Susana de los Heros Diez Canseco (2001, pp. 69-97), por su parte, estudió, a mediados de la década de 1990, el comportamiento de /r/ y /ʎ/ en el castellano de la ciudad del Cuzco, de acuerdo con las variables de clase social, origen rural-urbano y género. También del departamento de Cuzco, pero de la ciudad de Calca, proceden los datos de Klee y Ocampo (1995) sobre la expresión del pasado en narrativas de bilingües quechua-castellano, así como los de Ocampo y Klee (1995) sobre el orden entre el objeto y el verbo en el mismo tipo de bilingües. Finalmente, Alvord, Echávez-Solano y Klee (2005) estudian la variación en la realización de la /r/ entre distintos tipos de bilingües residentes en Calca, Cuzco. Como se ve en la revisión efectuada, los fenómenos utilizados por los distintos autores que abordan la variación social en el castellano andino son, ante todo, fonético-fonológicos, en segundo término, morfosintácticos, y, en último lugar, pragmático-discursivos y léxicos.
El castellano andino como variedad de contacto
Como he adelantado, el concepto de interlecto, inicialmente planteado por Alberto Escobar (1975 y 1978), fue retomado empíricamente por su hija Anna María Escobar, quien, considerando las connotaciones negativas que adquirió el término con el paso del tiempo (Escobar, A., 1989), lo rebautizó como «español bilingüe». La nueva etiqueta no hace referencia, como puede parecer, al español hablado por los bilingües castellano-quechua y castellano-aimara en general, sino solo al de un tipo de bilingües conocidos en la literatura como «sucesivos», que, por lo general (aunque no necesariamente), son subordinados; esto es, con menor proficiencia en el manejo de la segunda lengua, el castellano, que en la primera. En el caso del español opuesto al bilingüe, denominado «español andino» tanto por Alberto Escobar como por Anna María Escobar, estamos no solo ante monolingües castellanohablantes sino también ante bilingües que han adquirido tempranamente el castellano junto con el quechua; es decir, ante bilingües simultáneos, quienes, por lo general, tienen un manejo fluido de ambas lenguas. Esta precisión es importante, pues sitúa el bilingüismo como un componente clave no solo del interlecto sino también del español andino, aunque con una diferencia crucial: mientras que el interlecto implica un bilingüismo de tipo individual y sucesivo, el español andino supone uno de tipo social y simultáneo, además, claro está, de la presencia de monolingües en castellano, pero siempre en estrecho contacto con las lenguas andinas. Esto no era transparente en los textos de Alberto Escobar, en los que se caracterizaba al español andino tan solo como una «variedad materna» de castellano. En una interpretación apresurada, ello podría haber llevado erróneamente a pensar en una variedad regional hablada solo por monolingües castellanohablantes.
Anna María Escobar explica que el bilingüismo social es producto de la existencia de una comunidad bilingüe, mientras que, en el caso del bilingüismo individual, estamos ante sujetos bilingües que no necesariamente conforman una comunidad en sentido estricto. Esta última, desde un enfoque sociolingüístico, consiste en un grupo social diferenciado dentro de la sociedad mayor, con un alto grado de interacción con los grupos monolingües, con un bilingüismo extendido y con un uso activo de la segunda lengua para propósitos comunicativos cotidianos (Escobar, A. M., 2001a, p. 132 y 2001b). Para someter la distinción entre español andino y español bilingüe a verificación empírica, Anna María Escobar ha estudiado la frecuencia de las frases posesivas con doble marcación en los dos grupos de hablantes, diferenciando entre estructuras doblemente marcadas y con orden estándar (su chompa de Juan) y estructuras doblemente marcadas y con orden inverso (de Juan su chompa), que resultan más cercanas a la sintaxis de la frase posesiva quechua y aimara. Así, ha confirmado que el segundo tipo de estructuras es característico de los hablantes de español bilingüe, aunque también encontró escasos ejemplos en los bilingües simultáneos (Escobar, A. M., 1994, p. 68). Para profundizar el estudio de esta distinción, desde fines de la década de 1980 por lo menos (Escobar, A. M., 1988, pp. 26-27), esta investigadora ha venido subrayando la necesidad de diferenciar el grado y el tipo de bilingüismo de los informantes en los trabajos realizados sobre las hablas andinas. En contraste, no ha explicitado con similar detalle la procedencia regional de sus entrevistados, a los que describe, en ciertos casos, como migrantes entrevistados en Lima y como residentes en zonas rurales y urbanas del Cuzco (Escobar, A. M., 1994, p. 67 y 2000, p. 149) y, en otros, como «45 adultos bilingües que provienen de diferentes zonas rurales y urbanas de la región andina. Algunas de las grabaciones fueron hechas en Lima y otras fueron hechas en su región natal» (Escobar, A. M., 2000, p. 48).
Algunos investigadores han rechazado la distinción propuesta por Anna María Escobar entre «español bilingüe» y «español andino». Virginia Zavala (1999, p. 69), por ejemplo, ha reportado que, en un estudio exploratorio, identificó la recurrencia de la estructura posesiva doblemente marcada y con orden inverso en una localidad monolingüe del valle del Mantaro, cuando lo esperable, según el planteamiento de Anna María Escobar, sería encontrar allí solamente la estructura doblemente marcada con orden estándar como forma predominante. Germán de Granda (2001a, p. 199) también identificó rasgos supuestamente solo atribuibles al «español bilingüe» —la estructura posesiva doblemente marcada y la omisión de clíticos preverbales, como en la oración A mi señora ϕ dejé allá casualmente para venir acá (Escobar, A. M., 1990, p. 88)— en el área central de la provincia de Salta y en los valles Calchaquíes salteños, donde el quechua dejó de utilizarse hace aproximadamente un siglo o siglo y medio. Tal vez atendiendo a estas críticas, Anna María Escobar (2011, pp. 328-239) ha propuesto recientemente un nuevo conjunto de rasgos que solo estarían presentes en el «español bilingüe» y que no han pasado a formar parte del «español andino». Este conjunto ya no incluye la estructura posesiva doblemente marcada ni la omisión de clíticos preverbales. Los rasgos considerados son la alternancia de timbre vocálico entre los pares /e, i/ y /o, u/, fenómeno conocido como «motoseo» (véase la sección «Ausencia de motoseo»); la omisión de artículos y preposiciones (como en Escribe ϕ carta y La casa ϕ ingeniero); la falta de concordancia de género y número en las frases nominales (La escuela nocturno, Niños sucio); la falta de concordancia de número en las frases verbales (Es necesario que ellos habla su quechua pues); la regularización de formas verbales irregulares (ponieron < pusieron, hacerán < harán) y la mayor incidencia de préstamos léxicos del quechua. Es pertinente mencionar que la literatura ha encontrado, por lo menos para el primer rasgo, el llamado «motoseo», una intensa estigmatización en ciudades andinas como Cuzco y Ayacucho (Heros, 1999; Zavala & Córdova, 2010, capítulo 2), lo que se podría relacionar con la división propuesta por Anna María Escobar.
Rocío Caravedo, por su parte, ha señalado que, desde el punto de vista dialectal, la separación mencionada no se justifica, pues obedece a factores psicolingüísticos que son relevantes para el estudio de los procesos de adquisición (Caravedo, 1992a, p. 729), mas no —se infiere— para la descripción de variedades regionales o sociales.