“Things Old and New”, 1658
Por la noche nos visita el llanto, pero a la mañana viene la alegría. Cuán a menudo hemos experimentado en carne propia la realidad de este versículo. ¡Qué pesada resulta la tribulación durante la noche! Con el cerebro agotado y los nervios tensos, parece que no podemos resistir ya más la presión. El pulso late furioso, y el resto del cuerpo, febril e inquieto, rehúsa cooperar en la tarea de resistencia. Finalmente, el cansancio vence las preocupaciones y llega el sueño, un sueño inquieto, pero que nos permite escapar por un tiempo de nuestras cuitas y aguantar hasta la mañana. Después de una noche así, de insomnio, de lucha, y finalmente de sueño por agotamiento, nos despertamos con una sensación extraña sobre los motivos que nos llevaron a tal alteración. Los problemas siguen ahí, pero… ¿por qué estábamos tan inquietos y abatidos? Por la mañana las cosas se ven distintas: siguen siendo tristes, cierto, pero más tolerables; difíciles, pero ya no imposibles; duras, pero sin caer en el desespero. “El llanto nos visita por la noche, pero a la mañana viene la alegría”.
Así es también con la vida, cuando todas nuestras luchas, frustraciones y pecados, que nos mantienen sumidos en un conflicto perpetuo, alcanzan su punto y final en el combate agónico de la muerte, y finalmente, viéndolos agotados, Dios “da a sus amados el sueño”.76 Duermen en Jesús y despiertan en el gozo de una mañana gloriosa que no se desvanecerá: la mañana de la alegría. Sobre ellos brilla el Sol de justicia.77 La luz se halla por todas partes. No recuerdan la desesperación, las tinieblas ni la violencia de la vida terrenal, y maravillados exclaman, como habían hecho tantas veces sobre la tierra después de una noche inquieta y lóbrega: “Por la noche nos visita el llanto, pero a la mañana viene la alegría “. ¿Qué ha sido de nuestras penas, nuestras dudas, nuestras dificultades, nuestros anhelos y preocupaciones cara al futuro? ¡Casi desmayamos creyendo que nos faltarían las fuerzas para resistir una noche de tribulación tan prolongada! ¿Dónde ha quedado todo? Cuando esta sea nuestra experiencia, nos sentiremos como versan las palabras de uno de nuestros himnos más hermosos:
Cuando en la patria feliz de nuestro Padre,
nos reunamos con nuestros amados que partieron
entonces se nos hará difícil de entender
por nos apenamos y lloramos tan amargamente.78
MARY B. M. DUNCAN [1825-1865]
Por la noche nos visita el llanto, pero a la mañana viene la alegría. Su llanto durará solo hasta la mañana. Dios va a transformar su noche invernal en un día de verano, sus suspiros en cantos, su pena en alegría, su duelo en música, su amargura en dulzura, su desierto en un paraíso. La vida de un cristiano es un continuo vaivén entre la enfermedad y la salud, la debilidad y la fuerza, la riqueza y la necesidad, la humillación y el honor, cruces, y consuelos, miserias y misericordias, alegrías y penas, risas y llanto. Si solo gustáramos la miel, nos perjudicaría; es necesario el ajenjo para compensarla;79 una mezcla equilibrada de ambos es la fórmula ideal para lograr que nuestra alma mantenga una constitución saludable en un entorno tan nocivo como es el de este mundo. Lo mejor para la salud del alma es que el viento austral de la misericordia, y el aquilón o viento del norte de la adversidad, soplen sobre ella;80 puesto que las ráfagas de ambos le resultan altamente saludables. Pero ciertamente, sus pecados menguan más rápidamente y sus gracias crecen mejor bajo el aquilón huracanado, seco, helado e hiriente de la calamidad; que con las brisas australes, suaves y cálidas de la misericordia y la prosperidad.
THOMAS BROOKS [1608-1680]
“The mute Christian under the smarting rod, with sovereign antidotes”, 1659
Pero a la mañana viene la alegría. La alegría del creyente viene en la mañana, cuando la de los impíos se desvanece, “porque la mañana es para todos ellos como sombra de muerte”.81 Pues el impío no teme solamente el reproche y castigo futuro, sino que cada mañana se levanta preocupado, se lamenta y sufre mucho, aunque nadie tenga constancia de ello, temiendo el deterioro de su hacienda y la pérdida de su salud, tiempo y dinero.
ZACHARY BOGAN [1625-1659]
“Meditations of the Mirth of a Christian Life”, 1653
Por la noche nos visita el llanto, pero a la mañana viene la alegría.82 En la segunda mitad del versículo el “llanto” es personificado por la figura de un vagabundo, que en la mañana abandona el alojamiento en el que había entrado la noche anterior, que pasa a ser ocupada por otro de los viajeros: la “alegría”.83
ERNS WILHELM HENGSTENBERG [1802-1869]
“Commentary on the Psalms”, 1860
Por la noche nos visita el llanto, pero a la mañana viene la alegría. El profeta principesco dice claramente que “la pesadez puede durar toda la noche, pero por la mañana viene la alegría”. Como los dos ángeles que visitaron a Lot, y se alojaron en su casa por una noche, pero habiendo cumplido su misión, se fueron por la mañana.84 Así también con las aflicciones, pues en realidad son como ángeles o mensajeros de Dios. Dios nos las envía con una misión concreta que cumplir: a recordarnos que, obsesionados en nosotros mismos, nos olvidamos de Dios, a reprocharnos por ser excesivamente orgullosos, presuntuosos, y cosas semejantes; y cuando nos han dicho lo que debían decirnos, y nos han enseñado la lección que nos hacía falta aprender, desaparecen como habían venido.
THOMAS PLAYFERE [1561-1609]
“Nine sermons, preached by that eloquent divine of famous memory Thomas Playfere”, 1633
Vers. 5-11. Cuando el corazón del creyente se mueve en un entorno mundano, vive rodeado de espinas, por tanto, si se apega a él en exceso, o lo agarra con fuerza, se herirá. Los hijos de Dios lo saben bien, y están capacitados para moverse en ese entorno, saben que Dios no les va a permitir involucrarse en un pecado sin verse afectados por sus consecuencias, sin cargar luego con la cruz que les corresponde. Y esto queda muy claro en este Salmo 30, donde resulta fácil percibir este movimiento de zigzag en el trato entre Dios y sus hijos. David padece muchas aflicciones, como se desprende del versículo cinco; por tanto, llora, y después del llanto Dios le devuelve la alegría (30:5). ¿Y qué sucede después? Que David dice: “En mi prosperidad dije yo: No seré jamás zarandeado” (30:6). Su corazón se apegó de nuevo a los deleites mundanos, y Dios reaccionó: “escondiste tu rostro y quedé desconcertado” (30:7). Y sigue llorando a lo largo de los versículos siguientes, del ocho al diez (30:8-10), suplicando hasta que finalmente, en el versículo once, Dios se apiada de él y le devuelve de nuevo al gozo cambiando su lamento en baile (30:11). Este es un proceso peculiar del trato entre Dios y sus hijos que se repite, una y otra vez, a lo largo de todas las Escrituras; pero en este Salmo 30 lo tenemos descrito de manera peculiar, en una forma concisa y muy especial, por lo que merece la pena estudiarlo con detalle.
JOHN PRESTON [1587-1628]
“The Golden Scepter held forth to the Humble”, 1634
Vers. 6. En mi prosperidad dije yo: no seré jamás conmovido. [En mi prosperidad dije yo: No seré jamás zarandeado. RVR] [Y en mi prosperidad yo dije: Jamás seré conmovido. LBLA] [En medio de mi seguridad, me decía: No seré conmovido jamás. BTX] [Cuando me sentí seguro, exclamé: «Jamás seré conmovido». NVI] [Yo, sosegado, decía: “Nunca más sucumbiré”. BLP] [Cuando yo tenía prosperidad, decía: «¡Ahora nada puede detenerme!». NTV]85
En mi prosperidad. Cuando todos los enemigos de David estaban controlados, y su hijo rebelde muerto y sepultado, llegó el momento de mayor peligro. Muchos navíos van a pique en aguas calmadas. Ninguna tentación es tan peligrosa como la prosperidad.
Dije yo: No seré jamás zarandeado ¡Ay, David! Dijiste mucho más de lo que es aconsejable decir, o incluso pensar; porque Dios fundó el mundo sobre los mares y lo asentó sobre los ríos,86 para