Era de esa generación de mujeres negras radicales (negras del campo) que influyeron profundamente en la necesidad de cuestionar los estándares patriarcales. Estas mujeres negras influyeron no solo en mi generación, sino en los puntos de vista de esa generación hip-hop.51
Vicenta Avoro, tía por parte de padre, Nguan Esakunan, nació en Mikomiseng, Guinea Ecuatorial. Una de esas mujeres negras en apariencia tranquilas, pero con un par de ovarios bien puestos. Unas mujeres africanas: más allá de la jovialidad aparente. Mi tía no era como el resto de sus hermanas, más bien house niggers. Mi tía Vicenta era una mezcla de Manu Chao, Dead Prezz, Mista O, Pablo Hasél, La polla Records, Mocedades e lsabel Pantoja. Aunque nunca la oí definirse como feminista porque, al igual que la generación de mi madre, creían que el feminismo era algo de «pijas blancas pequeñoburguesas», su disciplina tenía siempre un lado de insurgencia contra el patriarcado y el machismo.
Una vez en el supermercado noté que todos, especialmente los hombres, miraban a mi tía. Al llegar la caja para pagar, un guardia jurado blanco musculoso se puso muy simpático, más bien baboso, mientras Pablo y yo cargábamos la comida en las bolsas. Nuestra tía solo sonreía. De repente el tipo, que trataba de ligar, le dijo: «Mulata, estás muy hermosa. Eres muy exótica. ¿De dónde eres?». Entonces mi tía reaccionó soltándole un bofetón que se oyó incluso en Móstoles, ante la mirada anonadada del resto de los clientes, de Pablo y la mía. Entramos a separar creyendo que mi tía se había extralimitado; vamos, que no era para tanto. Los clientes del supermercado, parte de la sociedad racista, querían quitarle hierro al asunto, diciendo que no importaba o «pasa de esa negra loca». Por esta actitud nuestra en ese momento nos ganamos una súper regañina en el coche, y recibimos insultos como tío Tom, y estuvo a punto de castigarnos. Así eran las cosas: nosotros éramos todavía muy house niggers para saber el valor del trato degradante, de subalternidad, de insultos aparentemente inofensivos como «subsahariano», «de color», «mulato» o «exótica». Yo tenía una sensación agridulce de la situación: por un lado, estaba contento y me sentía algo orgulloso porque presencié a una mujer negra defenderse en un espacio de liderazgo tradicionalmente masculino. Por otro lado, la bronca nos iba aguar la fiesta. Tía Vicenta dejó claro que las insurgencias de las mujeres negras tenían valor, que eran competentes, capaces, que sus vidas y sobre todo interpretaciones epistémicas como descolonización del género sí importaban. ¡Joder, fue un subidón! En el coche Pablo y yo queríamos escuchar el álbum completo del clásico de Run DMC, Raising Hill; la cinta nos la había grabado T-7, pero sonaba Bill Withers, con su Lovely Day. ¡Nada! No tuvimos éxito ya que mi tía tomó la palabra en el coche con cara de mala hostia y a ver quién le contradecía: «Tú, exótico es para los animales y cosas, y ni vosotros ni yo somos cosas; ni animales sino personas. ¿Os enteráis?». «Sí, tía». Ella continuó con un término que me acompañará el resto de mi vida y que nunca hasta ese día había oído: «Tío Tom».
«Vosotros, negros tíos Tom, tenéis que aprender a razonar al margen de los estereotipos del [poder] blanco». Se refería a los razonamientos que están fuera de los cánones racistas occidentales y que los negros desde muy pequeños interiorizan y normalizan.52 Por supuesto, mientras mi tía hablaba, Dan asentía con la cabeza. Aquello que dijo mi tía es lo que hoy llaman en la academia «afrocentricidad».
Cuando digo que mi tía Vicenta fue crucial en mi toma de conciencia sobre la visión del negro en la geopolítica mundial y la radicalización de mi generación mujerista-panafricanista, fue porque nos hizo consciente de la violencia del binomio «sexismo y racismo», algo que hoy a pesar de que está en boca de todos, entre otras cosas por la polémica sentencia de La Manada, les sigue pasando hoy a muchas chicas negras en discotecas, parques, trabajo o bares. Esto les pasa a mis hermanas en una discoteca cualquiera de España tal y como denunció Desirée Lobele. ¡Uauu qué alienados estábamos! No fue Esteban Ibarra ni todas esas progres blancas feministas que me hicieron saber que el machismo-racismo en España es estructural. Fue mi tía Vicenta Avoro, de modo que luego cuando fui al instituto y a la universidad sabía cómo enfrentarme a todo ese discurso colonialista sesgado sobre África, los inmigrantes, la negritud e incluso sobre mí mismo. Como sucede en otros casos de mujeres inteligentes y poderosas, no faltó quién la acusara de utilizar artes de hechicería, puesto que mantenía sus tradiciones espirituales y religiosas africanas.
Un día cuando aún no habíamos creado el partido de los Panteras Negras, la sede del club de fans de Public Enemy fue atacada por un grupo terrorista nazi que agredió a Tommy y a otros hermanos. Este grupo nazi llamado Europa Blanca había realizado, además, una pintada de casi cinco metros de alto en la puerta de Alcalá en la avenida Complutense, cerca del parque O’Donnell, a un minuto de la comisaría de policía nacional. Esa pintada decía: «Negros no». Estuvo allí más de dos años. El Ayuntamiento de Alcalá de Henares, que se gastaba el dinero de los contribuyentes en borrar grafitis y perseguir a sus autores, en cambio no hizo nada por borrar las pintadas racistas. Al tiempo salimos una noche con aerosol a borrar esa pintada vergonzosa, tuvimos un encontronazo con los grupos terroristas nazis locales que trataban de impedirlo. Se produjo una discusión con forcejeo, que trascendió a la opinión pública, que como es costumbre se cebó con los jóvenes negros, criminalizándolos. Debido a la opresión del Diario Alcalá algunos miembros de club de fans de Public Enemy salieron a la prensa realizando declaraciones para desmarcarse de la acción en el sentido de que dicho club era pacifista, no violento y que condenaban la violencia, el acto y que nada tenía que ver con la obra de Malcolm X. Una tarde mis primos Pablo, Pacha, Layo, mi hermano Lumumba y yo, antes de quedar con Fermín T-7, fuimos a comer arroz con módica y Abamicono (pescao salao) a casa de tía Vicenta. Esperamos a otro primo, Chaval que debía llegar de Móstoles53, pero finalmente no llegó. Como ya sonaban las tripas, asaltamos sin piedad sobre la olla de módica. Después de la comida esperamos al postre y se lo comentamos. Permaneció callada escuchando sin decir nada, como si esa calma precediera un huracán. Como ya la conocíamos, Layo y yo, nos alejamos por si acaso. Tras limpiarse las manos en el delantal exhaló aire por la nariz, estalló: «Esos son unos traidores y chivatos desleales. ¿Y qué esperáis para echar a esa disidencia de negros tíos Tom?». Le insistí que eran buenos hermanos, que hace tiempo que los conocía, que no era para tanto, pero con esa mirada fulminante mi tía insistió: «Hay que convencer y para convencer hay que estar uno mismo previamente convencido y esos negros de mierda no lo están». Pablo quiso arreglarlo diciendo: pero son universitarios, estudian y además son cultos. «¡Peor me lo pones! ¿desde cuándo los negros cultos o de elite han roto las cadenas de la esclavitud, debéis desconfiar de ese tipo de gente». Se hizo un silencio, nunca había escuchado algo así en mi vida. Esta fue una gran lección para descubrir la importancia de las convicciones como eje central de nuestras vidas y de nuestra gente. Descubrí que la mera simpatía hacia la causa negra, la afroafinidad, no sirve sin eso; lo que mi tía Vicenta estaba diciéndonos es que los negros, en su mayoría, carecen de esta afinidad y la confundimos mucho con la «simpatía».54 Tía Vicenta nos hizo pensar por primera vez en la confrontación dialéctica contra las élites negras. Es en esa adopción de las propuestas del pensamiento hegemónico blanco, aunque no existan alternativas coyunturales que defiendan a las poblaciones negras, que las élites afrodescendientes llegan no para cuestionar el Estado, sino para diluir los procesos reivindicativo de las bases, porque son legítimos aliados del sistema, a pesar de que este persista en hacer creer que con tres celebridades negras, y varias personalidades folklóricas, el Estado racista y criminal puede verse exonerado en la perpetración de sus crímenes de odio. Mi tía Vicenta nos hizo ver que las consecuencias de la repercusión de todas las violencias contra las poblaciones negras tienen como sus mejores aliados sus propias élites, que a cambio de merecer, del sistema instaurado por los opresores, su plato de lentejas y poder cogerse de la mano con los intelectuales blancos, se mantienen en silencio o presentándose con su discurso solapado, plagado de negación, y así conseguir ser aplaudidos por sus vaguedades interpretativas de las