El crecimiento demográfico de Santiago, imparable desde el decenio de 1880, supuso, por una parte, el diseño de nuevos barrios para los sectores altos y, también, el desarrollo de barrios más modestos para los grupos medios. Pero no se supo enfrentar la situación de los pobres desde el punto de vista urbano sino hasta comienzos del siglo XX. El dinámico avance de la periferia de Santiago se hizo tanto con la inclusión de antiguos caseríos como con la construcción de nuevos núcleos residenciales, que fueron conocidos con el nombre de “poblaciones”. Pero hubo dos determinaciones del gobierno que influyeron en el desenvolvimiento futuro de la capital. Uno fue la creación de la Quinta Normal de Agricultura, institución destinada a la realización de trabajos científicos y de fomento agrícola y que se instaló en un predio de 31 cuadras adquirido por el Fisco a la familia Portales entre 1841 y 1850. El otro fue la adquisición entre 1842 y 1843, también por el Fisco, de terrenos agrícolas situados al sur de la Alameda con el objeto de establecer en ellos algunos regimientos que se encontraban en el sector central, y crear una extensa elipse en la que los soldados pudieran realizar sus ejercicios. En ambos casos se originaron límites al oriente y al sur de Santiago, los que, al poner un freno a la expansión de la ciudad, sirvieron de estímulo a una intensa actividad inmobiliaria, con subdivisión de predios, compra de los mismos a elevados precios, apertura de nuevas calles y construcción de casas230. La Quinta Meiggs —“una de las más hermosas y ricas de Sud-América por la extensión, hermosura, elegancia y riqueza de sus edificios, y por el arte y delicado gusto que domina en todas sus plantaciones, paseos, caballerizas, etc.”, según la describió un contemporáneo231— dio nacimiento, a partir de 1869, a las avenidas República y España. La subdivisión de la quinta que fue de José Antonio Ugarte Castelblanco, en 1871, significó delinear dos vías perpendiculares a la Alameda, la Avenida del Ejército Libertador y la calle Vergara232. El barrio creado entre la Alameda y el nuevo Campo de Marte se vio favorecido por la construcción de la lujosa residencia de Luis Cousiño Squella, quien, entre 1870 y 1873 financió la creación de un gran parque en las inmediaciones. A ello se agregó la adquisición, en 1870 y en ese mismo sector, de los terrenos de la chacra Padura para construir un Club Hípico233.
Detrás del nombre de “poblaciones” subsistieron realidades muy diferentes: desde una simple acumulación de miserables ranchos construidos por quienes arrendaban un retazo al propietario de los terrenos, que veía en ese negocio una segura fuente de rentas, hasta modelos más regulares, con casas mejor construidas y destinadas a ser arrendadas a los sectores medios. Entre las primeras debe recordarse la paupérrima y extensa población, ya existente en 1840, surgida en la antigua chacra de “El Conventillo”, desde la actual Avenida Matta hasta el Zanjón de la Aguada, y entre las calles Santa Rosa y San Ignacio, de unas 110 hectáreas, y que Benjamín Vicuña Mackenna denominó el “Potrero de la Muerte”234. En 1860, coincidiendo con la construcción de la Estación Central del Ferrocarril, en el sector occidental de la Alameda, surgió una peligrosa población en sus vecindades, en Chuchunco235. Al norte del río Mapocho, entre Independencia, la antigua Cañadilla, y Vivaceta, se desarrollaron dos zonas de extrema pobreza, El Arenal y Ovalle236.
Los conventillos y los “cuartos redondos” en que vivían los pobres estimularon el surgimiento de lugares de expendio de alcohol, que a menudo eran almacenes o, incluso, un rancho cualquiera. Y junto a ellos prosperaban los prostíbulos y las casas de empeño237.
Entre los proyectos de mejor calidad, con casas destinadas a familias de los sectores medios, cabe recordar la Población Ugarte, situada al sur de la Alameda e iniciada en 1862238. El barrio de Yungay, constituido a partir de la subdivisión de la chacra de Portales, inducida con gran fuerza, como se ha dicho, por el diseño de la Quinta Normal de Agricultura, careció, en cambio, de homogeneidad, tanto por la gran extensión de aquella, como por el hecho de que los loteos fueron realizados por diversas empresas y en momentos diferentes239. Incluso en la parte norte de ese mismo sector, pero al sur del río Mapocho, se generó un núcleo de extrema miseria240. Otra razón de la falta de homogeneidad de estos barrios radicó en las reducidas facultades de la Municipalidad de Santiago respecto de los proyectos de subdivisión, no obstante las sucesivas modificaciones introducidas a la normativa correspondiente241.
Con la designación del multifacético Benjamín Vicuña Mackenna en la Intendencia de Santiago por el Presidente Federico Errázuriz Zañartu en 1872 la capital vio la creación de un límite claramente discernible mediante el camino de Cintura. Este separaba a la “ciudad propia”, es decir, la civilizada, según lo entendía el intendente y la elite santiaguina, de los suburbios, donde vivía el bajo pueblo. De ese camino se construyeron solo su trazado oriente, hoy Avenida Vicuña Mackenna, y sur, hoy Avenida Matta242. El proyecto, además de proponer una segregación residencial, comprendía una modificación del plano urbano con la apertura de las nuevas avenidas Ejército Libertador, hacia el sur de la Alameda, y de la Paz, hacia el Cementerio General, y el despeje de calles tapadas, como era el caso de la de Moneda; la construcción de nuevas plazas, como la de Gamero (Ercilla), al final de la Avenida Ejército, y el rescate de los barrios situados al sur de la Alameda. Los trabajos de transformación del cerro de Santa Lucía, lugar de refugio de vagabundos y delincuentes, y por mucho tiempo utilizado como cementerio de disidentes, en un lugar bien forestado y con jardines y caminos de adecuada traza, también tuvieron en Benjamín Vicuña al principal impulsor. La ampliación del abastecimiento de agua potable, la habilitación de mataderos y mercados, la renovación del pavimento y el abovedamiento de canales fueron otras tantas preocupaciones del activo intendente de Santiago243.
Desde el punto de vista social esta nueva forma de vivir, que significó la sustitución del austero mobiliario colonial y los sencillos elementos de decoración por muebles franceses Regencia, Luis Felipe y Segundo Imperio, cuadros, espejos, lámparas de lágrimas, finas alfombras, grandes jarrones de porcelana, relojes, candelabros, estatuas, adornos de bronce y muros cubiertos con géneros, llevó a crear manifiestas diferencias incluso dentro de la elite. Y estas se expresaron también en la vida en el campo, donde los dueños de recientes fortunas mercantiles y mineras hicieron inversiones de magnitud. Estas no solo se tradujeron en el impulso a actividades como la vitivinicultura, la molinería o la lechería, sino también en la construcción de grandes casas rurales cuyos diseños e interiores contrastaban con las casonas de raíz colonial, sencillas y no muy diferentes de las de los inquilinos, salvo por su extensión244. Estas estaban, además, rodeadas de bodegas, patios de matanza y corrales, y generalmente frente a su ingreso se alzaban los ranchos de los inquilinos y peones. A partir de la segunda mitad del siglo, en cambio, se reprodujo en los fundos el mecanismo urbano de separación residencial, que también en ellos tenían un motivo de seguridad frente al bandidaje rural: las casas patronales fueron rodeadas de grandes parques y estos, a su vez, fueron cercados por muros y rejas.
LAS CIUDADES DE CHILE CENTRAL
Las vías férreas,