JOSEPH CARYL [1602-1673]
“An exposition with practical observations upon the book of Job”, 1651
Vers. 17-20. Sensible, como es, a sus necesidades terrenales, el ser humano nunca ceja en su empeño para conseguirlas, por todos los métodos posibles, y dedicando a ello su mayor diligencia y esfuerzo; hasta que caiga finalmente en la cuenta de que quien realmente provee para él es Dios. Cuando una persona cuenta con amigos encumbrados en los que apoyarse, suele decirse de ella que no tiene motivos de preocupación, ya que si se ve en dificultad podrá recurrir a ellos. Por lo contrario, aquel que no cuenta con nadie que le respalde, si le preguntamos: ¿porqué te afanas tanto?, nos responderá: No tengo más remedio, estoy solo, no cuento con nadie que me respalde o en quien pueda confiar. Cristo tuvo que corregir esta actitud por parte de sus discípulos en más de una ocasión: su incredulidad les impedía ver la forma en que su Padre celestial se preocupaba de ellos: “Por tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida, qué comeréis; ni por el cuerpo, qué vestiréis. La vida es más que la comida; y el cuerpo, más que el vestido”.142 Ningún patrimonio material, por importante que sea, podrá liberar definitivamente nuestro corazón de la ansiedad y las preocupaciones, porque ninguno es perdurable, todos están sujetos a un posible deterioro y desaparición repentina; y jamás lograremos, por tanto, quitarnos de encima la pesada carga de la ansiedad y las preocupaciones que nos agobian hasta doblar nuestras espaldas, a menos que aprendamos, por medio de la fe, a depositar nuestra carga sobre el Señor,143 cuyo ojo “está sobre los que le temen” (33:18). Quién no aprende a depender de Dios haciendo del Altísimo su soporte, difícilmente va a renunciar a los apoyos y soportes terrenales. Quien no hace de Jehová su fortaleza,144 sigue confiando en las riquezas, la sabiduría, los amigos, o la fuerza. El corazón humano, consciente de su incapacidad para mantenerse y defenderse a sí mismo si no cuenta para ello con el necesario apoyo, buscará ese apoyo donde sea, verdadero o falso, fiable o corrupto; y cual los israelitas: Descenderá a Egipto por ayuda, y confiará en caballos; y pondrá su esperanza en carros, porque son muchos, y en jinetes, porque son muy fuertes; y no mirará al Santo de Israel, ni buscará a Jehová.145
JOHN BALL [1585-1640]
“Treatise of Faith”, 1632
Vers. 18. He aquí el ojo de Jehová sobre los que le temen, sobre los que esperan en su misericordia. [He aquí el ojo de Jehová está sobre los que le temen, sobre los que esperan en su misericordia. RVR] [He aquí, los ojos del Señor están sobre los que le temen, sobre los que esperan en su misericordia. LBLA] [He aquí el ojo de YHVH sobre los que lo temen, sobre los que esperan en su misericordia. BTX] [Pero el Señor cuida de los que le temen, de los que esperan en su gran amor. NVI] [La mirada del Señor está sobre los justos, sobre los que en su amor ponen su esperanza. BLP] [Pero el Señor vela por los que le temen, por aquellos que confían en su amor inagotable. NTV]
He aquí.146 ¡Mirad! ¡Contemplad! Porque estamos ante una maravilla superior y más asombrosa que los ejércitos y caballos; una confianza más segura que los carros o escudos.
El ojo de Jehová está sobre los que le temen. Ese ojo que todo lo observa de manera peculiar, es su gloria y su defensa. Nadie puede tomarlos por sorpresa, puesto que el observador celeste anticipa los designios de sus enemigos, y les proporciona la ayuda precisa en su contra. Los que temen a Dios no han de temer a ninguna otra cosa; basta con que fijen en él su mirada de fe, para que su mirada de amor no se aparte de ellos.
Sobre los que esperan en su misericordia. Cabe entenderlo como una pequeña evidencia de la gracia, pero ciertamente es bien válida. La esperanza más humilde cuenta con su propia porción, tanto como la fe valiente y corajuda. Di pues, alma mía, ¿no te es esto un motivo de aliento? ¿Acaso no confías en la misericordia de Dios en Cristo Jesús? Siendo así, ten la seguridad de que el ojo del Padre está por igual sobre ti que sobre el más veterano de la familia de los creyentes. Estas dulces palabras, tiernas como el pan blando, van dirigidas a los niños en la gracia, que precisan de alimentación infantil.147
C. H. SPURGEON
He aquí. En los versículos anteriores el salmista habla de las diversas acciones de la providencia divina para todos los seres humanos; pero aquí sintetiza centrándose en un caso en particular: su cuidado especial de aquellos que le temen, de su iglesia; a la que guía de manera maravillosa, defiende y protege de todos los ataques y peligros. Por ello, antes de proseguir, lanza un toque de atención general mediante un: הִנֵּ֤ה hinnêh, “He aquí”.148
ADAM CLARKE [1760-1832]
“Commentary on the Whole Bible”, 1831
El ojo de Jehová está sobre los que le temen. Observad como el sol proyecta su luz y su calor sobre el planeta tierra, y veréis que brilla ejerciendo la misma influencia sobre todas las cosas, incluidos buenos y malos.149 Pero dejad que sus rayos se concentren a través de un cristal de aumento, y podréis comprobar como queman y perforan el punto donde se proyectan, sin que aquello que lo circunda sufra el mismo efecto. Igual sucede con la mirada de Dios sobre su creación; contempla todas sus obras con un amor general, y viendo que: “erant omnia valde bona”, que todas ellas son buenas en gran manera,150 se agrada de todas. ¡Ah!, pero cuando decide proyectar los rayos de su amor concentrándolos sobre sus elegidos en Cristo, hace que brillen sobremanera, que sus corazones se inflamen de amor y sus afectos ardan cual fuego abrasador;151 en tanto que los demás solo reciben una influencia leve, la gracia común, que brilla en ellos de manera exigua.
RICHARD HOLDSWORTH [1590-1649]
“The valley of vision, or A clear sight of sundry sacred truths: Delivered in twenty-one sermons”, 1651
He aquí el ojo de Jehová está sobre los que le temen, sobre los que esperan en su misericordia. Un pasaje muy alentador para todos aquellos que sintiéndose incapaces de reclamar para sí los puestos más elevados en la escala de la piedad, saben, sin embargo, que: “temen a Dios, y esperan en su misericordia”. No faltarán, sin duda, quienes cuestionen la coexistencia de ambas cosas en una misma persona, afirmando que “temor” y “esperanza” son incompatibles entre sí. Sabemos, sin embargo, que los primeros cristianos: «andaban en el temor del Señor, y en los consuelos del Espíritu Santo». Podrá alegarse que el temor perjudica la esperanza o que la esperanza neutraliza el temor; pero lejos de ser así, más bien se complementan, y mezcladas adecuadamente, no tan solo resultan más hermosas, sino que también más efectivas. Pues el temor promueve la esperanza mediante la evidencia que proporciona; y nos impide, además, el caminar de manera desordenada, con lo cual potencia nuestra paz y bienestar. Y la esperanza, por su parte, no es menos amiga y excelente colaboradora del temor; en tanto que jamás alcanzamos una imagen tan gloriosa de Dios y le vemos más digno de nuestra devoción, como cuando esperamos en su misericordia. Pues cuanto más esperemos en él, más nos preguntaremos: ¿Señor, qué quieres que haga?; y cuanto más temor sintamos ante la posibilidad de irritarle y ofenderle más tiempo seguiremos de rodillas implorando: “Sean gratos los dichos de mi boca y la meditación de mi corazón delante de ti, oh Jehová, roca mía, y redentor mío”.152 Esto es a lo que el apóstol Pedro llama “una esperanza viva”;153 y los cristianos saben bien, por propia experiencia, que la correcta combinación de sus principios y deberes, del temor y la esperanza, ejerce en ellos la misma influencia vivificadora que la Primavera sobre los campos y jardines.
WILLIAM JAY [1769-1853]
“The Christian Contemplated”, 1826
Los que esperan en su misericordia. Cuando te sientes incapaz de una seguridad absoluta,