Universos en expansión. José Güich Rodríguez. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: José Güich Rodríguez
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Языкознание
Год издания: 0
isbn: 9789972454899
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como un escenario indispensable o imprescindible en la determinación de la identidad de un texto específico. Orienta el peso de la calificación al papel que ejercerá el lector o decodificador. Por lo tanto, nos encontramos ante un sistema de racionalidades que legitiman el conocimiento del mundo inherente a la CF; por otra parte, quien le atribuye una significación a este deberá experimentar una suerte de choque entre esas normas y las que transforman por completo el que está conociendo en el acto de lectura. Ese “Desconocido” u “Otro”, designado por Suvin, no está basado en la fractura de los paradigmas de la ciencia vigentes; que no están en entredicho, sino que puede ser explicado por ellos; aunque en principio surja como un elemento desestabilizador que no se encuadra fácilmente dentro de los parámetros afirmados en el mundo o realidad cotidiana, que ese sujeto acepta como los suyos.

      Víctor Bravo (1993) también hace eco de la otredad sustentada por Suvin mediante el concepto de novum, pero desde una perspectiva mejor anclada en los trabajos de Todorov, pues, como ya se ha afirmado, Bravo considera a la CF como una vertiente de lo fantástico. Para el crítico, esa alteridad es uno de los factores que permiten dotar al género de una identidad próxima a lo que él denomina reducción:

      La ciencia-ficción se funda en el desarrollo racionalista (reductor) de uno de los centros generadores de lo fantástico: la otredad. Podría decirse incluso que la ciencia-ficción se expresa a través de la reducción de tres formas concretas de la otredad: la otredad del ser (creación de monstruos, de homúnculos, de robots…), la otredad espacial (concepción de otro espacio, cuarta dimensión…) y la otredad temporal (viajes en el tiempo, visión desde el futuro…). (p. 139)

      No es difícil verificar las afinidades entre estos dos enfoques, aunque el punto de partida sea distinto en cuanto a la independencia o no de lo fantástico. El mérito de la visión de Bravo, que realiza un estudio centrado en las especificidades hispanoamericanas, es la posibilidad de expandir las consideraciones clásicas sobre la CF y alcanzar un consenso sobre las principales líneas temáticas o, por lo menos, las más frecuentadas por autores de diversos tiempos y latitudes. Aunque sea cuestionable la idea de sugerir que todos los asuntos visitados por el género encajarían en las reducciones de lo fantástico propuestas, no pueden descartarse los puntos de intersección entre esa alteridad y el novum de Suvin, que es, igualmente, otro aporte sólido a la teoría.

      Lo que a estas alturas queda establecido es que el futuro no es la materia hegemónica de estas construcciones ficcionales, como sugiere Miranda, sino apenas una de sus posibles plataformas o vías, quizás privilegiada por la CF más popular o sus representaciones en medios como el cine, la televisión y el cómic. Representaciones que, desde su impronta de masificación, siempre se interesaron por explotar estos asuntos a través de fórmulas básicas o, en la mayoría de casos, sin densidad estética o reflexiva, pues el objetivo era alcanzar utilidades elevadas. Ello obviando todo lo que, según esta visión pragmática, obstaculizara el interés del espectador o lector. Suvin (1984, pp. 109-111) insiste en ese punto. Y al aclararlo, comenta algunos procedimientos de la CF, cuestiona la llamada extrapolación —una convención adoptada por gran parte del género—, que estuvo vigente por mucho tiempo, y luego propone su reemplazo por la analogía.

      El primero de estos modelos parte de una hipótesis cognoscitiva establecida en el relato y lo desplaza al futuro de manera directa, como anticipación de las grandes crisis que afectan al tiempo del autor. En el segundo, la cognición surge del sentido final de la historia; su proyección a la problemática vivida en el contexto del autor es por lo general oblicua o indirecta.

      El extrapolar un rasgo o una posibilidad tomado del ambiente del autor puede ser un recurso literario de “hiperbolización” legítimo en los relatos de anticipación, en otra CF (por ejemplo, aquella situada en el espacio, y no en el futuro). Sin embargo, el valor cognoscitivo de toda CF, incluyendo los relatos de anticipación, está en su referencia analógica al presente del autor, y no en predicción alguna, sea parcial o global. La cognición de CF se basa en una hipótesis estética más bien afín a los procedimientos de la sátira o lo pastoral que a los de la futurología o los programas políticos. (p. 111)

      Lo que en definitiva parece cuestionar Suvin es el riesgo de confundir la totalidad del género con la reconstrucción de un tiempo posterior y remoto, que nace de las condiciones imperantes en el periodo histórico del autor. Sugiere que el valor intrínseco de la modalidad, desde el punto de vista genérico, radica en que el vínculo analógico (similitud, identidad por semejanzas) se articula sobre la contraposición con el presente del escritor. En otras palabras, todo relato de CF, en sentido estricto, no debería ser considerado como ensayo futurológico o predicción de ningún tipo, sino como una crítica a las circunstancias o un determinado orden de cosas experimentado por el creador del universo ficticio en el marco histórico que habita5. En consecuencia, la CF habla más acerca de lo contemporáneo que de cualquier especulación sobre una posteridad, apoyada en comprobaciones fehacientes en sus mínimos detalles.

       La utopía: elemento transversal de la ciencia ficción (CF)

      Son varios y heterogéneos en sus propuestas los autores que han explorado el concepto de utopía como eje que recorre a la ciencia ficción desde sus primeras fases y, en especial, desde el ascenso de la Modernidad. Al respecto, no existe una manera uniforme de encarar el tema, pero en la mayor parte de quienes han propuesto sucesivas aproximaciones, es factible observar que esta categoría se convierte en un elemento de trascendencia como sustento filosófico del género y de sus metas más ambiciosas en términos estéticos. Ketterer (1971, p. 25), por ejemplo, vincula a la CF con la literatura apocalíptica, es decir, una forma narrativa que se remonta a civilizaciones antiguas preocupadas por su destino en las postrimerías del tiempo, es decir, por una revelación de los acontecimientos venideros (si atendemos al significado preciso del término griego). Para este autor, la ciencia ficción sería “la manifestación más pura de la imaginación apocalíptica”. Sin embargo, el crítico tiene puesta la mira sobre la narrativa norteamericana más que en otras tradiciones, por lo que su enfoque se limita a un recorrido a lo largo de la historia de esa literatura y cómo debió construir su propia mitología a falta de un pasado cultural que pudiera igualarse al de otros pueblos americanos antes de la conquista europea.

      Aun así, no deja de ser interesante que la crítica más sólida —con los sesgos impuestos por cada estudioso, ya que se trata de un corpus muy extenso— coincida en que la utopía, como planteamiento de una alteridad ideal —en los términos originales fundados por Tomas Moro en el siglo XVI— se haya convertido en un impulso animador de las obras magistrales del género y en su norte principal, que cada creador, de acuerdo con sus intereses, ideología y época, trasladará al discurso ficcional.

      Por su parte, Cano (2006) orienta su perspectiva al estudio de la ciencia ficción hispanoamericana —de hondas y lógicas raíces occidentales—, advierte también que la narrativa de corte utópico, remontable hasta Platón (y referencia capital de Moro), pasó de un largo periodo marcado por lo espacial —ubicación de mundos alternos en zonas apartadas y casi inaccesibles de la Tierra— a una categoría temporal (p. 63). Esto, según Cano, comienza a manifestarse hacia finales del siglo XVIII. De hecho, tal premisa es acertada, puesto que es una época en la cual el colonialismo europeo ha llegado a una fase de alta expansión, tanto en América como en Asia, África —y Oceanía, en menor grado—, lo que ha hecho de las distancias un concepto más relativo o más concebible, o por lo menos, mejor anclado en las realidades que la propia civilización occidental establecía a medida que ocupaba la mayor parte del mundo conocido.

      El cambio de paradigma señalado por Cano es una consecuencia de los procesos de mundialización que se iniciaban precisamente cuando Moro publica, en 1516, su visión acerca de una comunidad que no existe en un lugar específico o concreto. A través de esta construcción imaginaria (y analógica, en el sentido propuesto por Suvin), el pensador inglés somete a la Inglaterra y Europa de su tiempo a una revisión exhaustiva de su fracaso como medio de realización de la humanidad y de sus potencialidades. Crea las bases de una República superior y modélica