Incorrupto. Pedro Mozas Rello. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Pedro Mozas Rello
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Языкознание
Год издания: 0
isbn: 9788417895846
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pornográficas de una página web. Un sacerdote había hecho una «casual» incursión en dicha página y encontró unos signos que no supo descifrar. El criptólogo verificó que se trataba de unos mensajes realizados mediante estenografía, una forma de taquigrafía que se remontaba a los tiempos de la Roma de Cicerón. El Vaticano se encargó de silenciar tanto el hallazgo de los mensajes como el desliz del sacerdote que los encontró. Ya tenían bastante con la difusión internacional de los abusos a menores cometidos por parte de numerosos miembros del clero.

      A quien no pudieron callar fue al «buen» pastor. Su blog no solo se sumó a esa difusión, sino que contribuyó decisivamente a que el Santo Padre condenara por primera vez dichos abusos y pidiera perdón a las víctimas y a sus familias en nombre de toda la Iglesia católica:

      «El escándalo por los casos de pederastia cometidos por miembros de la Iglesia no puede quedar impune. Cientos de abusos sexuales contra menores de edad han sido documentados y denunciados ante las autoridades de varios países. En los últimos años, han sido especialmente relevantes estos sucesos en Irlanda y Estados Unidos, donde se han encontrado culpables a sacerdotes católicos de cientos de acusaciones. La mayoría de estos casos se produjeron en escuelas y orfanatos, con niños y adolescentes bajo el cuidado del clero.

      La actitud que muchos obispos y superiores religiosos han adoptado frente a hechos tan evidentes es inaceptable. Algunos se han limitado a simples llamadas de atención o al traslado del infractor a otra diócesis, mientras se mostraba una total indiferencia frente a las víctimas. Debido a esto, organizaciones de víctimas de pederastia han señalado que los dos últimos Papas también son responsables en cierta medida al encubrir estos abusos u omitir algunas denuncias. No basta con que la Iglesia católica condene públicamente la pedofilia.

      Es cierto que muchas de esas denuncias fueron falsas y que algunos sectores opositores de la Iglesia se han aprovechado de ellas, pero eso no es eximente para que el Vaticano emita un comunicado reconociendo que se trata de actos criminales que han dañado primero a las víctimas y después la imagen de la Iglesia en todo el mundo. Por dichos actos, los sacerdotes implicados han de responder no solo ante Dios sino, además, ante los tribunales».

      La otra labor, no oculta, por la que Benedicto Santibáñez gozaba de una gran reputación dentro de la Iglesia era su trabajo como exorcista. No era precisamente un tema de dominio público, pero los poseídos existían y a él le satisfacía liberarlos.

      A semejante tarea no podía dedicarse cualquiera. Como establecía el Derecho Canónico, «se concederá esta licencia solamente a un presbítero piadoso, docto, prudente y con integridad de vida». Y a pesar de lo que en ocasiones pudiese parecer, él cumplía perfectamente con el perfil. En pleno siglo XXI, la idea del Demonio, los poseídos, los rituales satánicos y cosas semejantes resultaba antigua para mucha gente. Les parecía un mundo de ficción. Según las estadísticas, solo un treinta por ciento de los católicos practicantes creía en el Infierno. Con encuestas así, el Diablo debía sentirse plenamente satisfecho. Lo malo era que, en muchas diócesis, hasta los propios obispos tampoco querían saber nada del tema. Sin embargo, la realidad era muy distinta y los ejemplos no dejaban de sucederse. La presencia del Maligno gozaba de gran actividad. Cada vez se practicaban más rituales: brujería, adivinación, espiritismo... Incluso el propio Juan Pablo II había llevado a cabo cuatro exorcismos durante su pontificado.

      Internet era otro ejemplo de ello con más de un centenar de direcciones dedicadas a Satán y a su culto. La adoración al Diablo no solo no había desaparecido, sino que utilizaba todos los medios disponibles para difundir sus rituales. Y las numerosas páginas web así lo atestiguaban. La gran mayoría tomaba a los poseídos por locos. Al no aceptarse como tal su verdadera «dolencia», los pobres desdichados terminaban en el lugar menos apropiado: un sanatorio mental donde se les medicaba y adormecía de por vida.

      Para el padre «Bene» no cabía ninguna duda de quién estaba poseído y quién no. Todos los posesos manifestaban una serie de características similares e imposibles de ocultar: expresaban su odio blasfemando contra todo lo sagrado, hablaban en otras lenguas, predecían el futuro, se movían compulsivamente, actuaban de forma imprevisible, poseían de pronto una fuerza sobrehumana, entraban en periodos de trance, vomitaban, hacían funciones biológicas como si fuesen animales... Presenciar tales hechos hacía creer a cualquiera. Todo aquello no podía fingirse.

      Hasta le entrevistaron sobre este asunto y no tuvo ningún reparo en contestar con toda naturalidad a las preguntas de la periodista que le visitó, Ángela Rubio, con quien mantenía desde entonces una singular relación. De vez en cuando, venían a su cabeza flashes de aquella entrevista.

      —Padre, ¿cuál es el auténtico significado de «exorcismo»?

      —El origen de la palabra deriva del latín exorcismus, que significa estar sujeto a un juramento, pero en algunas religiones o culturas como la nuestra se denomina así a la acción de expulsar a una fuerza o ente maligno utilizando métodos determinados para hacerlo.

      —¿Y esos entes son siempre los mismos?

      —Estos entes, dependiendo de cuáles sean las religiones y creencias de los implicados, pueden ser espíritus malignos, demonios, brujería, etcétera.

      —¿Y el poseído es siempre una persona?

      —El objeto de la posesión puede ser tanto una persona como un animal, objetos e incluso lugares. Pueblos, casas... La posesión puede ser total. El demonio o espíritu toma el control de la persona poseída y el ente utiliza al poseído para sus fines.

      —¿Se practican exorcismos en otras religiones?

      —Sí. Los judíos llevan a cabo un ritual para expulsar espíritus malignos del cuerpo del poseído a los que llaman dibbuk. El exorcismo judío debe llevarse a cabo por un rabino experto en la kabbalah, el texto místico del judaísmo, junto a otras diez personas que forman un círculo alrededor del poseso mientras todos recitan tres veces un salmo. El rabino hace sonar un cuerno de carnero para desorientar a la entidad y pedirle que abandone el cuerpo.

      —¿Y los musulmanes?

      —Realizan exorcismos muy similares a la religión católica. Ellos llaman djinn, genios, a esos entes que supuestamente ocupan el cuerpo de los poseídos. Deben ser expulsados usando ciertas suras o pasajes del Corán en una ceremonia muy parecida al exorcismo católico.

      —¿Por qué se habla de «posesión» para referirse a este fenómeno?

      —La palabra proviene del latín possedere, que significa «ser dueño» o «apoderarse de algo», pero lo más revelador es el origen etimológico de possedere. En realidad, tiene dos partes: post, prefijo que indica «después» o «más allá», y sedere, «estar sentado» o «situado» —respondió él.

      —¿Quiere decir «estar sentado detrás»... ? —continuó ella.

      —Efectivamente. Lo más probable es que esto venga de una antigua creencia popular que presentaba a la posesión como a pequeños espectros situados en los hombros del damnificado, que se dedicaban constantemente a ocasionarle pesadillas.

      —¿En la Biblia se habla de ello?

      —En todo el Antiguo Testamento, la posesión demoníaca apenas se menciona en dos pasajes, pero en el Nuevo abundan las menciones de Jesús o los Apóstoles expulsando demonios de los cuerpos de los poseídos.

      —¿Y eso significa algo? —preguntó intrigada.

      —Eso podría significar dos cosas. Que el Diablo se puso a trabajar a partir de la Era cristiana o que la Iglesia convirtió el temor a la posesión en una razón más para pedir ayuda a Dios.

      —¿Y usted qué opina?

      —Que las dos tienen sentido.

      —¿Entonces afirma que la Iglesia utilizó el temor a ser poseído para ganar fieles? —preguntó ella con segundas intenciones.

      —Ni afirmo, ni desmiento. ¿A usted no le parece que ambas posibilidades son viables? —contraatacó el sacerdote.

      —A mí no