A ti clamé. Apenas podía orar, pero clamó, lloró amargamente, derramó su alma como un niño derrama sus deseos. ¡Clamó a su Dios! Sabía bien a quién estaba clamando; no a sus amigos, ni a ningún brazo de la carne.48 Y el resultado fue seguro y satisfactorio:
Y me sanaste. Lo sé; estoy seguro. Porque ahora mismo, dentro de mí tengo la evidencia de salud espiritual: ¡Gloria a su nombre! Todo el que suplica humildemente ante Dios implorando ser sanado de la enfermedad del pecado, se apresurará en su súplica, como hizo el salmista, y la recibirá; y aquellos que se demoran porque no sienten necesidad de cura, no tienen por qué extrañarse si sus heridas se infectan, se gangrenan, y su alma muere.
C. H. SPURGEON
Y me sanaste. En hebreo וַתִּרְפָּאֵֽנִי wattirpā’ênî de רָפָא rapha. Un verbo que se utiliza indistintamente ya sea para referirse a la curación de trastornos corporales, “El que sana todas tus dolencias”;49 como también para describir la mejora en la situación material y el estado anímico de cualquier persona, bien sea en su vida privada o pública, al ser eliminado cualquier motivo de angustia, bien sea a nivel personal o nacional: “Envió su palabra, y los sanó, y los libró de su ruina”;50 “Y herirá Jehová a Egipto; herirá y sanará, y se convertirán a Jehová, y les será propicio y los sanará”.51 Así, en el caso que nos ocupa: “Y me sanaste”, significa “me has librado de mis angustias, has restaurado mi salud y vuelvo a sentirme próspero y a salvo”. Bajo el reinado de Saúl, su vida estuvo con frecuencia en el peligro más inminente, del cual Dios le libró maravillosamente en todas las ocasiones, y lo expresa diciendo: “hiciste subir mi alma del Seol; me hiciste revivir de entre los que descienden a la sepultura” (30:3). Me creía desahuciado, creía que nada podría evitar que mi destrucción y, de hecho, de no ser por la liberación que me has concedido, así habría sido; de modo que tu auxilio ha significado para mí como revivir de entre los muertos: Me hiciste revivir, esto es, recobrar la vida, de entre los que descienden a la fosa; esta es la interpretación literal.
SAMUEL CHANDLER [1693-1766]
“A Critical History of the Life of David”, 1766
Vers. 3. Oh Jehová, hiciste subir mi alma del Seol; me diste vida, para que no descendiese a la sepultura. [Oh Jehová, hiciste subir mi alma del Seol; me hiciste revivir de entre los que descienden a la sepultura. RVR] [Oh Señor, has sacado mi alma del Seol; me has guardado con vida, para que no descienda al sepulcro. LBLA] ¡Oh YHVH, arrebataste mi alma del Seol, cuando bajaba al sepulcro, hiciste que volviera a vivir! BTX] [Tú, Señor, me sacaste del sepulcro; me hiciste revivir de entre los muertos. NVI] [Señor, me libraste de ir al reino de los muertos, me devolviste la vida cuando agonizaba. BLP] [Me levantaste de la tumba, oh Señor; me libraste de caer en la fosa de la muerte. NTV]52
Oh Jehová, hiciste subir mi alma del Seol. Fijémonos en que David no dice “espero que hagas” sino “hiciste”; y es la tercera vez, a lo largo de los tres primeros versículos del salmo, que utiliza el verbo en pretérito perfecto para referirse a favores que Dios le ha concedido: “me has elevado” (30:1); “me has sanado” (30:2) “has sacado mi alma” (30:3). Está convencido de que Dios ha hecho por él grandes cosas, y se alegra mucho de ello. Había descendido al borde del sepulcro y, no obstante, fue rescatado y restaurado para poder contar a otros sobre la paciencia de Dios; y esto no era todo, tenía constancia que nada, sino la gracia, le había evitado caer hasta lo más profundo de los infiernos, y esto le hacía doblemente agradecido. Ser preservado de la tumba es mucho; ser rescatado de la fosa es mucho más; por tanto, hay en ello una alabanza creciente, pues ambas liberaciones solo pueden ser atribuidas a la diestra gloriosa del Señor, el único que puede preservar nuestra vida, y el único Redentor de nuestras almas del infierno.53
C. H. SPURGEON
Vers. 4. Cantad a Jehová, vosotros sus santos, y celebrad la memoria de su santidad. [Cantad a Jehová, vosotros sus santos, y celebrad la memoria de su santidad. RVR] [Cantad alabanzas al Señor, vosotros sus santos, y alabad su santo nombre. LBLA] [Cantad salmos a YHVH, vosotros sus santos, y celebrad la memoria de su santidad. BTX] [Canten al Señor, ustedes sus fieles; alaben su santo nombre. NVI] [Cantad al Señor los que le sois fieles, alabad su santo nombre. BLP] [¡Canten al Señor, ustedes los justos! Alaben su santo nombre. NTV]
Cantad a Jehová, vosotros sus santos. “Uníos a mi cántico, ayudadme a expresar mi gratitud”. Sintió que no eran suficientes las alabanzas que pudiera tributar a Dios por sí mismo y, por tanto, dio entrada a los corazones de los demás: “Cantad a Jehová, vosotros sus santos”. David no quería llenar su coro de réprobos, sino con personas santificadas, que cantaran desde el corazón.54 Dice “vosotros”, esto es: “vosotros, pueblo de Dios” porque sois santos: y si los pecadores insisten en mantener su silencio perverso, que la santidad nos obligue a cantar. Somos sus santos: elegidos,55 comprados con sangre,56 santificados y apartados para Dios57 para ofrecer sacrificios de alabanza.58 Abundemos en el cumplimiento de este deber celestial:
Cantad alabanzas al Señor. Es un deber grato y un compromiso provechoso. No debería ser necesario que tan a menudo se nos tenga que impulsar a cumplir con este servicio tan agradable.
Y dadle gracias. Que nuestros cánticos sean de gratitud, en los que la misericordia de Jehová viva de nuevo en nuestros dulces recuerdos. Aun cuando en el presente nos falten alegrías, el mero recuerdo del pasado debe afinar nuestras arpas.
Celebrad la memoria de su santidad. La santidad de Dios es un atributo que inspira el más profundo respeto, y exige una mente reverente; pero aun así, es nuestro deber celebrar su memoria. “¡Santo, santo, santo!” es el canto de los serafines y querubines;59 unámonos a él, no acongojadamente, como si tembláramos ante la santidad de Dios, sino con alegría, regocijándonos humildemente en ella.
C. H. SPURGEON
Cantad a Jehová, vosotros sus santos, y celebrad la memoria de su santidad. Si se tratara de cantar sobre cualquier otra cosa, haría falta que todas las criaturas de Dios se unieran al coro; pero tratándose de cantar “su santidad”, ¿qué haría la voz de un profano en tal concierto? Nadie es digno, fuera de los “santos”, de cantar sobre la “santidad”, en especial de la santidad de Dios; y de manera más especial aún, con cánticos de santidad.
SIR RICHARD BAKER [1568-1645]
“Meditations and disquisitions, upon the seven consolatorie psalmes of David namely, The 23, 27, 30, 34, 84, 103,116”, 1639
Cantad a Jehová, vosotros sus santos. Dios demanda de nosotros culto exterior y culto interior, y un buen marco espiritual en el culto interior nos conducirá a una compostura correcta en el culto exterior.60 La apatía dificulta la actividad del alma; pero la voluntad firme la fomenta y potencia. El canto exige del alma actividad y firmeza, y, por así decirlo, la despierta: el entusiasmo levanta el corazón. Cantar las alabanzas de Dios es una de las funciones espirituales más importantes de entre las que llevamos a cabo en público. Mantiene el corazón activo captando su atención por más largo tiempo que el escuchar la palabra. Tanto la oración como la predicación, pasan más rápidamente de una frase a otra; el canto es más lento y, por tanto, lo retenemos mejor. Después de escuchar la palabra debemos meditar en aquello que hemos escuchado, y lo mismo después de escuchar al ministro orar: debemos reflexionar sobre cada frase, pues a veces se suceden tan rápidamente que no nos da tiempo de rumiar su contenido, y se nos escapan. Por ello es tan importante el canto, pues cuando cantamos, escuchamos la palabra, oramos y meditamos: todo a la vez. Por ello Dios ha ordenado este santo deber, a fin de que cantando juntos, nos alimentemos y rumiemos juntos. Algunos salmos tienen la palabra הִגָּי֥וֹן “higgaion” o “meditación”, no solo en el título,