El último viaje. Terry Brooks. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Terry Brooks
Издательство: Bookwire
Серия: Las crónicas de Shannara
Жанр произведения: Языкознание
Год издания: 0
isbn: 9788417525569
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él, sí. Recordadlo. No olvidéis por qué hemos hecho este viaje. Lo que hemos encontrado aquí, lo que hemos recuperado, es nuestro.

      Truls Rohk explotó:

      —Eso no tiene ningún sentido, druida. ¿De qué hablas? ¡No hemos recuperado nada! ¡No hemos conseguido nada! ¿Las piedras élficas? ¡Para empezar, ya no eran nuestras! ¿Qué ha pasado con la magia que buscábamos? ¿Qué ha pasado con los libros que la contenían?

      Walker hizo un gesto desdeñoso.

      —La magia que contenían los libros, la magia de la que hablé con Allardon Elessedil y su hijo nunca ha sido la razón de este viaje.

      —Entonces, ¿qué lo ha sido? —Truls Rohk estaba indignado—. ¿Vamos a andarnos con adivinanzas toda la noche, druida? ¿Qué demonios hacemos aquí? ¡Dínoslo! ¡Ahora que todavía tenemos tiempo! ¡Porque dudo que a ti te quede mucho! ¡Mírate! Te estás…

      Fue incapaz de terminar la frase, se mordió la lengua con amargo desagrado.

      —¿Muriendo? —pronunció Walker por él—. No pasa nada si lo dices, Truls. Morir me liberará de las promesas y las responsabilidades que me han mantenido maniatado durante tanto tiempo que ni recuerdo desde cuándo. De todos modos, solo se trata de una palabra.

      —Pues dila tú, entonces. No quiero seguir hablando contigo.

      Walker alzó la mano y agarró la capa del otro. Para sorpresa de Bek, Truls Rohk no se apartó.

      —Escúchame. Antes de venir a esta tierra, antes de emprender este viaje, fui al Valle de Esquisto, al Cuerno de Hades, e invoqué al espectro de Allanon. Hablé con él, le pregunté qué podía esperar si seguía el mapa del náufrago. Me comunicó que, de todos los objetivos que quería cumplir, tan solo lograría uno. Durante mucho tiempo, Truls, creía que se refería a que me haría con la magia de los libros del viejo mundo. Creía que eso era lo que se suponía que debía hacer. Creía que era el fin de esta travesía. Pero no.

      Sus dedos se aferraron con más fuerza a la capa del metamorfóseo.

      —He cometido el error de pensar que podría dar forma al futuro como yo quisiera. Estaba equivocado. La vida no lo permite, ni siquiera si eres druida. Se nos ofrecen atisbos de posibilidades, nada más. El futuro es un mapa dibujado sobre arena y las olas pueden hacerlo desaparecer en cualquier momento. Aquí ocurre lo mismo. Todos nuestros esfuerzos para llegar hasta esta tierra, Truls, todos nuestros sacrificios, han sido en pro de algo que ni siquiera nos planteamos.

      Hizo una pausa, respiraba con suma dificultad, el esfuerzo de hablar más era demasiado.

      —Entonces, ¿para qué hemos venido? —Truls Rohk preguntó con impaciencia, todavía enfadado por lo que oía—. ¿Para qué, druida?

      —Por ella —susurró Walker y señaló a Grianne.

      El metamorfóseo estaba tan anonadado que, durante unos segundos, parecía no saber qué contestar. Era como si la rabia que lo había consumido lo hubiera abandonado por completo.

      —¿Hemos venido por Grianne? —preguntó Bek sorprendido, sin estar seguro de haberlo oído bien.

      —Lo verás cuando volváis a casa —susurró Walker con una voz casi inaudible, incluso con el silencio desolador de la caverna—. Está a tu cargo, Bek. Ahora es tu responsabilidad. Has recuperado a tu hermana, como deseabas. Hazla regresar a las Cuatro Tierras. Haz lo que sea necesario para asegurarte de volver a casa con ella.

      —¡Esto no tiene ni pies ni cabeza! —espetó Truls Rohk, presa de la furia—. ¡Es nuestra enemiga!

      —Dame tu palabra, Bek —dijo Walker, sin dejar de mirar al muchacho ni un solo momento.

      Bek asintió.

      —Te doy mi palabra.

      Walker le sostuvo la mirada unos instantes más y luego observó al metamorfóseo.

      —Tú también, Truls. Dame tu palabra.

      Durante unos instantes, Bek creyó que Truls Rohk no se la daría. El metamorfóseo no dijo nada, contempló al druida en silencio. Su figura oscura irradiaba tensión, con todo, se negaba a manifestar lo que pensaba

      Los dedos de Walker se aferraban a la capa del metamorfóseo con el último ápice de sus fuerzas.

      —Tu palabra —repitió entre susurros—. Confía en mí lo suficiente y dámela.

      Truls Rohk exhaló con un siseo de frustración y consternación.

      —De acuerdo. Te doy mi palabra.

      —Ocupaos de ella como lo haríais si fuerais vosotros —continuó el druida con los ojos posados en Bek de nuevo—. No siempre estará así. Un día se recuperará. Pero, hasta entonces, necesitará que alguien la cuide. Necesitará que la protejas del peligro.

      —¿Qué podemos hacer para ayudarla a despertar? —insistió Bek.

      El druida inspiró hondo, pero de forma entrecortada.

      —Tiene que hacerlo ella sola, Bek. La espada de Shannara le ha revelado la verdad sobre su vida, las mentiras que le han contado y el mal camino que ha elegido. Se ha visto obligada a enfrentarse a la persona en la que se ha convertido y a todo lo que ha hecho. Apenas es adulta y ya ha cometido más actos de maldad que los que otros cometerán en toda su vida. Tiene que perdonarse muchas cosas, aunque sea consciente de que el Morgawr la engañó por completo. La responsabilidad de hallar el perdón tiene que partir de sí misma. Cuando encuentre el modo de aceptarlo, se recuperará.

      —¿Y si no lo consigue? —preguntó Truls Rohk—. Podría ser, druida, que haya llegado a un punto en que no se la puede perdonar, y no solo me refiero a que los demás no lo hagan, sino a sí misma. Es un monstruo, incluso en este mundo.

      Bek fulminó al metamorfóseo con la mirada y pensó que Truls nunca cambiaría de opinión con respecto a Grianne, pues siempre la vería como Ilse la Hechicera, su enemiga.

      El druida sufrió un acceso de tos y luego se calmó.

      —Es humana, Truls… Como tú —le replicó con un hilo de voz—. Otros también te han calificado de monstruo. Y se equivocaron. Con ella ocurre lo mismo. La redención también es posible para ella, pero debe ser ella quien la alcance, no tú en su lugar. Tu deber es asegurarte de que tenga la oportunidad de redimirse.

      Volvió a toser, esta vez de forma mucho más convulsa. Su respiración era tan ahogada y líquida que con cada bocanada parecía que fuera a ahogarse con su propia sangre. El ruido que hacía surgía de las profundidades de su pecho, donde sus pulmones se llenaban de sangre. Aun así, se incorporó, se deshizo de los brazos de Truls Rohk y con un gesto le pidió que se alejara.

      —Idos. Llevaos a Grianne y volved a la entrada de la caverna. Cuando yo ya no esté, seguid el pasadizo que gira a la izquierda hasta llegar a la superficie. Buscad a los supervivientes: los nómadas, Ahren Elessedil, Ryer Ord Star. Tal vez Quentin Leah. Uno o dos más, si han tenido suerte. Volved a casa. No os quedéis aquí. Hemos acabado con Antrax. El viejo mundo ha desaparecido para siempre. Y el nuevo mundo, las Cuatro Tierras, es lo que importa.

      Truls Rohk se quedó donde estaba.

      —No te dejaré solo. No me lo pidas.

      Walker inclinó la cabeza hacia delante, el pelo oscuro le cayó de forma que le cubría parte del rostro enjuto.

      —No estaré solo, Truls. Vete.

      Truls Rohk vaciló, pero luego se levantó despacio. Bek también se puso en pie, agarró a Grianne de la mano y la alzó al mismo tiempo que él. Durante unos segundos, nadie se movió, pero entonces el metamorfóseo se volvió sin decir nada y se alejó hacia la entrada de la caverna. Bek lo siguió sin mediar palabra, llevaba a Grianne consigo y echaba la vista atrás para mirar a Walker. El druida se había dejado caer junto a la orilla de ese lago subterráneo, tenía los ropajes negros impregnados de sangre y el suave vaivén de sus hombros era la