Señor de los ejércitos, te ensalzaré,
porque tú me has exaltado;
y los alardes de Satanás has acallado,
en ti me gloriaré y me alegraré.
Mis pecados me llevaron al panteón,
sepulcro tenebroso de desesperación
miré, pero no vi salvación
hasta que levanté mis ojos y mi oración
Respondiendo mi piadoso clamor
me sacaste del infierno y de su fosa
desde los cielos, Jesús me contempló
y mandó salvación pronta y vigorosa
Lloré la noche entera atribulado
pero el alba descanso me brindó,
quien mis huesos había quebrantado
también mi dolor y sus cadenas quebrantó
Has cambiado mi lamento en baile,
y mi sayal de luto en saltos de alegría,
tu ira, Señor, abrasa por un instante,
pero tu favor se prolonga todo el día.
¡Almas favorecidas! Conmigo cantad
que su gracia tiempo ha la conocéis,
y en acción de gracias recordad
cuando su rostro, como entonces, contempléis.
C. H. SPURGEON
Vers. 1. Te glorificaré, oh Jehová, porque me has exaltado, y no permitiste que mis enemigos se alegraran de mí. [Te ensalzaré, oh Jehová, porque me has puesto a salvo, y no permitiste que mis enemigos se alegraran a costa mía. RVR] [Te ensalzaré, oh Señor, porque me has elevado, y no has permitido que mis enemigos se rían de mí. LBLA] [Te glorifico oh YHVH, porque me has levantado, y no has dejado que mis enemigos se alegren de mí. BTX] [Te exaltaré, Señor, porque me levantaste, porque no dejaste que mis enemigos se burlaran de mí. NVI] [Señor, te alabaré porque me has salvado y no has dejado que mis enemigos se burlen de mí. BLP] [Te exaltaré, Señor, porque me rescataste; no permitiste que mis enemigos triunfaran sobre mí. NTV]
Te ensalzaré, oh Jehová. Tendré una concepción de ti alta y honrosa, y la expresaré con mi mejor música. Otros podrán olvidarte, murmurar de ti, despreciarte, blasfemar tu nombre, pero yo “te ensalzaré”, porque he sido favorecido por encima de los demás. Exaltaré tu nombre, tu carácter, tus atributos, tu misericordia conmigo, tu extraordinaria paciencia para con mi pueblo; pero en especial, por encima de todo, diré bien de ti: “Te ensalzaré”. Oh sí, Señor; esta será mi actividad constante y alegre.
Porque me has elevado.33 Aquí hay una antítesis.34 «Te ensalzaré, porque tú me has elevado» Procederé de acuerdo a los beneficios de ti recibidos. La alabanza del salmista era razonable, tenía motivos para ensalzar a Dios ofreciendo toda la gratitud y elogios de su corazón. Había sido literalmente “elevado”, sacado cual prisionero de una mazmorra, al igual que José de la cisterna,35 y por tanto amaba a su libertador. La gracia nos ha sacado del foso del infierno, de la zanja del pecado, de la acequia del abatimiento, del Pantano del Desaliento,36 del lecho de enfermedad, de la esclavitud de las dudas y temores: ¿Y no tenemos cántico que ofrecer por todo ello? ¿Desde dónde y hasta dónde nos ha elevado el Señor? Nos ha elevado a la categoría de hijos adoptándonos en su familia;37 nos ha elevado a una unión con Cristo y “nos hizo sentar junto con él en los lugares celestiales”.38 ¡Exaltemos el nombre de nuestro Dios, porque él nos ha elevado por encima de las estrellas!
Y no permitiste que mis enemigos se alegraran a costa mía. De los tres juicios divinos que le fueron propuestos como posibles castigos,39 este era el que David más temía, pues no dudó en contestar: “caiga ahora en mano de Jehová, porque sus misericordias son muchas, mas no caiga yo en manos de hombres”.40 Ciertamente terrible hubiera sido nuestra suerte de haber sido entregados a merced de nuestros enemigos. ¡Bendito sea el Señor que nos ha librado de un destino tan horrendo! No ha consentido que el Diablo y todos nuestros enemigos espirituales se alegraran a costa nuestra; al contrario, nos ha librado del lazo del cazador.41 Nuestros compañeros impíos, que profetizaron que volveríamos a caer en nuestros pecados habituales, han quedado decepcionados. Todos los que nos vieron vacilar y esperaban anhelantes nuestra caída de un momento a otro diciendo “¡Ajá!, lo que queríamos!”,42 han esperado en vano. ¡Felices aquellos creyentes a quienes el Señor concede una personalidad y carácter moral tan consistente, que los ojos inquisitivos del mundo no pueden encontrar en ellos defecto alguno! ¿Es este nuestro caso? De ser así, atribuyamos todo mérito y toda gloria a Aquel que nos ha sustentado en nuestra integridad.
C. H. SPURGEON
Te ensalzaré, oh Señor, porque me has elevado. Es decir, te elevaré, porque tú me has elevado.
ADAM CLARKE [1760-1832]
“Commentary on the Whole Bible”, 1831
Te ensalzaré, oh Señor, porque me has elevado. El verbo hebreo דָּלָה dalah se utiliza aquí en su sentido original: denota el movimiento recíproco de los cubos en un pozo, uno que asciende mientras el otro desciende, y viceversa;43 y aquí se aplica con total propiedad y de forma admirable a la reciprocidad en los diversos cambios de fortuna en la vida de David, según se describen en este Salmo: el marcado contraste entre su adversidad y su prosperidad. Y de manera especial el cambio radical marcado por el acontecimiento que celebraba: perseguido y sumido en la aflicción, Dios le levantó hasta el más grande honor y prosperidad, el trono, permitiéndole incluso edificar un palacio para sí, lo que le llevó a concluir que “el Señor lo había confirmado por rey sobre Israel, y que había exaltado su reino por amor a su pueblo Israel”.44
SAMUEL CHANDLER [1693-1766]
“A Critical History of the Life of David”, 1766
Vers. 2. Jehová Dios mío, a ti clamé, y me sanaste. [Jehová Dios mío, a ti clamé, y me sanaste. RVR] [Oh Señor, Dios mío, a ti pedí auxilio y me sanaste. LBLA] [¡Oh YHVH, Elohim mío! Clamé a Ti, y me sanaste. BTX] [Señor mi Dios, te pedí ayuda y me sanaste. NVI] [Señor Dios mío, a ti clamé y me curaste. BLP] [Oh Señor, mi Dios, clamé a ti por ayuda, y me devolviste la salud. NTV]
Jehová Dios mío, a ti clamé, y me sanaste. Tan pronto se vio amenazado por la peste y mortandad, David clamó a Dios intercediendo a favor de su pueblo.45 Fue directo al cuartel general, no trató de resolver el problema recurriendo a medios falibles. Dios es el mejor médico, incluso para nuestras enfermedades corporales. Cuando nos olvidamos de Dios, actuamos con mucha necedad y de manera impía. Ese fue el pecado de Asa, que estando enfermo confió en los médicos en lugar de buscar al Señor.46 No digo que no debamos ir al médico, si tenemos que ir, vayamos; pero acudamos en primer lugar a nuestro Dios, y ante todo, recordando que la ciencia médica, por sí misma, no tiene ningún poder sanador; la energía curativa debe fluir de la mano divina. Si se nos para el reloj lo llevamos al relojero a que lo repare; y si nuestro cuerpo o alma están en una situación difícil, recurramos al que los ha creado, y a su habilidad infalible para ponerlos de nuevo en condiciones. En cuanto a nuestras enfermedades espirituales, no hay nada que las sane excepto el toque del Señor Jesucristo; si tocamos el borde de su túnica seremos sanados, pues aun cuando consiguiéramos tener entre nuestros brazos a todos los demás médicos, poco útiles nos serían.
“Señor, Dios mío”. Tomemos buena nota del nombre derivado del pacto que la fe utiliza: “Dios mío”. Triplemente feliz es aquel que puede acogerse al Señor reclamándolo como su porción. Fijémonos