Sin embargo, con este florecimiento de los estudios dedicados al contacto lingüístico entre el castellano y las lenguas mayores de los Andes desde la década de 1990, con la primacía del enfoque sociolingüístico sobre el dialectológico y con el énfasis puesto en Lima como espacio privilegiado para el estudio de la influencia mutua entre variedades, quedaba fuera de escena la descripción pormenorizada de las hablas regionales dentro de su propio entorno geográfico y las especificidades de su variación social, a pesar de los llamados de atención hechos al respecto por Germán de Granda (2001a) y por la propia Rocío Caravedo (1996b, p. 499 y 2001, p. 215). Hubo, en las últimas décadas, es cierto, estudios aislados sobre el castellano amazónico (Jara Yupanqui, 2012; Marticorena, 2010; Ramírez, 2003), sobre el castellano piurano (Arrizabalaga, 2008), sobre el castellano de Chincha (Cuba Manrique, 1996) e, incluso, como veremos después, sobre algunas localidades de la «zona consensual» de sustrato culle. Sin embargo, estos esfuerzos no estuvieron integrados a proyectos de zonificación más amplia como los de Escobar, Benvenutto Murrieta y Caravedo. Como el territorio peruano no había sido objeto de una indagación dialectológica pormenorizada y constante como la que floreció en Colombia y en México, los nuevos cambios en los enfoques teóricos y metodológicos no hicieron sino desdibujar la importancia de este tipo de intereses. Los vacíos en el conocimiento de la realidad dialectal del Perú dejaron, entonces, de percibirse como un problema, puesto que las agendas académicas eran otras. A pesar de los avances que esta noción supuso, el propio desarrollo del concepto de castellano andino, con su énfasis en el bilingüismo quechua-castellano y aimara-castellano, y su consecuente sesgo sureño, jugó en gran medida a favor de esta desatención.
La construcción del concepto de castellano andino
El concepto de castellano andino es hoy en día una categoría estándar en la lingüística hispanoamericana. Por ejemplo, en su capítulo dedicado a las variedades del castellano, un libro de introducción a este idioma pensado sobre todo en lectores de habla inglesa dedica al «Andean Spanish» una sección completa, al mismo nivel que el español de Castilla, el de Andalucía, el de las Islas Canarias, el del Caribe, el de México y el de la costa del Pacífico, y lo define así:
El término «castellano andino» se aplica comúnmente al espectro de tipos de habla, desde la interlengua hasta el español monolingüe con influencia indígena, que se habla en el área cordillerana que va desde la línea ecuatorial hasta el Trópico de Capricornio (Mackenzie, 2001, p. 148, traducción mía).
A pesar del frecuente uso del concepto, hay que reconocer que su significado no siempre coincide en los diferentes enfoques teóricos. Por ello, es necesario presentar de manera pormenorizada los distintos ejes que han guiado, en los trabajos clásicos sobre el tema, la construcción de la categoría. A partir de la revisión bibliográfica efectuada, he identificado tres ejes conceptuales en este proceso: un eje diatópico o regional, un eje centrado en lo social17 y, por último, uno enfocado en los fenómenos de contacto lingüístico. Los autores que han trabajado sobre el tema rara vez sitúan sus acercamientos de manera exclusiva en uno de estos tres ejes conceptuales, pero se puede afirmar que sus propuestas presentan énfasis distintos, que resulta útil identificar y deslindar.
Por otra parte, algunos aspectos en el desarrollo de este concepto escapan a los tres ejes conceptuales identificados. Por ejemplo, el carácter histórico del fenómeno representado con el membrete «castellano andino» ha sido siempre un punto clave en la reflexión de autores como Rivarola (1986 y 2000), Cerrón-Palomino (2003) y De Granda (2001a y 2001b). Sin embargo, la discusión abierta por Anna María Escobar (2001a y 2001b) acerca de este punto se vale de argumentos surgidos del estudio del contacto de lenguas; por ello, este debate se presentará en el marco del tercer eje conceptual. Al exponer las distintas propuestas desarrolladas en el marco de estos tres ejes conceptuales, intentaré también identificar la base empírica en la que se han fundamentado los estudios correspondientes, así como el tipo de fenómenos que se enfatizan al caracterizar la variedad, distinguiendo a qué nivel de análisis lingüístico corresponden. A partir de los hallazgos de esta revisión, expondré algunos problemas y limitaciones en el tratamiento brindado al castellano andino por la literatura. Dados los objetivos de este libro, esta revisión enfatizará los aspectos regionales de la problemática.
El castellano andino como variedad regional
La publicación más antigua que he encontrado con la expresión «castellano andino», «español andino» o sus equivalentes es un trabajo escrito en inglés, en 1935, dedicado a la historia de los idiomas ibéricos, que destina un capítulo a la expansión del castellano en América. El romanista británico William James Entwistle, autor de The Spanish Language, Together with Portuguese, Catalan and Basque, utilizó la expresión Andine Spanish al abordar la influencia de las lenguas indígenas americanas en el castellano. En particular, afirmó que «el acento invariable quechua en la penúltima sílaba debe de haber jugado un papel en el musical acento del castellano andino, pero solo porque corresponde al acento habitual del castellano, en penúltima sílaba» (Entwistle, 1951 [1935], p. 250, traducción mía). La frase original en inglés —The sing-song accent of Andine Spanish— contiene el adjetivo Andine, distinto del que finalmente ganó terreno para referirse a la variedad y a lo relativo a los Andes en general en la tradición inglesa, a saber, Andean18. Griswold Morley (1952, p. 334), quien, a la muerte de Entwistle, publicó un obituario en Hispanic Review, afirma que, a diferencia de sus trabajos posteriores, en este libro, él se basó muy poco en datos propios, y que su reflexión descansó centralmente en la revisión de otros autores. Esto es especialmente claro cuando trata de la influencia mapudungun en el castellano chileno, tema para el cual Entwistle cita ampliamente el trabajo de Lenz (1940). No resulta transparente, sin embargo, en qué se fundamentó para sus afirmaciones sobre el Andine Spanish. En una áspera reseña del libro, Hayward Keniston (1938, p. 161) lamentó justamente que The Spanish Language… careciera de una indicación más completa de las fuentes usadas. Entwistle tampoco ofreció una definición del término Andine, lo que permite inferir que estaba empleando el adjetivo en un sentido general y no especializado; a saber, ‘relativo a los Andes’. Esto quiere decir que este uso se basa en la acepción geográfica de la palabra: el «castellano andino» sería inicialmente la variedad de castellano hablada en los Andes en un sentido general19.
El trabajo más antiguo que he localizado con una descripción precisa y sistemática de una variedad andina específica es el de Penelope J. Cutts (1973), publicado después de 1985, cuando la autora estaba afiliada al Departamento de Lenguas Modernas de la Universidad de Salford, Reino Unido. El documento se titula Peculiarities of Andean Spanish, Department of Puno (S. E. Peru) y describe el habla castellana del departamento altiplánico sobre la base de sesenta entrevistas con hablantes bilingües quechua-castellano y aimara-castellano, llevadas a cabo en 1972, en Capachica, y las localidades vecinas de Hilata, Yapura, Llachón, Cotos y Siale; Azángaro y Ayaviri (todas localidades quechuahablantes), y Huancané, Moho, Ilave y Zepita (aimarahablantes), así como la capital del departamento de Puno. Aunque fue publicado por el Centre for Latin American Linguistic Studies de la Universidad de Saint Andrews, Escocia, después de 1985 —con la fecha errónea de 1973 en la portada—, es seguro que el texto circuló a inicios de la década de 1970 como un documento mimeografiado, puesto que, en Variaciones sociolingüísticas del castellano en el Perú, de 1978, Alberto Escobar lo cita y lo lista como ítem bibliográfico con el mismo título de la publicación posterior20.
En su minuciosa descripción, Cutts se refiere a fenómenos fonético-fonológicos, como «la reducción de los sonidos vocálicos y el reforzamiento de las consonantes»; sintácticos, como la discordancia de género y número en la frase nominal; y un conjunto de hechos que hoy describiríamos como pragmáticos o discursivos, y que ella englobó como miscelaneous parts of speech, entre los que se encuentran la duplicación del adverbio ya, como en la oración Ya se ha muerto ya, y el uso frecuente de la marca diciendo en el discurso reportado. Cutts elige la expresión Andean Spanish para referirse a su objeto de estudio, que en los años previos parece haber competido con otras opciones de corta vida, como serrano speech y mestizo dialect of Peru, ambas usadas por Douglas Gifford (1969), alternativas restrictivas y particularizadoras desde el punto de vista geográfico como «el castellano de Ayacucho» y «el castellano de Calemar»,