Sin embargo, esta edición incluye mucho material que actualiza su contenido además de traducirlo: Spurgeon falleció a finales del siglo XIX y hoy estamos ya en el año 2020. Publicar el Tesoro de David dejando su contenido estancado en el momento histórico en que murió su autor habría sido una falta de respeto a la obra y al propio Spurgeon. Él dedicó 20 años de su vida en acercar a sus lectores grandes predicadores de todo origen y condición, y si hubiese vivido hoy no se habría detenido en el siglo XIX. Y menos aún con todos los descubrimientos que el siglo XX trajo consigo, como los manuscritos del Mar Muerto o los descubiertos en Egipto, que revolucionaron la interpretación Bíblica y hasta proporcionaron varias traducciones nuevas que tenían en cuenta el nuevo material encontrado. Por eso la labor principal de esta edición ha sido, no solamente anotar a pie de página todo aquello que hemos considerado interesante o dificultoso para acercar su contenido al lector del siglo XXI, sino también añadir ahí comentarios de personas contemporáneas y notas lingüísticas que nos ayuden a entender las diferencias entre las distintas versiones bíblicas que acompañan el texto. Pero mi foco principal, aquello en lo que mis estudios resultaron más provechosos y útiles, y en lo que más horas he dedicado yo personalmente tratando con los manuscritos y las traducciones ha sido en mantener lo que llamamos “el fuego de la palabra”: en hacer que el texto sea legible hoy, en español, tal como lo era para los lectores londinenses en época de Spurgeon. Todos los comentarios reunidos en esta obra se redactaron para que la gente los entendiera, ¡muchos de ellos son predicaciones! Y nadie predica esperando que su audiencia tenga a mano diccionarios, atlas e interlineales abiertos en sus piernas para entender lo que el predicador dice. No, el predicador trata de que lo que dice su congregación lo entienda sin necesidad de ayuda externa. Por eso es él quien tiene que prepararse lo mejor posible, y hacer un esfuerzo activo para hablar el lenguaje de su comunidad. Pero en el Tesoro de David encontramos gente que, en su origen, hablaba muchos idiomas distintos, que usaban expresiones muy diversas, y más allá de la interpretación bíblica particular de cada uno, su forma de comunicación, sus referencias y su estilo eran muy distintos a los que hoy podemos usar, alejando sus escritos del lector común. Sin embargo, esta obra nació como un devocional para todo cristiano, y consideramos nuestro deber mantenerla como tal. Por eso en esta edición mi trabajo fundamental ha sido, y sigue siendo de cara al siguiente volumen, que usted, lector, pueda disfrutar de su lectura y le sea de bendición inmediata sin necesidad de recurrir a otras fuentes que distraigan o dificulten su lectura. Espero haberlo conseguido.
Por último, solo me queda aconsejar que el volumen físico, el peso, las dimensiones de esta obra no le abrumen. No se deje intimidar porque, si lo abre al azar, empieza a leerlo y lo disfruta, no tenga duda que disfrutará del resto y le será de inmensa bendición. Y porque hay que leer para poder aprender, para saber de dónde venimos y así poder trazar una línea de hacia dónde vamos, para entender nuestra fe por encima de circunstancias históricas y sociales. Hay que leer, porque «quien lee, aprende» y hay que aprender porque, como también decía y enseñaba mi abuelo, solo quien lee puede razonar su fe, y «una fe razonada hace una fe firme». Seamos pues firmes en nuestra fe.
Anna Romero García
Coeditora de la presente edición de El Tesoro de David Ciudad de MéxicoJunio de 2020
SALMO 5
SALMO DE LA MAÑANA
Título: «Al músico principal; sobre Nehilot. Salmo de David». La palabra hebrea הַנְּחִיל֗וֹת hannəḥîlōwṯ proviene de נְחִילוֹת nechilah y de la raíz חָלִיל chalil que significa “perforar” o “abrirse paso a través de” dando a entender “un tubo perforado” o flauta; lo que nos lleva a concluir que este salmo fue ideado probablemente para ser cantado con acompañamiento de instrumentos de viento tales como el cuerno, la trompeta, corneta o flauta. Sin embargo, es conveniente señalar que carecemos de toda certeza con respecto a la correcta interpretación de estos antiquísimos títulos de los salmos, y que la Septuaginta1 lo traduce como: “para aquel que obtiene la heredad”,2 y Aben Ezra3 estima que se trata de una referencia a alguna vieja y conocida melodía con la que este salmo debía cantarse.4 Sin embargo, los mejores exégetas y eruditos reconocen que la interpretación estricta del título de este salmo sigue siendo oscura. Lo cual no es de lamentar, ya que nos proporciona evidencia interna de la notable antigüedad del Salterio. A lo largo de los cuatro primeros salmos hemos podido comprobar que el tema es un tenaz contraste entre la posición, carácter y perspectivas de los justos y de los impíos. Y el Salmo 5 sigue la misma línea.5 El salmista lleva a cabo una comparación entre él mismo, hecho justo por la gracia de Dios, y los malvados que se le oponen.6 Y la mente piadosa ve en ello una hermosa representación del Señor Jesús, de quien se dice en los días de su carne ofreció “ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas al que le podía librar de la muerte”.7
C. H. SPURGEON
Estructura: Este Salmo debe dividirse en dos partes: del versículo uno al séptimo (5:1-7), y del ocho al doce (5:8-12). En la primera parte David implora con vehemencia al Señor que preste oído a su oración; y en la segunda vuelve sobre lo mismo.8
C. H. SPURGEON
Versión poética:
VERBA MEA AURIBUS PERCIPE