Aunque el uso de la expresión Andean Spanish es explícito desde el título mismo del documento de Cutts, la autora no se detiene en definirlo. Tal como hizo Entwistle (1951 [1935]), a quien ella cita, parece estar valiéndose del adjetivo en su acepción cotidiana, ‘relativo a los Andes’, solo que esta vez el término se aplica al castellano hablado en una región andina específica, la del Altiplano peruano. Curiosamente, esta misma región sería deslindada de la variedad «andina propiamente dicha» en la más influyente caracterización posterior de Alberto Escobar (1978), en la que ya encontraremos una definición técnica del término. En efecto, Escobar propone que el castellano andino debe entenderse como una variedad materna, distinta del «interlecto», aquel conjunto de hablas caracterizadas por la influencia directa de los sistemas quechuas y aimaras en el aprendizaje del castellano como segunda lengua. Mientras que el interlecto es una variedad transicional e inestable, ya que sus hablantes «se encuentran en proceso de apropiación del castellano» (p. 30), el castellano andino se define, más bien, como una variedad materna que presenta rasgos fijos transmitidos de generación en generación. Estos rasgos son principalmente fonológicos y entre ellos resulta capital la conservación de la antigua oposición fonológica entre /ʝ/ y /ʎ/, que permite diferenciar dos tipos de castellano: el andino del ribereño o no andino, que integra a las variedades amazónica y costeña tanto del norte como del centro. Además de esta característica, el autor toma en cuenta, para distinguir ambos conjuntos dialectales, la realización de la sibilante, el vocalismo, la articulación de /x/ y el predominio de la fricción o de la oclusión en la realización de /ʧ/. El propio Escobar reconoce que la zonificación se fundamenta en un conjunto de rasgos que son principalmente fonológicos (p. 37), aunque también presenta algunas características sintácticas, discursivas y léxicas de carácter complementario.
En un paso adicional hacia el conocimiento de la variación del castellano hablado en el territorio peruano, el tipo denominado «castellano andino» se divide, en la propuesta de Alberto Escobar (1978), en tres variedades: la andina «propiamente dicha», la «altiplánica» y la «del litoral y de los Andes occidentales sureños». Lingüísticamente, esta distinción toma en cuenta la asibilación de las vibrantes, cuya ausencia distingue al castellano del litoral y de los Andes occidentales sureños de los dos primeros conjuntos; el ensordecimiento parcial de las vocales, que distingue al segundo conjunto dialectal del castellano «andino propiamente dicho» y del «del litoral y de los Andes occidentales sureños»; y la realización de /x/, que es débil y no estridente en la última variedad, mientras que en las dos primeras es fuerte y estridente (p. 48). Desde el punto de vista geográfico, el «castellano andino propiamente dicho» se extiende «por los valles interandinos de norte a sur, incluyendo por razones migratorias Madre de Dios»; el «castellano altiplánico» corresponde al departamento de Puno; y el «del litoral y Andes occidentales sureños», al territorio moqueguano y tacneño (p. 57). De este modo, el tipo «castellano andino» —es decir, el conjunto que engloba a las tres variedades anteriormente definidas— corre por toda la cordillera de los Andes y sus valles aledaños y alcanza, además, los territorios de Madre de Dios y la costa de Moquegua y Tacna. Podemos ver, entonces, que la zonificación lingüística no coincide con la geográfica y, en este sentido, resulta claro el carácter técnico de la definición de «andino» en la propuesta de Escobar.
En cuanto al material en que se basa esta zonificación, Escobar señala lo siguiente:
Nuestras investigaciones para el castellano de los bilingües se basan en la recolección del material por entrevista libre y por la aplicación de cuestionarios a una muestra preestratificada, con la correspondiente validación estadística. En lo que toca al español materno, la recolección del corpus fue conducida por entrevista libre, in situ, y con selección de informantes múltiples y diversificados por criterios de edad, sexo, educación e ingresos (p. 30).
Así como no se detallan las características del muestreo y la validación estadística utilizados, tampoco se especifica cuáles fueron los puntos geográficos elegidos para el recojo de datos, lo que lleva a suponer que este se hizo en diferentes localidades de todos los departamentos incluidos en la zonificación final. Sin embargo, al revisar los datos léxicos, sintácticos y discursivos que respaldan la distinción entre los dos grandes tipos, se observa que se atribuyen las expresiones ¿di? y ¿diga? al tipo 1 o ribereño, específicamente a la variedad de la costa norteña y central, tal como el uso de la palabra china ‘mujer joven, generalmente campesina’, a pesar de que ambos rasgos son altamente productivos en los Andes norperuanos (ver el capítulo 4 para ¿di? y ¿diga?; para china, Andrade & Rohner, 2014). Este hecho me lleva a pensar que, en la propuesta de Escobar, la recolección de datos no fue tan intensa y prolongada en los Andes norteños como lo fue en los sureños.
Tal como muestra la inclusión de Madre de Dios en el territorio del «castellano andino propiamente dicho», la propuesta de Escobar no es rígida en cuanto a la equivalencia entre territorio y lengua: lo andino dialectal desborda lo andino geográfico. En efecto, él era muy sensible a los cambios que se estaban produciendo en los hechos del lenguaje en el Perú como efecto de la migración. En una presentación preliminar de los resultados expuestos en Variaciones sociolingüísticas, menciona como una dificultad metodológica en la recolección de datos el hecho de que, al trabajar en las ciudades de la costa y los espacios urbanos con mayor densidad poblacional, «de tres informantes posibles por lo menos uno no era hablante nativo de español, y de cada cinco candidatos dos o tres no eran oriundos del lugar» (Escobar, A., 1975, p. 12). En este sentido, sería inapropiado restringir la propuesta de este autor al eje regional; sin embargo, con los matices expuestos, sí se puede afirmar que existe un énfasis de este orden en su caracterización del castellano andino como entidad distinta del interlecto, pero que ello no le quita apertura a consideraciones sociales. No sucederá lo mismo en propuestas posteriores, que subrayarán el anclaje geográfico de esta variedad lingüística casi con la misma intensidad que su relación con las lenguas andinas mayores, el quechua y el aimara.
Por ejemplo, en una antología de textos de bilingües de los siglos XVI y XVII, Rivarola reacciona frente a propuestas generalizadoras que postulan una equivalencia entre los países andinos y el uso de esta variedad, y afirma:
Por «español (o castellano) andino» entiendo […] una variedad geográficamente más limitada, esto es, aquella vigente en las áreas propiamente andinas […], áreas en las cuales el español ha convivido secularmente, y en parte convive aún hoy, con los idiomas indígenas mayores, el quechua y el aimara (Rivarola, 2000, p. 13, cursivas mías).
En esta definición se observa una ligazón estrecha entre territorio andino y lenguas andinas mayores, conglomerado geográfico y lingüístico que constituiría la base de esta variedad de castellano. En la misma línea, el lingüista español Julio Calvo plantea el problema de la siguiente manera:
En el Perú se registran por lo menos tres dialectos diferentes del español: uno influenciado por las lenguas indígenas quechua y aimara, se habla en la sierra (español andino); otro, más general o menos marcado, se habla en la costa (español costeño). El prototipo del primero es Cuzco, Arequipa y su ámbito. El prototipo del segundo es Lima y el suyo. […] Un tercer dialecto, menos extendido en cuanto a hablantes (apenas un 10%), pero muy extendido geográficamente, es el español amazónico (Calvo, 2008, p. 189).
En la propuesta de Calvo se observa el mismo engarce territorio-lengua planteado por Rivarola (2000) como la base de la que surge y se desarrolla el castellano andino, espacio que, además, queda prototípicamente caracterizado como el correspondiente a Cuzco y Arequipa. Tributaria de la división del territorio peruano entre «tres regiones naturales» —zonificación que, con mayores matices, adopta Caravedo (1992a)—, esta postulación plantea una exagerada equivalencia entre los Andes sureños y la variedad andina. Una posición más matizada a este respecto es la que propone Cerrón-Palomino, para quien el castellano andino es un continuum de sistemas aproximativos respecto del castellano estándar, que se caracterizan por su uso amplio, no solo en comunidades rurales y urbanas de la sierra del Perú sino también en la