Para escapar de la policía, perseguida por el Gobierno francés se exilió en Guinea-Conakry acogida por su amigo Ahmed Sekou-Touré.70 Tras el asesinato de Félix, Martha Moumié marchó a Ghana, pero tras el golpe contra Kwame Nkrumah marcha a Argel, y de ahí se refugia en la provincia de española de Guinea Ecuatorial, donde vive desde 1966 con Atanasio Ndongo Miyone, su segundo marido, dirigente independentista de Guinea Ecuatorial y líder del MONALIGE, ministro de Asuntos Exteriores en el primer Gobierno de Macías Nguema 71 y que sería asesinado en Bata el 5 de marzo de 1969 (fecha que señala el final del brevísimo periodo democrático que siguió a la independencia guineana) por personas del entorno de Macías, o quizá por el propio dictador, por un intento de golpe de estado. En ese momento, a Martha Moumié se la detuvo, se la vejó (posible violación) y torturó. Solo pudo salvarse gracias a la ayuda de las representaciones africanas acreditadas en Guinea Ecuatorial. Deportada a Camerún, permaneció en prisión sin juicio durante cinco años. En 2006 Martha Moumié apareció en la película Memoria negra, del cineasta catalán Xavier Montanyà, en el que relata su vida como militante panafricanista por la independencia y la unidad africana.72
La tercera que quiero destacar es Miriam Makeba, cuya vida comenzó en la pobreza en Sudáfrica, en medio de las crueldades del apartheid. Desde ahí se levantó para convertirse en una cantante de renombre internacional, presentada por primera vez en una audiencia internacional por Harry Belafonte en 1959 y admirada por figuras como John F. Kennedy y Nelson Mandela. Cuando su talento artístico la llevó al extranjero, el poder de su nuevo estatus de celebridad la convirtió en una amenaza potencial para el gobierno minoritario blanco de Sudáfrica y tuvo que exiliarse de su hogar y de su familia. En una autobiografía suya describe con crudeza su lucha contra el apartheid, tanto como delegada de Guinea-Conakry ante las Naciones Unidas como en su vida personal, cuando, resultado de su matrimonio con el activista negro Stokely Carmichael, una vez más tuvo que exiliarse de su hogar adoptivo, los Estados Unidos, en 1968. La última y la más determinante fue Winnie Mandikizela, de la cual nos ocuparemos en capítulos posteriores.
Estas heroínas del activismo político y social retrataron el mujerismo y las experiencias del feminismo negro dentro del proyecto global panafricanista. Hay una realidad de solidaridad afro entre hombres y mujeres en contextos de opresión; desde los tiempos de la esclavitud se ayudaban y entendían pues sufrían la misma opresión, y en contextos de colonialismo, inmigración y neocolonialismo también. Sin abandonar la reivindicación especifica de la mujer, dejaron claro y entendieron que eso no puede ser un instrumento para la lucha anticolonial de los africanos. Las sociedades africanas ni son más ni menos machistas de lo que lo han sido todas las sociedades del planeta Tierra, sino que depende más de las coyunturas económicas específicas.
La mujer africana no necesitó del feminismo occidental, no porque no debiera empoderarse sino porque tiene su propio relato y su propia historia de empoderamiento femenino que en muchas ocasiones supera con creces a lo que han logrado las mujeres en Europa y en América del Norte y se puede ofrecer muchísimos ejemplos. Es cierto que la mujer ha sido invisibilizada también en el movimiento panafricanista, pero ni más ni menos que en el resto de los movimientos políticos. Los feministas han visibilizado a la mujer, por supuesto. Sin embargo, el movimiento feminista general invisibilizada a la mujer negra, de eso no hay ninguna duda. No debemos caer en algunos mitos, que han sido muy útiles para la subyugación y recolonización de la comunidad africana, uno de ellos es el mito del machismo africano. Peculiaridades que se trasladan como la generalidad y esos mitos sirve para reconstruir hoy un espejo deformado que permita la recolonización. Las mujeres panafricanistas combatieron y refutaron estas afirmaciones de forma constructiva. Estas mujeres panafricanistas se han levantado contra el mito del machismo africano, construido por el colonialismo europeo con la complicidad de feminismo colonial.
Otro mito es el ataque a la masculinidad negra o africana, que se manifiesta en la crítica a manifestaciones culturales como el reguetón o el gansta rap. El ataque a la masculinidad negra ha servido para interiorizar al hombre negro. Dicha masculinidad se ve como un exceso de violencia vinculado al orden social de los pueblos africanos y a la sexualidad de estos como problemática para el dominio colonial. Las guerreras africanas contestatarias y revolucionarias suelen ser presentadas por la mitología y la historiografía occidentales como «gente a salvar», sometidas a los hombres por la poligamia donde conviven con seis o siete mujeres a la vez.73 El panafricanismo fue la primera corriente libertaria en la que debieron reflejarse las sufragistas, las feministas, las anarquistas, las socialistas, las socialdemócratas, las comunistas y las fascistas. Estas se levantan por la unidad global o el internacionalismo africano, pues a pesar de la experiencia de la esclavitud, no se ha podido borrar la afirmación de que existe una relación especial entre todos los africanos, esta determinación unida a una estrategia global, con la Madre África, situó al panafricanismo como ideología central y base de operaciones para la liberación y unificación de mujeres africanas y sus descendientes.74
56 (2018): Molifugue. En Uhuru Áfrika TV, Bondjale, Aranzadi.
57 Moula, Dj (2017): Curso de formación de cuadros panafricanistas. Madrid: La Kupula. Véase también (2011): Los negros en los campos de concentración nazis. Barcelona: Wanáfrica Ediciones.
58 En ese sentido, existe un profundo error a la afirmación de la profesora Jarabo en su obra Feminismos negros: una analogía. Madrid: Traficantes de Sueños, 2014 (pág. 27), cuando afirma que «el feminismo negro nació en la confluencia (y tensión) entre dos movimientos, el abolicionismo y el sufragismo, en una difícil intersección. Aun teniendo una presencia relevante en ambas, la combinación de racismo y sexismo terminó excluyendo a las mujeres negras de los dos». Esta afirmación es falsa y lleva a las nuevas generaciones de afroespañolas en busca de referencias a un profundo vacío de interpretación, ya que desconoce que las mujeres negras ya estaban excluidas por la esclavitud, Jim Crow, el apartheid y ahora la migración, y ya habían creado una plataforma ideológica política de rehumanización que fueron los kilombos, es decir, el panafricanismo. Estas desviaciones también se encuentran en las magníficas obras Viviendo de modo afrofémina, de Soler Antoinette, o de Esther Mayoko, debido a la inercia académica eurocéntrica en la interpretación de la historia de liberación negra con posiciones dogmáticas. Al igual que Rosa Luxemburgo del socialismo, o Federica Montseny del anarquismo, Pilar Primo de Rivera del fascismo, la tradición y fuerza hegemónica del feminismo de Sojourner Truth e Ida Wells está en el panafricanismo.
59 El rastafari es político. Véase la Conferencia Internacional de Barcelona, 2018, con las intervenciones de Ragnam Paisser, Ras Levi y Abuy Nfubea.
60 Martin, T. (2008): Amy Ashwood Garvey: Pan-Africanist, Feminist and Mrs. Marcus Garvey Number 1 (or A Tale of Two Amies).
61 Entrevista a Abuy Nfubea por Raquel Pereira Germán, en el Aniversario de Marcus Garvey en España, Ágora Sol Radio, 2013.