RICHARD BAXTER [1615-1691]
“The Reformed Pastor”, 1656
Porque oigo la calumnia de muchos. Aunque seas un hielo en la castidad, aunque seas tan pura como la nieve; no podrás librarte de la calumnia.127
WILLIAM SHAKESPEARE [1564-1616]
“Hamlet”, 1603
Mientras conspiran contra mí. En tanto machacaban su reputación, lo hacían con sutileza, encubriendo su maldad bajo el procedimiento de la conspiración y el conjuro, consultando entre ellos la manera más sibilina de llevarle a la tumba con un mínimo de escándalo, bajo la condición de persona aborrecible que ya no merecía seguir viviendo sobre la tierra. No es de extrañar, por tanto, que la mente del salmista se viera asediada y atormentada por tantas y tan agudas tentaciones.
JUAN CALVINO [1509-1564]
Vers. 14. Mas yo en ti confío, oh Jehová; digo: Tú eres mi Dios. [Mas yo en ti confío, oh Jehová; digo: Tú eres mi Dios. RVR] [Pero yo, oh Señor, en ti confío; digo: Tú eres mi Dios. LBLA] [Pero en Ti, oh YHVH, yo he puesto mi confianza. he dicho: Tú eres mi Elohim. BTX] [Pero yo confío en ti, oh Señor; digo: «¡Tú eres mi Dios!» NVI] [Pero yo, Señor, en ti confío, yo he dicho: “Tú, Señor, eres mi Dios”. BLP] [Pero yo confío en ti, oh Señor; digo: «¡Tú eres mi Dios!». NTV]
Mas yo en ti confío, oh Jehová. A pesar de todas las circunstancias adversas que le afligen, la fe de David mantiene su fortaleza y no se desvía un ápice de su objeto. ¡Qué bendita cláusula de salvaguarda es esta! En tanto que nuestra fe, que es nuestro escudo, se mantenga firme, la batalla podrá ser dura, pero su resultado final está fuera de todo cuestionamiento; pero si el enemigo nos arrebata la fe, podemos considerarnos tan muertos y acabados como Saúl y Jonathan sobre los altos de Gilboa.128
Digo: Tú eres mi Dios. David proclamó en voz alta su decisiva fidelidad a Dios. No era un creyente de los que tan solo mantienen su fe en pleno verano y cuando todo va viento en popa. Podía hacer de su fe una gruesa capa y envolverse con ella en el más duro y congelado de los inviernos, protegiéndose con ella y alejando las inclemencias. Quién puede decir de corazón: “Tú eres mi Dios”, no tiene por qué envidiar la elocuencia de Cicerón.129 “Tú eres mi Dios” suena más dulce que todas las demás combinaciones de palabras que pueda formular el discurso humano. Y reparemos en como recurre a mencionar esta fe férrea, como argumento para recordar a Dios su promesa de enviarle pronta liberación.
C. H. SPURGEON
Mas yo en ti he confiado. La traducción adecuada es: “Yo en ti he confiado”, pero el texto hebreo utiliza la partícula copulativa אָ֫נִי ani: וַאֲנִ֤י wa’ănî, es decir “y yo”, en lugar de la partícula adversativa: וְאָנֹכִ֣י wə’ānōḵî, “pero” o “a pesar de ello”. David establece aquí la firmeza de su fe en oposición a los ataques de las muchas tentaciones a las que antes ha hecho mención, negando que en alguna ocasión haya desmayado; al contrario, sostiene que en su esperanza de liberación de parte de Dios se ha mantenido firme en todo momento, es decir: me has puesto a prueba: “y yo he confiado en ti”. Tampoco implica que se jacte de haber sido tan valiente y corajudo como para no ser derrocado por los embates de la carne. Al contrario de lo que pueda parecer, admite que en su persona han coincidido todas las debilidades posibles, languideciendo de dolor hanta el punto de verse privado de toda fuerza, no obstante, siempre ha estado fortalecido, no por si mismo, si no por una esperanza enérgica, que le ha permitido no dejar de invocar a Dios en ningún momento. A David no le abrumaba tanto su profunda tristeza, u otros sufrimientos terribles, como el temor a que la luz oculta de la fe dejara de brillar en el interior de su corazón; tampoco gemía por la carga, sin duda muy pesada, de sus tentaciones, sino por el temor a verse privado del privilegio de invocar a Dios. Para llevar a cabo la confesión de este salmo se esforzó en superar numerosos obstáculos. Y en un segundo paso, define la naturaleza de su fe, es decir, su firme convicción de que su Dios nunca le fallará ni le abandonará. Fijémonos en su manera peculiar de expresarse: “Digo: Tú eres mi Dios”. Con estas palabras da a entender que estaba persuadido de tal manera de esta verdad: de que Dios era su Dios, que no estaba dispuesto a tolerar ni la más mínima sugerencia en sentido contrario. Y esto es clave, pues hasta que esta convicción no prevalece y toma el control absoluto de nuestra mente, seguimos vacilando en la incertidumbre. Con todo, es importante observar que no plantea su declaración como algo meramente interno y secreto, hecho más bien en el corazón que con la lengua, sino que se dirige a Dios abiertamente, como testigo de la misma. Cuando contemplamos como nuestra fe es ridiculizado por el mundo, no hay cosa más difícil que limitarnos a dirigir nuestro clamor y protesta exclusivamente Dios, y descansar luego, satisfechos con el testimonio de nuestra propia conciencia de que él es nuestro Dios. Ciertamente, no hay mejor demostración de fe genuina que aferremos a esta verdad como principio un inmutable: el de que permanecemos constantemente bajo la protección de Dios; por fieras que sean las olas que nos golpean y amargas las agresiones que nos perturban, y le digamos propiamente, confiadamente y abiertamente: “Tú eres mi Dios”.
JUAN CALVINO [1509-1564]
Digo: Tú eres mi Dios. ¡Poder decir “Tú eres mi Dios” es de más valor que poseer diez mil minas de oro! El siervo de Dios está convencido de ello, y esto le proporciona felicidad total, en la que se deleita y se consuela a si mismo. Cierto fiel servidor del rey Ciro,130 que gozaba de su favor personal, estaba a punto de dar a su hija en matrimonio a un hombre muy importante. Y dándose la circunstancia de que él no poseía muchas riquezas, alguien le advirtió: «¿Cómo vas a poder dar a tu hija una dote proporcionada a la categoría de su esposo? ¿Con qué riquezas cuentas para ello?» A lo que el fiel siervo replico: «No las necesito, “opou Kuros moi filos” “Ciro es mi amigo”». ¿Acaso nosotros no podemos decir mucho más que “opou Kuros moi filos” siendo nuestro amigo es el Señor, el Rey de reyes, que cuenta con todos los atributos excelentes y gloriosos, que jamás pueden quedar cortos ante ninguna necesidad y sobran para hacernos felices, siempre que seamos capaces de recibirlos y administrarlos equitativamente?
JOHN STOUGHTON [1593-1639]
“Righteous Man’s Plea to True Happiness”, 1640
Vers. 14-16. A partir del versículo catorce, el salmista retoma plegaria con el mismo fervor y sentido de urgencia que al comienzo del salmo: los luchadores fervientes no desmayan, tratan una y otra vez, con los mismos medios, repitiendo el ataque hasta lograr su objetivo.
C. H. SPURGEON
Vers. 15. En tu mano están mis tiempos; líbrame de la mano de mis enemigos y de mis perseguidores. [En tu mano están mis tiempos; líbrame de la mano de