Desvestir al ángel. Eleanor Rigby. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Eleanor Rigby
Издательство: Bookwire
Серия: Desde Miami con amor
Жанр произведения: Книги для детей: прочее
Год издания: 0
isbn: 9788418013416
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que le sentaba todo y la preocupación por lo que pudiera suceder, se preguntó si se habría sentido decepcionado al empujar la puerta y no ver a Aiko, sino a ella.

      La chica que nació sin clase y no la podía copiar, en palabras de otros.

      —Necesito que vayas enviándome los infor...

      Caleb entornó los ojos sobre el trabajo que no había hecho.

      —¿No has empezado?

      «Perdona, estaba ocupada respondiendo preguntas sobre si te va el anal. Por cierto, ¿te va?»

      —N-no. Lo siento, e-es que... Yo... V-verás...

      Caleb la cortó apoyando una mano muy cerca de donde descansaba la suya. Rozó su dedo meñique sin querer, enviando una onda eléctrica desde la yema hasta el resto de su cuerpo. Solo se había inclinado hacia delante, y ya olía su perfume, percibía la mezcla de su aliento con el aire... Y sus ojos. Sus ojos sobre ella, mirándola con comprensión.

      —Mio, puedes hacerlo. Solo tienes que concentrarte y recordar lo que has aprendido en la universidad. Ya has hecho esto antes durante las prácticas, no hay truco. Y si tienes dudas, puedes preguntar a Jesse.

      »Los necesito para esta tarde. Sé que cumplirás el horario, pero cuanto antes empieces, mejor.

      Dios... Y ahora, justo ahora, cuando debía estar cabreado, sacaba su lado tierno y empático. ¿Por qué todo le tenía que salir mal? Para ser china, tenía muy pocas galletas y muy poca suerte.

      Pero se forzó a sonreír un poco.

      —Gracias. Lo tendré listo lo antes posible, lo prometo.

      Caleb asintió y se dio la vuelta. Por un lado, se sintió aliviada. Necesitaba a ese fanático del arroz blanco con tomate bien lejos de ella para no culparse de algo que había hecho mal. Pero por otro, le dolió que no aprovechara para preguntarle cómo estaba, o si necesitaba ayuda...

      «Mio, querida, ya no eres una cría de párvulos que se agobia si se sale de los círculos al colorear».

      Ciertamente no, no lo era, pero... Con Aiko siempre tenía algunas palabras.

      «Céntrate». Sí, eso. Debía concentrarse, con «c». Y no mirarle el culo, también con «c». Ni cometer suicidio, por no perder la bonita costumbre de comenzar las frases con la tercera letra del abecedario.

      Mio suspiró e intentó enfocarse en lo que tocaba. Que no era el hambre que tenía, por cierto.

      Si hubiera sabido que mentir daba antojos...

      2 Shrek.

      4

      Mayores de dieciocho

      Caleb necesitaba paz para trabajar. No, no solo para trabajar, sino para alcanzar la perfección en su trabajo. Y con paz se entendía no tener que escuchar el rock manido que Jesse ponía en sus tiempos libres, gracias a la estrechez de las paredes. Si tuviera dinero que malgastar o tiempo que perder, se ocuparía de levantar un muro de cemento para escapar de la sordera de su amigo.

      Pero eso no era todo. Estaba alerta por si Mio seguía teniendo la costumbre de entrar en habitaciones ajenas —o en ese caso, despachos— sin llamar. Había demostrado que sabía llamar a la puerta, cosa que no hacía cuando eran niños y les cortaba el rollo a Aiko y a él. Era un paso. Pero por si acaso, echaba vistazos rápidos. No quería que le pillara con la guardia baja.

      Y después estaba, para colmo, la insistencia de Aiko en que le echara un ojo a los distintos diseños que había fichado para su vestido de novia. No era tan tonto como para pensar que no se daba cuenta de lo que estaba haciendo. O más bien, ella no era tan tonta como para negar lo evidente. Pero sabía que lo hacía por el bien de todos, que su móvil estaba ardiendo a causa de su voluminosa entrega de capturas de pantalla para ayudarle a superar lo que estaba por venir.

      —¿Cuál te gusta más? —le preguntaba, al otro lado de la línea. Había repetido la misma pregunta alrededor de diez veces, solo que en distintas materias: flores, hoteles, destinos de luna de miel... Tanta insistencia había provocado que acabase por poner el manos libres—. Ni siquiera les has echado un vistazo a los modelos, ¿verdad? Igual que has pasado del diseño de las invitaciones.

      —Me parece bastante estúpido e irónico que vengas a preguntarme a mí qué veo más apropiado para tu boda. ¿Por qué no recurres a tu novio? ¿O es que tiene demasiado glamour para patearse la ciudad yendo a ver a un par de organizadores de eventos?

      Aiko suspiró.

      —Veo que no te pillo en un buen día.

      —No sé lo que son buenos días. Quiero trabajar y nadie me deja tranquilo. Por Dios, Kiko, esta tarde te voy a acompañar a comprar ese vestido de novia. ¿No puedes esperar? Ya te prestaré atención luego.

      —Pero quiero echarle un ojo a lo que tiene la tienda antes de aparecer por allí. Me preguntarán si voy con alguna idea, y... Lo siento, Cal. Es que estoy tan aburrida aquí todo el día... Marc no vuelve de trabajar hasta bien entrada la noche, no tengo perro al que pasear o con el que jugar, no puedo hacer ejercicio y ya he terminado todo el trabajo pendiente. Me siento como la estúpida mujer florero, necesito una distracción. A este paso acabaré buscándome un amante.

      Caleb se rio sin ganas.

      —¿Y lo más apropiado para divertirte es llamarme a mí en horario de trabajo?

      —Pensé en molestar a Mio, pero no quiero entretenerla. Seguro que tiene muchas cosas que hacer.

      —Por lo que se ve, yo no las tengo, por eso has decidido entretenerme a mí.

      —Qué gruñón eres cuando quieres. Y sí, te entretengo a ti porque te lo puedes permitir. Con todas las horas que echas en el despacho, ya habrás acabado con cada una de las demandas del Estado de Florida. ¿Qué planeas, dejar a la competencia sin trabajo? Porque sé que planeas algo, Cal. Te conozco.

      Caleb cerró una de las carpetas con la que acababa de terminar, y se estiró para alcanzar otra. Todo con una sonrisa que habría revelado la verdad a Aiko si la hubiera visto.

      Claro que planeaba algo. No, «algo» no... Planeaba el caso más importante de su vida, y Aiko no podía meter sus narices hasta que no lo tuviera todo preparado. Le diría que estaba loco y lo forzaría a abandonar. De hecho, ya sabía a qué argumentos recurriría. «Sí, Cal,

      eres muy buen abogado... De los mejores que conozco. Pero eso es porque sabes poner distancia entre los clientes y tú; no dejas que te afecten sus sentimientos. Ahora... Lo que quieres hacer te toca de manera directa. Es algo que podría hundirte».

      —Te estoy oyendo pensar. Y te estoy viendo sonreír como el capullo introvertido que eres.

      —Serás la primera en saberlo cuando esté listo para salir. Pero ahora me quedan algunas cosas que preparar.

      —¿Mio te está ayudando con el que quiera que sea tu plan?

      —Claro que no.

      —Has sonado como si te aterrase la idea. ¿Es que ha hecho algo malo? Sé sincero, por favor. ¿Cómo se está desenvolviendo?

      ¿Que cómo se desenvolvía...? Pues por lo pronto, se había puesto una falda a la que podría acusar de estrangulamiento y provocación, y dado que cuando se ponía nerviosa se le subían los colores y nunca lo estuvo tanto, había tropezado con una cara de recién follada que le había sacudido el pantalón. Bueno, la que él suponía que sería su cara de recién follada. Ruborizada, un poco despeinada, y con los labios rojizos de tanto mordérselos...

      —Al final de la tarde te haré un informe detallado de sus progresos. Pero no tienes por qué llamarme como una madre preocupada. Tiene una edad, Aiko. Y no, no ha trabajado antes, pero eso no significa que haya que sobreprotegerla. Sabes que cuidaré de ella si es necesario. Por lo pronto,