El Tesoro de David: la revelación Escritural a la luz de los Salmos. Eliseo Vila. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Eliseo Vila
Издательство: Bookwire
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Жанр произведения: Религия: прочее
Год издания: 0
isbn: 9788417131753
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tanto, para prender el fuego primero tiene que arder la tea, ¿cierto? Pues recuérdalo bien, esa tea eres tú; para poder causar mal a otro, la maldad procede de ti, ¿y a quién destruirá primero sino a ti mismo? Si una savia nociva perjudica las ramas; ¿no perjudicará primero la raíz de la cual procede? Tenlo en cuenta, tu maldad puede que logre perjudicar a otros; pero es imposible que tú te libres de sus efectos, y es probable que acabes siendo el más perjudicado».

      90 Génesis 12:3; Números 24:9; Deuteronomio 28:15-48.

      91 Hechos 26:14.

      92 En hebreo שׁוֹאָה֮ šōw’āh de שׁוֹא sho. Aunque en la mayoría de los doce casos en que aparece se utiliza como destrucción, devastación, asolamiento o desolación, en Ezequiel 38:9 se utiliza en el sentido de “tempestad: “y vendrás como una tempestad; como un nublado para cubrir la tierra serás tú y todas tus tropas”.

      93 2 Samuel 16:20-23; 17:14.

      94 1 Samuel 17:4-10, 50-51.

      95 Ester 6:1-13; 7:8-10.

      96 Salmo 64:1-9; Proverbios 12:13; 18:7.

      97 Se refiere al emperador romano MARCO AURELIO VALERIO MAJENCIO [278-312], emperador romano que se enfrentó a CONSTANTINO I [272-337] que luchaba bajo el signo de la Cruz en una batalla cerca del puente Milvio provocando un punto de inflexión en la historia del cristianismo, como narra con detalle el historiador cristiano EUSEBIO DE CESAREA [263-339] en su “Historia Eclesiástica” (publicada por CLIE el español).

      98 Se refiere al emperador romano FLAVIO VALERIO AURELIO CONSTANTINO [272-337], más conocido como CONSTANTINO I, el emperador que se convirtió al cristianismo y legalizó la religión cristiana en el Imperio Romano por el Edicto de Milán en el año 313.

      99 Se refiere a ENRIQUE III DE FRANCIA [1551-1589], un monarca muy controvertido. Cuando su hermano y heredero al trono FRANCISCO DE ANJOU [1555-1584] murió sin hijos, quedó como sucesor al trono de Francia su primo ENRIQUE DE BORBÓN o de Navarra [1553-1610]. Enrique de Borbón era protestante hugonote, pero para ser ungido como futuro rey de Francia y legítimo sucesor a la corona bajo el nombre ENRIQUE IV se convirtió al catolicismo. De ahí que se le atribuya la famosa frase: “Paris vaut bien une messe”, “París bien vale una misa”, pues en realidad nunca dejó de ser protestante. Esto desencadenó un conflicto en la sucesión conocido como la guerra de los tres Enriques (Enrique III, Enrique de Borbón y Enrique I duque de Guisa). El 12 de mayo de 1588, conocido como el día de las barricadas por el alzamiento armado de los partidarios de la Liga Católica, Enrique III fue obligado a abandonar París y refugiarse en Chartres donde tuvo que firmar que se comprometía a erradicar al protestantismo de Francia. Pero como venganza en diciembre de ese mismo año ordenó asesinar en Blois al duque de Guisa, líder de la Liga Católica. Ello le ocasionó que el 1 de agosto de 1589 él mismo fuera apuñalado como venganza por Jacques Clément, fraile dominico perteneciente a la Liga.

      100 Se refiere a CARLOS MAXIMILIANO DE FRANCIA [1550-1574], monarca perteneciente a la Casa de Valois que heredó el Trono a la muerte de su hermano Francisco II, con solo diez años. Hasta 1563 gobernó como regente su madre, CATALINA DE MÉDICI [1519-1589], quien siguió ejerciendo una gran influencia sobre él una vez declarado mayor de edad. Durante su reinado continuaron en Francia las guerras de religión, conflicto civil que enfrentaban a los católicos (liderados por los Guisa y apoyados por España) contra los protestantes o hugonotes (liderados por Coligny y apoyados por Inglaterra y algunos príncipes alemanes). Intentó poner fin al enfrentamiento mediante la Paz de Saint-Germain de 1570 (que concedía libertad de culto a los hugonotes) y el matrimonio de su hermana Margarita con el hugonote Enrique de Navarra (futuro Enrique IV). Pero traicionó el tratado y causó la sangrienta Matanza de San Bartolomé en 1572. Carlos murió poco después sin descendencia legítima, heredando el Trono su hermano Enrique III. Murió con empiema pleural y tuberculosis pulmonar.

      101 El lector debe entender las palabras del autor dentro del contexto histórico complejo en el que escribe, marcado por las llamadas “Guerras de Religión” y persecuciones religiosas de todo tipo que se dieron en Europa a lo largo de los siglos XVI y XVII.

      102 Se trata de PIETRO ANTONIO DOMENICO BONAVENTURA TRAPASSI [1698-1782], más conocido como METASTASIO, fue un escritor y poeta italiano, y uno de los más prolíficos libretistas de ópera del siglo XVIII.

      103 Dice AGUSTÍN DE HIPONA [354-430]: «¿Y cómo no ha de alegrarse en un Señor que le ha dicho “Yo soy tu salvación” (35:3)? ¿Y cómo no ha de alegrarse en un Señor que le ha dicho: “Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá” (Mateo 7:7)? Si el Emperador en persona te dijera: ‘Pídeme cuanto desees y te lo daré’ ¡con qué fuerza saldría de tu interior el impulso de proclamarte tribuno o cónsul! ¡Cómo se multiplicarían los planes para ti y a favor de los tuyos! Pues resulta que es Dios en persona quien te dice: ‘Pídeme, y te lo daré’. ¿Y qué vas a pedir? ¿Nada? Estruja tu mente, da rienda suelta a tus aspiraciones, dispara hasta los límites tu codicia, porque no es un cualquiera quien te ha dicho ‘Pídeme, y te lo daré’ sino el Dios omnipotente. Si tu deseo es poseer haciendas, podrías pedirle la tierra entera, de modo que cuantos la habitan fueran tus siervos o colonos. Y cuando fueras señor y dueño de toda la tierra, ¿qué harías? Quizá pedirle el mar, aunque no te sería fácil vivir en él, pues tu codicia se vería superada por los peces que viven allí en su elemento. Aunque sí podrías quizá adueñarte de las islas. Pero no, no te detengas en tu ambición, pide también el aire, aunque seas incapaz de volar; amplia tus deseos hasta alcanzar el firmamento, llama tuyo al sol, la luna y las estrellas, puesto que son creación de Dios, y él te ha dicho: ¡Pídeme, y te lo daré! Pero no importa lo que pidas, siempre quedarás insatisfecho, nada encontrarás en lo creado de más valía que Aquel que lo creó, nada hallarás más excelente que Aquel que hizo excelentes todas las cosas. Pide entonces al que lo hizo, pide poseerle a él, y teniéndole a él recibirás todo cuanto él hizo. Pues todo lo creado es hermoso; pero ¿qué hay más hermoso que Aquel que lo creó? Muchas de las cosas creadas son extremadamente poderosas, pero ¿qué hay más poderoso que Aquel que las creó? Y lo que desea con más ahínco es darse a sí mismo. ¿Podrás elegir algo mejor? Si en tu criterio hay algo mejor, pídelo. Pero anteponiendo la obra al que la hizo le harás una injuria, y te perjudicarás a ti mismo, siendo que él, que es el autor, se entregó a sí mismo y quiere que lo poseas en persona. No es extraño que ante un amor semejante exclamara extasiada el alma del salmista: “¡Mi porción es el Señor (…) mi porción es Dios para siempre” (Salmo 118:57; 73:26); es decir, escoja cada uno lo que quiera poseer, distribúyanse en porciones todo cuanto existe, pero: “mi porción eres tú”, yo te he elegido a ti: “El Señor es la porción de mi herencia y de mi copa; tú garantizas mi suerte” (Salmo 16:5). Deja por tanto que Dios te posea a ti, para que tú lo poseas a él, y en él lo poseas todo. Abre a él tu corazón y hará de ti su hacienda privada, te convertirá en su mansión. ¿Qué cosa mejor nos puede dar que darse a sí mismo? ¿Y por qué lo hace? Porque nos ama (Juan 3:16): sí, Dios me ama, Dios te ama. ¿O piensas acaso que nos necesita o que puede sacar de ti algún provecho? ¡No! Por ello exclama el salmista: “Dije al Señor: Mi Dios eres tú, por cuanto no tienes necesidad de mis bienes” (Salmo 16:1 Vulgata), pero “mi alma se alegra en Señor; se regocija en su salvación”. Y la salvación de Dios es Cristo: “Porque han visto mis ojos tu salvación” (Lucas 2:30)».

      104 En hebreo כָּ֥ל עַצְמֹותַ֨י kāl ‘aṣmōwṯay de עָ֫צֶם etsem, “huesos”. Dice al respecto CASIODORO [485-583]: «Es evidente que por “huesos” hemos de entender en este caso la fortaleza del espíritu y constancia de la mente. Y resulta propio y acertado utilizar el término “huesos” para describir estas cualidades espirituales, pues así como los huesos proporcionan al cuerpo un soporte sólido y seguro; la fortaleza del espíritu y constancia de la mente dan soporte a los propósitos e intenciones santas. Son por tanto los “huesos”, es decir, la firmeza de nuestra voluntad, no la “carne”