El Tesoro de David: la revelación Escritural a la luz de los Salmos. Eliseo Vila. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Eliseo Vila
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Религия: прочее
Год издания: 0
isbn: 9788417131753
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como hizo el salmista y di: “A ti clamo, Señor”. Feliz el hombre que siente y sabe que cuando llegue el golpe de la tribulación no va a quedar perplejo y confuso. Aunque no pueda evitar el dolor, sabe que cuenta con un recurso maravilloso, y echará mano de él. Lo que expresa el salmista con estas palabras no es vana teoría o simpatía hacia un Dios abstracto: es plena seguridad, el conocimiento certero de un Dios personal, un sentimiento interno irrefutable que le lleva gritar: “A ti clamo, Señor”, y todo creyente verdadero hará suyo tal clamor en la misma manera.

      PHILIP BENNET POWER [1822-1899]

      “‘I wills’ of the Psalms”, 1862

      Roca mía. Una amiga del reverendo William Evans,15 un piadoso ministro del evangelio en Inglaterra, le preguntó poco antes de su muerte cómo se sentía. «Por lo que respecta a mí soy la debilidad personificada –respondió–, pero estoy sobre la Roca. Por tanto, no experimento esas crisis que muchos atraviesan al final de sus días, pues mi dependencia está firme en la misericordia de Dios en Cristo. En ello se fundamenta mi fe, y así debe seguir hasta el final».

      ANÓNIMO

      Roca mía. El reverendo John Rees,16 de Crownstreet, Soho, Londres, recibió en su lecho de muerte la visita del reverendo John Leifchild,17 quien le pregunto si se sentía capaz describir su estado mental ante la muerte. Esta apelación al honor de su fe reavivó de tal modo su llama moribunda que, incorporándose en su cama, miró a su amigo a los ojos y le respondió con aplomo, dignidad y energía: «La persona de Cristo, el amor del corazón de Cristo, y el poder del brazo de Cristo, son la roca sobre la cual me apoyo; y ahora – prosiguió reclinando suavemente la cabeza sobre la almohada– ¡muerte, golpea cuando quieras!»

      KAZLITT ARVINE [1819-1851]

      “Cyclopaedia of Moral and Religious Anécdotes”, 1848

      No seas sordo para conmigo.18 El corazón humano espera de Dios que le hable:19 “No seas sordo para conmigo, no sea que si guardas silencio hacia mí…” Cuando oramos queremos que Dios nos responda de inmediato, que se manifieste por nosotros y se muestre como nuestro Padre. ¿Y qué deseamos que nos diga? Que nos confirme que ha escuchado nuestra petición y que actúe en nuestro favor porque es nuestro Padre. Pero no tan solo a través de la fe, sino también del sentimiento, queremos oír su voz en nuestro interior de modo claro y directo, tal y como nosotros le hablamos a él. Cuando nos sentimos seguros de que Dios nos ha escuchado, estamos más predispuestos a dejar en sus manos, con mayor confianza, el tema por el que hemos estado orando. Puede que la respuesta se demore largo tiempo; puede que las cosas empeoren y nos dé la impresión de que las circunstancias juegan en contra nuestra; puede incluso que no haya ninguna acción directa de Dios en el escenario; no importa: nuestra certeza de que Dios ha escuchado nuestro clamor hará que nuestra fe siga intacta, firme y fuerte, y experimentaremos consuelo en nuestro corazón. Nos diremos a nosotros mismos: «Dios conoce mi situación, me lo ha dicho explícitamente, y por tanto, me siento en paz». Y esto debe ser suficiente. No cometamos la imprudencia de tratar de inducir a Dios a hablar mucho cuando es su voluntad hablar poco: la mejor respuesta que podemos tener en ciertos momentos es la de saber que nos ha escuchado, saber que él nos oye, ya estimula y ejercita nuestra fe. Hablando de la tardanza del Salvador en contestar la petición de la mujer cananea,20 Rutherford21 dice lo siguiente: «El texto del evangelio nos dice que “No le respondió palabra”,22 pero no dice en absoluto que: “no escuchara palabra”. Cristo siempre escucha, aunque ocasionalmente no responda. Pues en muchos casos, no responder ya es una respuesta, equivale a decirnos: “Sigue orando, sigue clamando”, pues por el momento el Señor ha decidido mantener esta puerta cerrada; mas no para dejarte fuera, sino para que sigas llamando: “llamad y se os abrirá”».23

      PHILIP BENNET POWER [1822-1899]

      “‘I wills’ of the Psalms”, 1862

      No sea que si guardas silencio hacia mí, venga a ser semejante a los que descienden a la fosa. Mira, oh gran Dios, mi triste situación. Nada en este mundo deseo ni me complace más que servirte, y no obstante, la desgracia de mi destino y los deberes de mi entorno me obligan a relacionarme con personas que consideran toda piedad como algo censurable y ridículo. Con horror escucho todos los días, en silencio, cómo blasfeman de los dones inefables de tu gracia, y ridiculizan la fe y el fervor de los fieles, como si se tratara de imbecilidad mental. Expuesto a tamaña impiedad, oh Dios mío, mi único consuelo es hacer que mis gritos de angustia asciendan hasta el pie de tu trono. Pues, aunque por el momento estas blasfemias sacrílegas no despiertan en mis emociones más que horror y compasión, temo que a la larga me puedan debilitar y seducirme, llevándome a un curso equivocado, indigno de tú gloria y de la gratitud que te debo. Temo que inconscientemente me convierta en un cobarde que se ruborice de pronunciar tu nombre; un pecador capaz de resistir los impulsos de tu gracia; un traidor incapaz de plantarles cara con mi testimonio; un impostor capaz de disfrazar bajo el nombre de prudencia lo que no es más que timidez culpable. Siento cómo ese veneno se insinúa en mi corazón, pues aunque no quisiera que mi conducta se asemejara en nada a la suya, el temor me invade cuando estoy a su lado y me impide confrontarles, por miedo a ofenderles. No me atrevo a imitarlos, pero temo aún más irritarlos. Sé que es imposible agradar a la vez al mundo corrupto y al Dios santo, y, con todo, estoy perdiendo de vista esta verdad, pues en lugar de servir para sustentar mi decisión, me hundo cada vez más en una vacilación inexcusable. ¡Qué otra cosa puedo hacer sino implorar tu ayuda! Fortaléceme, oh Señor, contra estas vacilaciones, estos baches tan perjudiciales para tu gloria, tan fatales para la fidelidad que se te debe. Déjame escuchar tu voz que me vivifique y me infunda ánimo, reanima mi débil fe, pues presiento que estoy a un paso del desespero y la prevaricación. Me encuentro al borde del precipicio, listo para caer en una complicidad delictiva con aquellos que sé me arrastrarán finalmente hasta la fosa.

      JEAN BAPTISTE MASSILLON [1663-1742]24

      “A spiritual paraphrase of some of the Psalms, in the form of devout meditations and prayers”,1805.

      Vers. 2. Oye la voz de mis ruegos cuando clamo a ti, cuando alzo mis manos hacia tu santo templo. [Oye la voz de mis ruegos cuando clamo a ti, cuando alzo mis manos hacia tu santo templo. RVR] [Escucha la voz de mis súplicas cuando a ti pido auxilio; cuando levanto mis manos hacia el lugar santísimo de tu santuario. LBLA] [Oye la voz de mis súplicas cuando clamo a Ti, cuando alzo mis manos hacia el lugar santísimo de tu santuario. BTX] [Oye mi voz suplicante cuando a ti acudo en busca de ayuda, cuando tiendo los brazos hacia tu lugar santísimo. NVI] [Escucha mi grito de súplica cuando te invoco, cuando alzo mis manos hacia tu santuario. BLP] [Escucha mi oración que pide misericordia, cuando clamo a ti por ayuda, cuando levanto mis manos hacia tu santo templo. NTV]

      Oye la voz de mis ruegos25 cuando clamo a ti. El segundo versículo va en la misma línea que el primero: ¡Escúchame! ¡Escúchame! “Escucha la voz de mis súplicas”. Cuando en profundo espíritu de oración nos esforzamos hasta ser inoportunos y agonizamos en nuestras súplicas hasta conseguir audiencia, no podemos encontrarnos con una negativa. La palabra hebrea תַּ֭חֲנוּנַי taḥănūnay de תַּחֲנוּן tachanun, “súplicas”, viene en plural para mostrarnos el número, la continuidad, y la variedad de las oraciones; mientras que la expresión “oye la voz”26 parece indicar que hay una voz interior, la voz del corazón, y de la cual los verdaderos hombres se preocupan más que de sus expresiones externas y audibles. Una oración silenciosa puede hablar con voz más alta que los gritos de los sacerdotes que vociferaban para despertar a Baal.27

      Cuando levanto mis manos28 hacia el lugar santísimo de tu santuario.29 El lugar santísimo era un tipo de Cristo, y si nosotros queremos ser aceptados, debemos recurrir siempre a la sangre derramada en el propiciatorio de su expiación. Levantar las manos siempre ha sido un gesto de devoción, y su significado es demostrar que dirigimos nuestra atención hacia arriba, hacia Dios, con el fervor y la disposición a recibir las bendiciones que imploramos. Extendemos nuestras manos vacías, porque somos mendigos; las