Cuando el Poderoso Espíritu Mágico lo vio, exclamó:
—¡Mono condenado! ¿Me conoces o no?
—¿Qué vil deidad eres? —preguntó Mono—. Nunca en la vida te había visto. Dime tu nombre en este instante.
—Inmundo embaucador —gritó—, ¿cómo te atreves a fingir que no me conoces? Soy el Poderoso Espíritu Mágico, líder de la vanguardia de las huestes celestiales de Vaiśravana. Vengo por órdenes del Emperador de Jade para recibir tu sumisión. Desármate ahora mismo y ponte en manos de la misericordia celestial, o se pasará a cuchillo a todos los habitantes de esta montaña. Si tan sólo murmuras la mitad de la palabra “No”, al instante serás cortado en pedazos.
—Vil deidad —gritó Mono, enojadísimo—, deja de alardear. Si te mato con un golpe de mi bastón, no podrás llevar mi mensaje. Así, te perdonaré la vida para que regreses al cielo y le digas al Emperador de Jade que no sabe cómo emplear a un buen hombre cuando lo encuentra. Domino innumerables artes mágicas. ¿Por qué habían de ponerme a cuidar a los caballos? Mira lo que está escrito en este estandarte. Si reconoce mi derecho a este título, lo dejaré en paz, pero si se rehúsa, enseguida subiré y daré un golpe tan fuerte a su palacio que se caerá de su sofá de dragón.
El espíritu miró alrededor y vio el estandarte con su inscripción y soltó una carcajada.
—¡La insolencia de este horrible mono! —gritó—. Llámate “Igual a los Cielos” si quieres, pero antes trágate una buena dosis de mi hacha —y al decir esto lanzó un golpe contra la cabeza de Mono.
Éste no se alteró y detuvo el golpe con su bastón. Vino a continuación un buen pleito. Al final, el espíritu ya no aguantaba más. Mono lanzó un golpe rotundo a su cabeza y él intentó bloquearlo con el hacha. El hacha se partió en dos y el espíritu tuvo que salir huyendo. De regreso en el campamento, fue directo con Vaiśravana y, arrodillado frente a él, dijo entre jadeos:
—El mozo tiene poderes mágicos demasiado fuertes para nosotros. Fui incapaz de hacerle frente y ahora vengo en busca de misericordia.
—Este infeliz me ha humillado —dijo Vaiśravana, mirando con desdén al espíritu—. ¡Llévenselo y córtenle la cabeza!
Pero su hijo, el príncipe Natha, dio un paso al frente y, haciendo una profunda reverencia, dijo:
—Padre, no te enojes. Perdónale la vida al espíritu por un tiempo y déjame ir a luchar para que sepamos cómo están las cosas en realidad.
Vaiśravana aceptó la oferta y le ordenó al espíritu que regresara al campamento y esperara el juicio.
El príncipe, con la armadura ya abrochada, salió corriendo del campamento y fue a toda prisa a la cueva de la Cortina de Agua. Mono estaba desarmándose, pero en eso acudió a la puerta y dijo:
—¿De quién eres hermano menor y por qué vienes a colarte por aquí?
—¡Simio nauseabundo! —gritó Natha—. ¿Por qué finges no conocerme? Soy el tercer hijo de Vaiśravana. El Emperador de Jade me mandó para arrestarte.
—Principito —dijo Mono entre risas—, ni siquiera se te han caído los dientes de leche y el útero que te dio a luz no se ha secado. ¿Cómo te atreves a fanfarronear así? Por ahora te perdonaré la vida, siempre y cuando mires lo que está escrito en ese estandarte y le digas al Emperador de Jade que si me otorga ese rango no tendrá que mandar a ningún otro ejército y me someteré voluntariamente. Pero si no accede, iré y derribaré a golpes su palacio de Joyas de las Mágicas Brumas.
Natha levantó la vista y vio la inscripción GRAN SABIO IGUAL A LOS CIELOS.
—¡Debes de creerte un fabricante de maravillas para que oses reivindicar semejante título! —dijo Natha—. No te preocupes: un golpe de mi espada te pondrá los pies en la tierra.
—Me mantendré firme —dijo Mono—, y puedes romper conmigo cuantas espadas quieras.
—¡Cambia! —rugió Natha y enseguida se transformó en una deidad con tres cabezas y seis brazos.
—¡Conque este hermanito conoce algunos trucos! —se burló Mono—. Te daré a conocer mi magia.
Al decir esto él también adquirió tres cabezas y seis brazos y al mismo tiempo transformó su garrote en tres garrotes y tomó cada uno de ellos con dos manos. La batalla que vino a continuación sacudió la tierra e hizo retumbar las montañas. Fue sin duda un gran pleito. Cada uno hizo despliegue de sus aterradores poderes y pelearon hasta treinta veces. El príncipe convirtió sus seis armas en un millón y Mono hizo lo mismo. Caían chispas cual estrellas fugaces mientras ellos combatían entre el cielo y la tierra, y ninguno aventajaba al otro.
No obstante, Mono tenía manos y ojos veloces. En el momento más álgido de la refriega, retomó su forma original y, garrote en mano, se enfrentó a Natha. Con su propia figura pudo moverse con mayor libertad y, colocándose detrás de la cabeza del príncipe, le dio un tremendo golpe en el hombro. Mientras Natha preparaba una nueva magia, oyó el ruido del garrote al surcar el aire. No le dio tiempo de esquivarlo y fue tan fuerte el dolor que enseguida salió huyendo, recobró su forma auténtica y volvió con ignominia al campamento de su padre.
Vaiśravana había estado viendo la batalla y se planteaba ir a echarle una mano a su hijo cuando Natha de pronto apareció frente a él y, temblando de pies a cabeza, dijo:
—¡Padre y rey mío! Es cierto que el mozo tiene unos poderes tremendos. Ni yo, con mi magia, pude resistirlos, y al final me hirió el hombro.
—Si alguien tiene semejantes poderes —dijo Vaiśravana, consternado—, ¿cómo lo haremos entrar en vereda?
—Afuera de su cueva puso un estandarte que tiene inscrita la leyenda GRAN SABIO IGUAL A LOS CIELOS —dijo el príncipe—. Tuvo la insolencia de decir que si reconoces su derecho a ese título dejaría de darnos dolores de cabeza. De lo contrario derribará a golpes el palacio de Joyas de las Mágicas Brumas.
—En tal caso más nos vale dejarlo solo por ahora —dijo Vaiśravana—. Informaré de esto al Emperador de Jade y le pediré refuerzos celestiales para que podamos encerrarlo antes de que sea demasiado tarde.
Cuando le explicaron la situación al Emperador de Jade, éste dijo:
—¿Esperan que crea que un mono es tan poderoso que se necesitan refuerzos para lidiar con él?
Natha dio un paso adelante.
—Grandísimo —dijo—, aunque sé que merezco que me mate con sus propias manos, le suplico que me escuche. Ese mono posee un garrote de hierro con el que primero derrotó al espíritu del río y luego me hirió en el hombro.
—¡Llévense a todo el ejército y denle muerte en el acto! —ordenó el emperador.
En ese momento intervino el espíritu del planeta Venus:
—Ese mono lanza palabras de modo temerario y no hay razón alguna para suponer que puede cumplir todas sus amenazas. No obstante, si se mandan soldados para ocuparse de él, eso implicará una larga y agotadora campaña. Sería mejor si su majestad ejerciera la clemencia. Diga que desea una solución pacífica y que está completamente dispuesto a permitirle ser el Gran Sabio Igual a los Cielos. No hará ningún daño que tenga un puesto nominal con ese título, sin salario, por supuesto.
—No estoy seguro de entender qué puesto propones que tenga —dijo el Emperador de Jade.
—Podría llamársele con ese título —dijo el planeta—, sin que tenga obligaciones especiales ni un salario. La ventaja sería que, al vivir en terreno celestial, en poco tiempo se desviaría de su vida depravada, olvidaría sus locos ardides y el universo encontraría pronto la paz.
—¡De acuerdo! —exclamó el emperador y se envió al planeta a transmitir la ofrenda de paz.
Salió