más que el asentimiento a la ejecución de las maldiciones pronunciadas en el monte Ebal, respecto a las cuales leemos en el libro del Deuteronomio,103 que se exigía: “Y dirá todo el pueblo: Amén”; una simple incursión encaminada a describir la profunda y santa abominación que el Señor experimenta hacia el pecado, y el “Aleluya” y “Amén” de asentimiento expresados en el texto de Apocalipsis 19:3 hacia sus acciones de justicia.
ANDREW ALEXANDER BONAR [1810-1892]
“Christ and His Church in the Book of Psalms”, 1859
Castígalos, oh Dios; caigan por sus mismos planes; por la multitud de sus transgresiones échalos fuera, porque se rebelaron contra ti. (Comentario aplicable a todos pasajes imprecatorios en general que encontramos en el libro de los Salmos.) Señor, cuando en mis devociones diarias leo los Salmos de David, dame la sabiduría necesaria para ajustar los impulsos de mi alma de acuerdo con su contenido. En aquellos Salmos en los que confiesa sus pecados, implora tu perdón, te alaba por misericordias recibidas anteriormente, o bien ora solicitando futuros favores; en todos estos casos, concédeme la facultad de elevar el tono de mi alma hasta lograr afinarla a su mismo tono, el más alto que me sea posible. Pero cuando llegue a estos salmos que los que maldice a sus enemigos, oh, Señor, permíteme bajar de tono y afinarla en clave algo más baja. Porque tales palabras fueron inspiradas para ser pronunciadas únicamente en boca de David. Y yo, aunque comparto con él físicamente la misma respiración y aliento, no tengo el mismo espíritu de tu ungido como para poder pronunciarlas. En modo alguno permitas que me engañe a mi mismo afirmando que me es lícito unirme a David en maldecir a tus enemigos, no vaya a ser que mi corazón engañoso mezcle y confunda mis propios enemigos con los tuyos, y así, lo que para David era un acto de piedad, en mi caso se convierta en una acción maliciosa, en la que oculte mis deseos de venganza bajo la capa de una piedad falsa.
THOMAS FULLER [1608-1661]
“The Cause and Cure of a Wounded Conscience”, 1647
Vers. 11. Pero alégrense todos los que en ti confían; den voces de júbilo para siempre, porque tú los defiendes; en ti se regocijen los que aman tu nombre. [Pero alégrense todos los que en ti confían; den voces de júbilo para siempre, porque tú los defiendes; en ti se regocijen los que aman tu nombre. RVR] [Pero alégrense todos los que en ti se refugian; para siempre canten con júbilo, porque tú los proteges; regocíjense en ti los que aman tu nombre. LBLA] [Pero, ¡alégrense todos los que en Ti confían! ¡Den voces de júbilo para siempre porque Tú los defiendes! ¡Regocíjense en Ti los que aman tu Nombre! BTX] [Pero que se alegren todos los que en ti buscan refugio; ¡que canten siempre jubilosos! Extiende tu protección, y que en ti se regocijen todos los que aman tu nombre. NVI] [¡Que se alegren los que en ti confían, que por siempre se regocijen! Protege a los que te aman, para que se gocen en ti. BLP] [Pero que se alegren todos los que en ti se refugian; que canten alegres alabanzas por siempre. Cúbrelos con tu protección, para que todos los que aman tu nombre estén llenos de alegría. NTV]
Pero alégrense todos los que en ti confían; den voces de júbilo para siempre, porque tú los defiendes; en ti se regocijen los que aman tu nombre Al comparar este versículo con el precedente, encontramos de nuevo ese marcado contraste entre el castigo de los impíos y el gozo de los justos que ya hemos observado en los salmos anteriores y mencionado en la introducción.104 La alegría es el gran privilegio de los creyentes. Y cuando los pecadores sean destruidos esta alegría será completa. Ahora ellos ríen tan solo para llorar después; nosotros lloramos, pero nos regocijaremos eternamente. Cuando ellos aúllen nosotros cantaremos, y mientras ellos giman nosotros daremos “voces de júbilo para siempre”. Y nuestra alegría santa cuenta con una base sólida, pues, Señor, nos “regocijamos en ti”. El manantial de nuestra alegría es el Dios eterno. Amamos a Dios, y por tanto, nos deleitamos en él. Nuestro corazón se siente relajado en nuestro Dios. Para el creyente todos los días son espléndidos, porque nos alimentamos de él. Tenemos música en casa, música en el corazón, y música en el cielo, porque el Señor Jehová es nuestra fortaleza y nuestra canción; y ha venido a ser nuestra salvación.105
C.H. SPURGEON
Vers. 12. Porque tú, oh Jehová, bendecirás al justo; como con un