El último viaje. Terry Brooks. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Terry Brooks
Издательство: Bookwire
Серия: Las crónicas de Shannara
Жанр произведения: Языкознание
Год издания: 0
isbn: 9788417525569
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a ver. Te lo ha prometido. Tal vez, deberías darle la oportunidad de mantener esa promesa. —Hizo una pausa y luego se inclinó y le dio un beso en la frente—. Dices que no puedes sobrevivir sin él. No sé si te servirá de algo, pero yo no creo que pueda hacerlo sin ti. No habría llegado hasta aquí de no haber sido por ti. No me abandones ahora.

      Apoyó la mejilla contra la sien de la vidente y la abrazó mientras aguardaba su respuesta. Tardó mucho rato en dársela, pero, al final, Ryer Ord Star se apartó y le acunó el rostro con sus pequeñas manos.

      —De acuerdo —dijo con un hilo de voz y le ofreció una sonrisa leve y triste—. No te abandonaré.

      Ambos se levantaron y emergieron de la sombra de la torre negra mientras se adentraban en el laberinto para proseguir su camino por las ruinas. Avanzaron por las tinieblas sin apresurarse: se detenían a menudo para comprobar si oían ruidos que los alertaran de algún posible peligro. Ahren encabezaba la marcha agarrado de la mano de Ryer Ord Star; esa conexión le confería una peculiar sensación de poder. No le había mentido cuando le había dicho que todavía la necesitaba. A pesar de haber recuperado las piedras élficas y haber vencido en su lucha contra los escaladores, todavía no tenía confianza en sí mismo. Había dejado de ser un muchacho, pero todavía debía entrenar mucho y le faltaba experiencia. Había cosas que tenía que aprender y algunas serían duras. No quería afrontarlas solo y que Ryer les hiciera frente con él le ofrecía una confianza que no comprendía del todo, pero que sabía que no debía ignorar.

      A pesar de todo, sí que entendía una parte. Lo que sentía por la muchacha se acercaba mucho al amor. Había surgido despacio y justo ahora comenzaba a reconocerlo por lo que era. No estaba seguro de cómo terminaría todo, ni siquiera si el sentimiento perduraría. Pero en ese mundo de agitación e incertidumbre, de monstruos y peligros espantosos, era tranquilizador tenerla cerca, poder pedirle consejo o simplemente poder tocarle la mano. Le daba una fuerza poderosa y misteriosa a la vez; no como la que le confería la magia, sino que era una fuerza espiritual. Tal vez era el simple hecho de no estar solo, de contar con otra persona con la que compartir lo que ocurriera. Sin embargo, también era algo tan místico como la vida y la muerte.

      Caminaron durante mucho tiempo a través de las ruinas sin oír ni ver nada ni nadie. Avanzaban en dirección sur, hacia el punto del que habían partido: la bahía en la que había estado ancorada la Jerle Shannara. Claro que ahora, la nave se encontraba en manos de Ilse la Hechicera, a menos que hubiera cambiado la situación, que era probable. En estas tierras, las cosas cambiaban muy deprisa y sin previo aviso. Tal vez, esta vez lo harían de un modo que favorecería a la compañía de Walker en lugar de a la de la bruja.

      De repente, Ryer Ord Star se detuvo en seco. Temblaba y tenía el cuerpo en tensión. Ahren se volvió hacia ella enseguida. Tenía los ojos clavados en el vacío, en algún lugar que él no lograba atisbar, y su rostro reflejaba tal grado de consternación que el príncipe inspeccionó los alrededores de inmediato, en busca del origen de ese desasosiego.

      —Ha muerto, Ahren —anunció con un susurro bajito y lleno de dolor.

      Se desplomó en el suelo y se echó a llorar. Todavía lo agarraba de la mano, como si eso fuera lo que la mantenía entera. Ahren se arrodilló a su lado y la estrechó entre sus brazos.

      —Tal vez ha encontrado la paz —dijo mientras se preguntaba si Walker Boh podía conseguirlo.

      —Lo he visto —le explicó—. En la visión que acabo de tener. He visto cómo cargaba con él un espectro que lo conducía hacia una luz verde que había sobre un lago subterráneo. No estaba solo. En la orilla del lago había tres personas. Una era Bek, la segunda, una figura encapuchada que he reconocido y la tercera era Ilse la Hechicera.

      —¿Ilse la Hechicera estaba con Bek?

      La vidente le apretó la mano.

      —Pero no hacía nada malo. Ni siquiera lo miraba. Estaba ahí, presente de cuerpo, pero al mismo tiempo no estaba. Parecía perdida. ¡Espera! No, no te lo he contado bien. Parecía aturdida. Pero eso no ha sido todo, Ahren. La visión ha cambiado y la bruja y Bek se agarraban de la mano. Estaban en otro lugar, creo que en algún punto del futuro. No sé cómo explicarlo, pero eran la misma persona. Estaban unidos.

      Ahren trató de darle sentido a lo que explicaba.

      —¿Unidos en un solo cuerpo y rostro? ¿En ese sentido?

      La otra sacudió la cabeza.

      —No me parece que lo fuera, pero me daba esa sensación. Algo había ocurrido que los había conectado, pero se trataba de una unión más espiritual que física. ¡He notado tanto dolor! Lo he percibido. No sé de quién procedía ni quién lo había generado. Tal vez ambos. Pero se desprendía de la conexión que formaban y servía para provocar algo que iba a ocurrir más adelante. Pero no he visto qué era, me lo impedía.

      Ahren le dio unas cuantas vueltas.

      —Bueno, puede que esté relacionado con el hecho de que son hermanos. Tal vez esa era la conexión que has percibido. Quizá Ilse la Hechicera ha descubierto que era verdad y eso ha provocado el dolor que has notado.

      Bajo la luz de la luna, los ojos de Ryer Ord Star parecían enormes y líquidos.

      —Quizá.

      —¿Crees que Ilse la Hechicera y Bek están en las catacumbas de Bastión Caído con Walker?

      Sacudió la cabeza.

      —No lo sé.

      —¿Deberíamos volver y buscarlos?

      La vidente se limitó a observarlo con los ojos abiertos de par en par, asustada.

      No había modo de saberlo. Se trataba de una visión y estas eran susceptibles de inducir al error o de ser malinterpretadas. Revelaban verdades, pero no en términos evidentes a simple vista. Era su propia naturaleza. Ryer Ord Star discernía el futuro mejor que la mayoría. No obstante, incluso a ella se le vetaba divisar poco más que un atisbo, y ese podía tener un significado completamente distinto a lo que sugería.

      De pronto, a Ahren se le antojó impensable la idea de retroceder por cualquier motivo y la descartó. Así, se levantaron y siguieron caminando. Frustrado y preocupado por lo que había dicho la vidente, Ahren esperaba que, cuando tuviera otra visión, fuera una por la que pudieran hacer algo, como encontrar el modo de solucionar su dilema actual, por ejemplo. Las visiones sobre otras personas en otros lugares no eran demasiado útiles ahora. Era una actitud egoísta y se sintió avergonzado de inmediato. Sin embargo, no podía permitirse pensar así.

      Siguieron avanzando, pues pronto amanecería. Si no habían llegado al amparo de los árboles para entonces, tendrían problemas. Disponían de los restos de los edificios para esconderse, pero si los descubrían, los podrían atrapar con facilidad. Si seguían adelante después del alba, quedarían expuestos. Ahren no sabía si lo que hacía ahora marcaba alguna diferencia, puesto que caminaban sin un destino claro y ningún plan de rescate. Lo único que sabía era que debía encontrar el modo de eludir a Ilse la Hechicera y los mwellrets. O quizá tan solo a los últimos, si la visión de Ryer predecía el futuro. ¿Era posible que Bek hubiera capturado a la bruja y hubiera hallado el modo de someterla? Al fin y al cabo, poseía una magia lo bastante fuerte como para reducir a escaladores a escombros. ¿Sería suficiente para derrotar a la jurguina también?

      Ahren pensó que ojalá supiera más sobre lo que ocurría, pero ya lo deseaba desde el principio.

      Estaban cerca del extremo del bosque cuando oyeron movimiento un poco más adelante. Era un ruido suave y furtivo, el tipo que provoca alguien que trata de no ser descubierto. Ahren se puso en cuclillas y tiró de Ryer para que bajara con él. Se encontraban en las sombras de una pared, así que no se les vería con facilidad. Por otro lado, el horizonte se iluminaba cada vez más y no podían quedarse ahí para siempre.

      Gesticuló para indicarle que no hiciera ruido y que siguiera su ejemplo. Luego, el príncipe de los elfos se levantó y avanzó, pero mucho más despacio. Al cabo de unos segundos, volvió a oír ese ruido, como si de unas botas que