33 Según afirma la antropóloga María de Lourdes Siquiera, profesora jubilada de la Universidad Federal de Bahía (UFBA).
34 Nfubea, Abuy. (2007): en Poemas de estirpe, de Laura Victoria Valencia.
35 Véase Curso de Introducción Cimarrona y su Dialéctica. Madrid: La Kúpula, 2015. E Informe de la IV Internacional Panafricanista Garveyista, 2018-2019.
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NO HAY NADA NUEVO BAJO EL SOL EN ESPAÑA
Hoy existe una moda muy interesada, por parte de las nuevas generaciones de mujeres negras nacidas durante la era internet y en la de Barack Obama, en manifestar que «somos las primeras en la lucha feminista; aquí nunca hubo referentes». Esta es una idea falsa y falseada, fomentada por los mercados de consumo y profundamente reaccionaria, por no decir tío Tom. En la civilización hispánica, siempre hubo luchas y referentes feministas liderados por mujeres negras; siempre fueron referencia en la emergencia de las artes como el flamenco36 y la cultura de los cuidados, las luchas por los derechos laborales y políticos, incluidos el origen de la lucha LGTB. Es un error pensar que buscar la igualdad es algo exclusivamente blanco y europeo; lo que pasa es que la militancia es diferente. Ya desde la colonia hubo mujeres negras feministas, por ejemplo, en Guinea Ecuatorial y en Marruecos. Tradicionalmente, desde la colonización, las mujeres negras protestaban y reivindicaban sus derechos con canciones, danzas, teatro, en las fincas, en las cocinas, escribían, disparaban, se organizaban y se quejaban por las injusticias basadas en el género. En Guinea Ecuatorial, por ejemplo, teníamos a María Jesús Ayecaba, muy metida en política junto a Acacio Mañe o Enrique Nvó, padres de la independencia.
A continuación, nos aproximaremos a algunas de estas pioneras a modo de ejemplo, en diferentes épocas, y en circunstancias diversas, en los últimos cinco siglos en España, desde el siglo xvi al xx.
2.1 Elena de Céspedes
Hija de esclavizada, nació alrededor de 1546 en Alhama de Granada. Su madre era una negra llamada Francisca Medina y su padre, el amo de esta, Benito Medina, en cuya casa vivió hasta los ocho años. Allí tomó el nombre de la esposa de su padre, Elena de Céspedes, a la que sirvió durante un tiempo y con la que parece ser que mantuvo una estrecha y cordial relación. Con dieciséis años, fue casada con un albañil de Jaén, Cristóbal de Lombardo, quien la abandonó a los pocos meses, no sin antes dejarla embarazada de un niño, llamado también Cristóbal, y al que dejaría en manos de un panadero de Sevilla y del que no volvería a saber nada.
Sola, sin marido, sin padres, Elena marchó a vivir a Granada donde se ganó la vida como tejedora, oficio que había aprendido durante su infancia. De espíritu inquieto, viajó por Granada, Sanlúcar o Arcos de la Frontera. En este ir y venir, dejó de trabajar como tejedora para empezar a ejercer de labradora y pastora. Es entonces cuando inicia su vida como hombre, haciéndose llamar solamente Céspedes. Las revueltas de los moriscos en Granada la llevaron a alistarse como soldado en la compañía de don Luis Ponce de León y marchar a la guerra. Terminada la guerra, en 1570, Céspedes volvió a ejercer como sastre en varios lugares de la geografía española hasta que terminó instalándose en Madrid. Corría el año 1575 y tenía unos treinta años. Allí conoció a un médico con el que entabló amistad y le empezó a enseñar el arte de coser y curar enfermos.
Empezó a trabajar en un hospital de la Corte, de tal fortuna que su fama llegó a oídos del rey Felipe II. Su buena reputación fue la envidia de otros cirujanos, que pronto la acusaron de intrusismo, a pesar de haber ejercido la medicina durante ocho largos años. Elena no se amedrentó ante la amenaza de ser expulsada de su oficio. Marchó a Cuenca, y al haber escrito varios libros de cirugía, así como poseer conocimientos del latín aprobó con relativa celeridad aquellos exámenes, si bien no había recibido educación formal: consiguió la licencia de cirujano o médico. A pesar de que en aquel tiempo ejercía como hombre, en las actas del Santo Oficio que posteriormente la procesaran, consta como cirujana y no como cirujano. Se convertía así en la primera mujer en conseguir esa licencia oficial en España.
Vivía entonces como hombre, conoció a María del Caño, de la que se enamoró y se casó. Lo sorprendente es que nadie se escandalizó de que se casara con otra mujer, sino que una tercera dama, Isabel Ortiz, impidió el enlace arguyendo que Elena/o ya se había comprometido anteriormente con ella. Finalmente se pudo casar con María, con la que vivió unos años de feliz matrimonio hasta que la Inquisición la comenzó a perseguir. Aunque, durante mucho tiempo, fue aceptada como hombre y mujer a la vez, el hecho de que se casara con otra mujer no fue visto con buenos ojos por el Santo Oficio. Al final de un duro proceso, fue condenada a doscientos azotes, y a servir durante veinte años en centros hospitalarios. Lo curioso del caso de Elena de Céspedes es que vivió durante toda su vida como un ser indeterminado. Parece ser que nació con atributos tanto de hombre como de mujer, siendo este último el sexo con el que sus padres decidieron criarla. Pasado el tiempo ella decidiría vivir como hombre, algo que algunos médicos dictaminaron que así fuera. Hasta que se quiso casar por la Iglesia y le llovieron los problemas.
No está claro si fue homosexual, trans o simplemente un hombre atrapado en un cuerpo de mujer. Lo que es cierto es que fue mujer primero y hombre después y en ambas condiciones vivió una vida revolucionaria, inquieta y llena de activismo de enormes desafíos a la concepción patriarcal de la época.37
2.2 Sor Teresa de Chikaba
Teresa Juliana de Santo Domingo, «Chikaba», nació en la actual Ghana y Costa de Marfil hacia 1676, y allí vivió, como parte de la nobleza, princesa real africana, hasta que fue secuestrada y trasladada a España a través de Sao Tomé. A pesar de su sangre real, fue violada y ultrajada, y se la llevó hasta la corte de Carlos II, cuyo monarca la cedió a Antonio Sebastián de Toledo, segundo marqués de Mancera. Este noble, grande de España y virrey de México durante nueve años, era célebre por haber prohijado a sor Juana Inés de la Cruz.38
Desde los diez a los veintisiete años sería una de las esclavas en el palacio de los marqueses de Mancera, y desde los veintisiete hasta su muerte, a los setenta y cuatro años, monja de clausura cuando, tras la muerte de la marquesa, entró como terciaria en el convento dominico de la Penitencia de Salamanca. Víctima de un singular destino. Chikaba se celebra hoy como la primera mujer negra admitida como religiosa en un convento de clausura español y sobre todo como la primera escritora afrohispánica en lengua castellana con poemas en latín de hondo misticismo. Pese a ello y a ser protagonista de un proceso de beatificación en curso, su personalidad permanece en la oscuridad como su piel, si exceptuamos la hagiografía Compendio de la vida ejemplar de la venerable madre Sor Teresa Juliana de Santo Domingo, publicada en 1752 por Juan Carlos Paniagua, a los cuatro años de su muerte; un silencio, debido en gran parte a la servidumbre ideológica de sus biógrafos; que es la principal fuente para conocer su vida.
2.3 María de la Luz
En el siglo xviii, durante la corte de Carlos IV,