El Tesoro de David: la revelación Escritural a la luz de los Salmos. Eliseo Vila. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Eliseo Vila
Издательство: Bookwire
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Жанр произведения: Религия: прочее
Год издания: 0
isbn: 9788417131753
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ni la obra de sus manos.75 Dios obra en la creación, la naturaleza está llena de pruebas de su sabiduría y bondad; y sin embargo, los ateos miopes se niegan a verlo. Obra en la providencia, otorgando y revocando, y su mano es manifiesta en la Historia de la humanidad, pero el infiel no lo verá. Obra a través de su gracia, con conversiones notables, y pese a ello los impíos se niegan a ver las acciones del Señor. Aquello de lo cual los ángeles se maravillan, los hombres mundanos lo desprecian. Dios condesciende a enseñar, y el hombre se niega a aprender.

      Él los derribará. No hay duda de que lo hará. Hará que “observen, se asombren y perezcan”.76 Si no fueron capaces de ver la mano del juicio divino sobre otros, hará que la sientan sobre ellos mismos. Su cuerpo y su alma serán hostigados con destrucción perenne por siempre jamás.

      Y no los edificará. La medicina de Dios es positiva y negativa, su espada tiene dos filos y corta a derecha e izquierda. Su herencia de maldad impedirá a los impíos acceder a ningún bien; su efá77 estará excesivamente lleno de ira como para contener un solo grano de esperanza. Se han convertido en casas de madera viejas y carcomidas, deterioradas, amenazando ruina, inútiles a su propietario, cubil de toda clase de alimañas y, en consecuencia, el Gran Constructor los demolerá definitivamente. Los ofensores incorregibles, a lo único que pueden aspirar es una destrucción rápida: quienes no se enmienden, serán desechados como algo carente de valor. Prestemos mucha atención a las lecciones de la Palabra y de las obras de Dios, no nos vaya a suceder que siendo hallados desobedientes a la voluntad divina, tengamos que soportar la ira divina.

      C. H. SPURGEON

      Vers. 6. Bendito sea Jehová, que oyó la voz de mis ruegos. [Bendito sea Jehová, que oyó la voz de mis ruegos. RVR] [Bendito sea el Señor, porque ha oído la voz de mis súplicas. LBLA] [¡Bendito sea YHVH, que oyó la voz de mis súplicas! BTX] [Bendito sea el Señor, que ha oído mi voz suplicante. NVI] [Bendito sea el Señor que escucha mi grito de súplica. BLP] [¡Alaben al Señor! Pues él oyó que clamaba por misericordia. NTV]

      Bendito sea el Señor, que oyó la voz de mis ruegos. Los santos están llenos de bendiciones; son a la vez un pueblo bendito, y un pueblo que bendice; pero sus mejores bendiciones, la grosura de sus sacrificios,78 la dan a su glorioso Señor. A partir de este versículo, el salmo, que hasta este punto ha sido una oración, se transforma en alabanza. Quienes oran propiamente, pronto aprenden a alabar propiamente: la oración y la alabanza son los dos labios del alma; dos campanas tañendo una misma música dulce y aceptable a los oídos de Dios; dos ángeles para subir la escalera de Jacob;79 dos altares humeando con incienso;80 dos de los lirios de Salomón que destilan mirra fragante;81 dos crías gemelas de gacela alimentándose sobre los montes de mirra y los collados de incienso.82

      Que oyó la voz de mis ruegos. La verdadera alabanza se fundamenta en buenas y suficientes razones; no es mera emocionalidad irracional, sino que cual manantial puro, brota de las profundidades de la experiencia. Las oraciones contestadas han de ser reconocidas y agradecidas. Y este es un deber en el que fallamos a menudo. ¿Acaso no animaríamos poderosamente a otros, y nos fortaleceríamos nosotros mismos, si rememoráramos con mayor fidelidad la bondad divina, y priorizáramos el convertirla en motivo de alabanza con nuestra lengua? La misericordia de Dios no es una cosa tan insignificante como para que podemos aventurarnos a recibirla sin agradecerla. Debemos huir de la ingratitud, y vivir cada día más en una atmósfera celestial de amor agradecido.

      C. H. SPURGEON

      Que oyó la voz de mis ruegos. La oración es el mejor remedio frente a la calamidad. Es ciertamente el verdadero catholicon,83 medicina universal para todas las enfermedades. No como el catholicon de los empíricos, que funcionaba ocasionalmente pero que la mayoría de las veces fracasaba, sino uno que basado en la evidencia demostrada y la experiencia constante, tiene garantizado su probatum est; 84 pues quien lo receta y prescribe es el Médico más sabio, erudito, experto y honesto que jamás haya habido o pueda haber.85

      WILLIAM GOUGE [1575-1653]

      “A Guide to Goe to God: Or, an Explanation of the Perfect Patterne of Prayer”, 1626

      Vers. 7. Jehová es mi fortaleza y mi escudo; en él confió mi corazón, y fui ayudado, por lo que se gozó mi corazón, y con mi cántico le alabaré. [Jehová es mi fortaleza y mi escudo; en él confió mi corazón, y fui socorrido, por lo que exulta de gozo mi corazón y con mi cántico te alabaré. RVR] [El Señor es mi fuerza y mi escudo; en El confía mi corazón, y soy socorrido; por tanto, mi corazón se regocija, y le daré gracias con mi cántico. LBLA] [YHVH es mi fortaleza y mi escudo, en Él confió mi corazón, y fui ayudado, por lo que mi corazón se regocija, y lo alabo con mi cántico. BTX] [El Señor es mi fuerza y mi escudo; mi corazón en él confía; de él recibo ayuda. Mi corazón salta de alegría, y con cánticos le daré gracias. NVI] [El Señor es mi fortaleza y mi escudo, en él mi corazón confía. Me ha socorrido y estoy alegre, con mis cantos le doy gracias. BLP] [El Señor es mi fortaleza y mi escudo; confío en él con todo mi corazón. Me da su ayuda y mi corazón se llena de alegría; prorrumpo en canciones de acción de gracias. NTV] 86

      Jehová es mi fortaleza y mi escudo; en él confió mi corazón, y fui socorrido. Tenemos aquí la confesión de fe de David, junto con el testimonio de su experiencia.

      “El Señor es mi fortaleza”. Dios emplea su poder en nuestro favor, y además, nos infunde fuerza en nuestra debilidad. El salmista, en un acto de fe, se apropia de la omnipotencia del Señor como si fuera suya. La dependencia del Dios invisible nos proporciona una gran independencia de espíritu, inspirándonos una confianza que va más allá de lo humano.

      Y mi escudo. Consecuentemente, David encuentra en su Dios tanto la espada como el escudo. El Señor preserva a su pueblo de males sin número; y el guerrero cristiano, amparado tras su Dios, se siente mucho más seguro que el héroe cuando se cubre con su escudo de bronce o de triple acero.

      En él confió mi corazón, y fui socorrido La obra del corazón es una obra segura; la confianza del corazón nunca se ve decepcionada. Antes de que llegue la ayuda es preciso que exista la fe, pero la ayuda nunca se va a demorar. Este: “y fui socorrido” es una expresión que cada creyente podría repetir a diario, porque el auxilio divino nos es concedido a cada momento, de lo contrario, volveríamos a caer en la perdición; cuando precisamos ayuda de forma manifiesta, no tenemos más que poner la fe en acción, y nos será concedida.

      Por lo que exulta de gozo mi corazón (en gran medida) y con mi cántico te alabaré. Menciona el corazón dos veces, para mostrar la veracidad de su fe y de su regocijo. Y no debe pasarnos desapercibido el adverbio “en gran medida”:87 nunca hemos de sentir miedo a estar demasiado llenos de regocijo ante el recuerdo de una gracia recibida. Servimos a un Dios grande, alegrémonos en él en gran medida. Una canción es el método más adecuado que tiene el alma para dar rienda suelta a su felicidad, bueno sería que tuviéramos más predisposición a cantar como las alondras, y menos a graznar como los cuervos. Si el corazón está radiante, los labios no deben permanecer en silencio. Cuando Dios nos bendice, debemos alabarle con todo nuestro corazón.

      C. H. SPURGEON

      Jehová es mi fortaleza. ¡Oh, dulce consuelo! Si un hombre soporta una carga, pero cuenta con una fuerza suplementaria; y se le duplica la carga, pero la fuerza suplementaria se triplica, no percibirá que la carga sea más pesada, al contrario, le resultará más liviana. Si nuestras aflicciones se nos hacen inaguantables hasta el punto de exclamar: ¡Ya no puedo más!, y vemos que no vamos a poder seguir soportándolas con nuestras propias fuerzas, ¿por qué no tratamos de soportarlas con la fuerza de Jesucristo? ¿Pensamos que Cristo no podrá soportarlas? Y si concluimos que Cristo sí podría soportarlas, ¿por qué no hemos de soportarlas nosotros con la ayuda de Cristo? Puede que alguien diga: ¿acaso tenemos nosotros la fuerza de Cristo? Pues sí; ese mismo poder que tenía él nos es accesible por medio de la fe. Y esta es la razón por la que la Escritura repite