Uno de los ejes de la elite de Concepción estuvo constituido por la familia Carvajal-Vargas, fundada en el siglo XVII por el limeño Juan Marcelino de Carvajal-Vargas y Quezada, llegado a Chile como comandante general de la caballería. Casado con Luisa de Roa y Alarcón, fue progenitor de Fermín Francisco de Carvajal-Vargas, quien contrajo matrimonio con su prima limeña Joaquina de Brun y Carvajal, condesa del Puerto y de Castillejo y titular del cargo hereditario de Correo Mayor de Indias. Fermín Francisco de Carvajal negoció el reintegro del Correo Mayor a la Corona, en compensación de lo cual recibió el título de duque de San Carlos, con Grandeza de España y residencia en la península. El título de conde de la Unión obtenido para uno de sus hijos y el de conde de Montes de Oro para su hermano Carlos Adriano, que permaneció en Concepción, situó a la familia en un plano social muy elevado, y durante el proceso emancipador se mantuvo realista, al igual que las familias Urrejola, Eguiguren, Lantaño y muchas otras. Como era evidente, tal actitud les originó a esas familias considerables pérdidas patrimoniales al producirse el descalabro de la monarquía.
El creciente auge de la ciudad a partir del decenio de 1830 abrió el camino a un sostenido proceso inmigratorio, en el cual, al igual como sucedía en Valparaíso y en Ancud, los extranjeros eran en su mayoría desertores de las naves que llegaban a Talcahuano o a Tomé. Hubo, por cierto, inmigrantes que, ellos mismos o sus hijos, se dedicaron a actividades comerciales, agrícolas y mineras, se radicaron en Concepción y fundaron allí familias muy destacadas. Entre estos debe recordarse a los ingleses Thomas Andrews, Antonio Plummer, Thomas K. Sanders, Thomas Hodges (avecindado en 1828), los hermanos Onofre y Grosvenor Bunster, a los daneses Severo Möller y Juan Bartholin, y a numerosos franceses que, a partir de 1825, fundaron las familias Aninat, Mathieu, Ferrier, Maillard, Lacourt, Maudier, Onfray, Harriet, Bordeu, Langevin, Ginouvés, Coddou, Duhart, Gigoux, Larroulet, Lamoliatte, Recart, Viale-Rigo y Versin, entre otras252. De esta manera, a los 287 ingleses, escoceses e irlandeses registrados por el censo de 1854, se agregaban 242 estadounidenses, y, más lejos, 77 franceses. En 1865 los británicos continuaban siendo los más numerosos, con 322 personas, seguidos de los alemanes, con 250. En 1875 los alemanes superaban ya a los ingleses: 351 y 335. En 1885 ambos grupos seguían siendo los principales: 436 y 312. Es posible que como consecuencia de las luchas de la emancipación y, más adelante, de la guerra con España de 1865, la inmigración peninsular fuera muy débil, representando en 1885 solo 105 personas, es decir, el 7,6 del total de europeos. El aumento del número de españoles solo se produjo al concluir el siglo XIX253. No puede olvidarse, por último, a un reducidísimo pero muy influyente grupo de inmigrantes argentinos que huyó de la tiranía de Rosas. Así, el abogado Ramón Gil Navarro de Velasco, natural de Catamarca, tuvo hijos que formaron familias en Concepción y en Argentina, en tanto que varios miembros de la familia Ortiz de Ocampo, de La Rioja, se instalaron en Chile, entre ellos Buenaventura Ocampo y Luna y Domingo de Ocampo y Herrera, el segundo con sucesión en Concepción. Hermano de este último fue el célebre jurisconsulto y autor del Código de Comercio chileno, José Gabriel Ocampo, con sucesión en Argentina y en Santiago.
Buena parte de la molinería, de la exportación de granos, de la industria textil, de la extracción del carbón, de las fundiciones y de las actividades navieras estuvo asociada a extranjeros o directamente en manos de estos. A los ingleses Andrews, Armstrong, Biggs, Bunster254, Evans, Elton, Greene, Hodges, Leigh, Lindsay, Mackay, Mulgrew, Plummer, Wormald, Sanders, Stevenson y Rogers, se deben agregar los norteamericanos Délano, Grant, Green y Jackson255. La incorporación de los británicos a la molinería del trigo tiene un rasgo de interés: muchos provenían de Valparaíso, si bien al cobrar impulso la actividad ingresaron a ella algunos miembros del grupo foráneo radicado inicialmente en la zona. Ya en 1835 se había constituido la sociedad Tomás Walford y Cía. para elaborar harina en un molino instalado en Lirquén, en la que participaba Fineas Lovejoy, residente en La Serena, lo que habla de la temprana formación de redes comerciales interprovinciales256. Otro ejemplo de interés es el de Enrique Rogers, quien compró el molino de Lirquén de Tomás T. Smith en sociedad con el norteamericano Samuel Frost Haviland, empresario minero del norte257. Aunque varios integrantes de este núcleo contrajeron matrimonio con mujeres de la elite de Concepción, muchos exhibieron escaso arraigo en la región258. También en la incipiente industria textil fue importante la presencia anglosajona. De las 155 personas que laboraban en la Fábrica de Paños de Bellavista de Tomé, 25 eran norteamericanos259. Como lo ha subrayado Mazzei de Grazia, no se formó en Concepción un empresariado propiamente regional, y si bien algunos empresarios locales se interesaron en la explotación del carbón, muy pocos se mantuvieron en esa actividad asociados con foráneos. La mayoría optó por continuar en las actividades agrícolas tradicionales, menos lucrativas, pero a la vez menos riesgosas260.
Los extranjeros tuvieron una actuación destacada en la minería del carbón en los yacimientos de Lota, Coronel y Lebu, y el establecimiento de numerosas fábricas indujo un reasentamiento de la población, una sostenida demanda de mano de obra y un flujo significativo de foráneos. Cabe recordar entre ellos a Federico Schwager, de incierta nacionalidad, y a Juan Mackay, médico escocés llegado a la bahía de Concepción en 1840. Ya al año siguiente Mackay estaba explotando el yacimiento de Tierras Coloradas, a orilla del río Andalién, y 10 años después adquirió una propiedad minera en Coronel, que en 1855 vendió a Matías Cousiño261. En 1866 formó una compañía con José Tomás de Urmeneta y Maximiano Errázuriz para explotar los yacimientos de Lebu y vender la producción a los establecimientos de fundición de Tongoy y Guayacán262. Este nexo con los mineros del norte explica la presencia de serenenses en Concepción, como fue el caso de Jorge Rojas Miranda, a cargo de una fundición en Talcahuano hacia 1849, y convertido en importante empresario del carbón con el descubrimiento de yacimientos en Puchoco, cerca de Coronel.
Como antes se ha advertido, no solo debe considerarse a los extranjeros que desarrollaron actividades empresariales o gerenciales en la zona de Concepción. Al igual que lo ocurrido en la minería del cobre, para la del carbón se contrató mano de obra extranjera. En Lota, por ejemplo, había más de 50 operarios escoceses263.
La migración desde el campo hacia los nuevos polos industriales y mineros originó en la zona de Concepción, en paralelo a lo sucedido en el norte del país, una masa de operarios desarraigados, a menudo sin familias, que sufría agudas deficiencias en materia de alimentación, vestuario y habitación, y que estaba expuesta a los accidentes del trabajo y a toda suerte de enfermedades. El clima, lluvioso e inclemente, hacía aún más dura la vida del trabajador264. Estas migraciones, que iniciaron la ruptura de las estructuras del mundo rural de la provincia y de otras próximas, obedecieron, con todo, a decisiones perfectamente racionales: siempre el operario de una industria obtendría una remuneración más elevada que en el campo; además,